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 domingo, 25 de julio de 2004

Por una economía más equitativa

Socioeconomía de la solidaridad se presenta como uno de los pocos materiales bibliográficos que abordan este proceso como una alternativa a los modelos de desarrollo capitalistas. En plena crisis, innumerables experiencias de economías alternativas y solidarias emergieron cómo respuesta, sobre todo en el denominado tercer mundo. Paralelamente surgió una elaboración teórica que delineó proyectos concretos y sustentables basados en una concepción "comprensiva" de la economía. Pablo Guerra es un sociólogo uruguayo, magister en ciencias sociales que realizó tesis que abordaban la economía solidaria. Además, es el autor del libro La Socieconomía Solidaria y en diálogo con La Capital puntualizó sobre algunos conceptos que presenta en su libro.

  —¿Qué es la economía de la solidaridad?

  —Es un movimiento con una dimensión práctica y una teórica, que implica reconocer la existencia de numerosas experiencias concretas de producción, consumo y ahorro que se vierten en torno al valor de la solidaridad y que se propone construir categorías de análisis que puedan dar cuenta de este fenómeno de economías concretas.

  —¿Desarrollo económico y economía solidaria son conceptos que pueden ir de la mano?

  —De hecho es así, en una economía de cualquier tipo existen tres sectores, el privado y capitalista, el de la economía pública y estatal y el de las economías solidarias, un correcto desarrollo atiende a la evolución de estos tres grandes estamentos con un nivel parejo en cuanto a sus posibilidades al interior de cada economía, pero para explicar mejor esto utilizo el concepto de mercado determinado, popularizado por Gramsci, en donde un mercado esta compuesto por todas las racionalidades presentes en un momento histórico determinado.

  —¿Entonces desarrollo y solidaridad están estrechamente ligados?

  —Si, existen numerosas experiencias de economía solidaria que son apoyadas desde políticas públicas con una influencia del papel del Estado.

  —¿Qué ejemplos de estas experiencias que mencionás podés citar?

  —Internacionalmente hay dos muy exitosas que se desarrollan a través de los años, el sistema de los kimsin en Israel, comunidades de trabajo que nacen en 1909 y se organizan de acuerdo al principio de que a cada integrante se le exige de acuerdo a su capacidades y a cada integrante se le da de acuerdo a sus necesidades, el otro caso es el complejo cooperativo de Mondragón que nace en 1941 y que hoy reúne a numerosas cooperativas de diferentes rubros a trabajadores asociados con una fórmula de distribución solidaria y con una exigencia económica que la convierte en la segunda de España. En América Latina, las economías nativas son típicamente solidarias, cada una en sus variantes, también el caso de las empresas recuperadas. Además está el caso de los Focolares, que tiene una ciudadela en Argentina que es Ohiggins y son modelos de organizaciones económicas en donde están presentes las empresas y las entidades familiares, amparadas en valores solidarios.

  —¿Qué compromiso debería asumir el gobierno respecto de la política de recuperación de empresas por parte de sus trabajadores?

  —Hoy se puede decir que uno de los cambios más novedosos es el desarrollo de las políticas públicas es que para apoyar estas experiencias de economía solidaria se crearon institutos y secretarías a nivel del Estado de economías solidarias, instrumentos públicos que intentan apoyar desde clubes de trueques, empresas o cooperativas. Son experiencias que articulan en torno al valor de la solidaridad. Desde el Estado deben profundizarse estas políticas, pero como es un hecho novedoso en América Latina, lo mejor esta todavía por verse.

  —¿En tu libro usás el concepto de que la solidaridad es un valor residual, cómo definirías esto?

  —Para mi, economía de la solidaridad es involucrar la solidaridad dentro de la economía, de la producción y del consumo y no acordarse después de que la economía de los mecanismos de mercado juega su rol. El movimiento desde las empresas puede resultar interesante pero no considero que formen parte de las economías solidarias. Por otro lado, no es un valor residual, es fundamental en la historia de la humanidad que se ha transformado en un valor minoritario, visible incluso en el manejo que hacen las ciencias económicas en torno a ello y hacia la ética. Reniegan de una mirada ética y hasta algunos popes insisten en que la economía funcionaría mejor desde el momento en que ya no se incluyan términos como el de la justicia social.

  —¿Qué es el trueque contemporáneo?

  —El trueque fue uno de los primeros mecanismos de transacción económica de la civilización humana. El contemporáneo se impulsa desde los países más ricos en los ‘80 para hacer más humana la economía, porque en el tercer mundo ha intentado ser un paliativo para las necesidades básicas y esta es una de las razones por las que fracasan los clubes de trueque, ya que no intentan humanizar la economía sino sólo cubrir requerimientos urgentes.

  —¿De qué manera se incorporan definitivamente estos procesos de economías solidarias dentro de las políticas de estado o empresariales?

  —Fundamentalmente desde el trabajo en red, el fortalecimiento del tercer sector, la vinculación de las distintas experiencias solidarias con el consumo responsable y el comercio justo. El otro punto es involucrar el estado en estas materias, así como en los procesos capitalistas el estado fortaleció a los sectores privados, hay un imperativo ético para que ahora se fortalezca este sector. Desde el mundo empresarial tradicional, el desafío es contribuir desde las posibilidades, en donde cada uno tiene un papel fundamental que constituye un mercado democrático y justo.

  —Relacionás a la economía solidaria con el concepto de utopía. ¿Por qué?

  —La economía solidaria existe pero a su vez es una utopía, existe porque hay experiencias concretas y a su vez es una utopía porque soñamos con una economía y valores muy diferentes a los que hegemonizan hoy en día. Es un sueño que puede realizarse, no lo pensamos como un horizonte en donde cada paso que damos se aleja uno más.

C.E.

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