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 domingo, 25 de julio de 2004

Un libro intenta explicar sociológicamente el fenómeno de la solidaridad
Una revolución en crecimiento

Clarisa Ercolano / La Capital

Todos los días se habla de solidaridad, cuando un grupo de vecinos se moviliza y encuentra a una nena que estaba perdida, cuando aparece un órgano para un transplante o alguien se decide a ayudar en un centro comunitario.

  La mayoría de las veces estas acciones pasan desapercibidas y se pierden en una vorágine informativa demasiado veloz como para siquiera percibirlas. Pero sin embargo una construcción de una sociedad más consciente de las necesidades del otro se gesta diariamente, despacio pero contundentemente. Esa es la revolución de la solidaridad, la que impresionó tanto al filósofo argentino Horacio Hernández como para escribir un libro, el primero en su especie, hablando de ella.

  Horacio Hernández es profesor de filosofía y le contó a La Capital algunos aspectos de este fenómeno llamado al igual que su libro, "La Revolución Solidaria".

-¿Qué es la revolución solidaria?

-Yo me pregunté lo mismo hace unos cinco años, con un grupo de amigos ante este fenómeno nuevo que venía venir. Hubo que definir muchas cosas que no tenían definición, como prójimo, pobreza, revolución. Nos parecía que era algo que explotaba como una emoción espontanea de ayudar al otro. Aparecía una escuela que necesitaba que le pintaran un aula y cuatro empresas querían hacerlo, alguien precisaba un órgano para ser transplantado y aparecían veinte personas que se lo querían dar. Ante cada necesidad las respuestas eran desbordantes, era una nueva conciencia social que dejaba de lado la indiferencia. Esto es la revolución, un cambio social que parte de uno individual, de una evolución solidaria.

-¿Se puede hablar de fenómeno colectivo?

-El bien se expande por difusión, cuando alguien ve algo que es bueno quiere sumarse. La Red Solidaria empezó con 20 llamadas de personas que querían algo y ahora llaman más de cien por día para ayudar. El problema es que la solidaridad no tiene marketing y entre un político y un solidario, te gana el político. Gana el corrupto al que tiene una vida para dar ejemplo.

-¿Qué produce el clic en la gente?

-Es espontáneo, se vio por ejemplo en las inundaciones en Santa Fe, pero el problema de la emoción es que desaparece, no perdura en el tiempo. Lo que produce el cambio es entonces la cultura solidaria, es un hábito que requiere tiempo y compromiso y también esfuerzo.

-¿Se puede educar a alguien para que sea solidario?

-Si por supuesto, pero hay que empezar desde los jardines de infantes en donde se ven manifestaciones solidarias muy grandes. Pero hay que hacer en hincapié en el aguante, porque a veces la realidad te pasa por encima y te cansás de ver tanta miseria. Se trata de ayudar al que la está pasando peor que uno. Hay que tener una moral fuerte y mucho temple, porque se está frente al dolor humano. Se necesita mucha fuerza espiritual.

-¿Si se incorporara una actitud de solidaridad desde la misma economía, la realidad sería otra?

-Después de implantado un cambio cultural, podemos hablar de esto, las miserias del mundo son enormes. Todo empieza desde uno mismo, yo no puedo arreglar el hambre del mundo pero si puedo ayudar al pibe que vive en la villa a tres cuadras de casa. Pero también hay un mercado solidario, gente que dona cosas gratuitamente, sin ningún correlato monetario. El primer fin de una empresa es ganar dinero, pero si de empleo es solidaria y si lo da bien, si paga los impuestos y paga bien a sus empleados antes de colaborar con los wichis de Formosa para que vivan mejor y de paso hacer marketing social. El primer problema de la política es insuficiente, acá se invierten 40 mil millones de pesos en planes sociales ya la gente no se la ve mejor, más lo que gastan las empresas... no debería haber pobres. Hay tres planes alimentarios, hay quienes reciben tres y hay quienes no reciben nada.

-¿Por qué se es más solidario con lo que queda más lejos o con lo catastrófico?

-El ser humano a veces es así, demora en tener cambios y todavía falta para que se termine de consolidar una verdadera conciencia solidaria, en donde la sociedad se quiera comprometer, la gente todavía no tocó fondo y algo va a tener que cambiar. De la década del 90 hasta ahora hay un cambio, hace diez años la solidaridad no existía. Hoy los chicos de los grados ya piensan en tener un compromiso con quien lo necesita y eso antes recién pasaba en la secundaria. En el 2001 ya hubo un primer quiebre pero falta todavía para que todas las necesidades conmuevan, no sólo en las catástrofes. No puede ser que casi la mitad de los argentinos sean pobres y el presidente siga como si nada, poniendo un cuadrito aquí y otro allá. Hay gente que tiene hambre y eso va a reventar por algún lado. Todavía se vive en una fantasía, cuando ves a una madre que llora porque le mataron al hijo y que a tres cuadras violaron a una nena y vos seguí indiferente como si nada asara. La realidad misma debe hacer eclosión.

-¿Cuánto falta entonces para ese estallido solidario?

-La historia se mueve en forma pendular, en la época de los montoneros, con violencia o no, empieza a haber una preocupación por el otro y a comprometerse, en los 90 la meta era ganar plata, ahora sabemos que la próxima revolución debe ser más pacífica y ya tenemos más o menos idea de lo que queremos, peticionar, comprometerse y participar. El primer clic ya se hizo, después de la caída de De la Rúa, en donde nos dimos cuenta de que no era el primer mundo y de que había 50 % de pobres.

-¿Hay un desfasaje entre el tiempo de los políticos y el de la gente?

-Lo que pasa es que el cambio lo produce la sociedad y el político lo interpreta. Pero el político vive en su mundo, habla de los pobres pero no tiene idea de donde está, los mata la burocracia y no entienden el dolor del pibe que se está muriendo de hambre en la villa no se cuanto. Lo más solidario que tiene que hacer un político es hacer lo que tiene que hacer y bien.

-¿Qué rol juegan los medios en esto?

-Un papel importantísimo, sacando de la invisibilidad a los que no se ven, porque es imposible que una persona que sufre encuentre una solución si nadie la ve. Los medios sirven para descubrir problemas, hacer patente la realidad de quien la está pasando mal.

-¿Hay riesgo de que la gente se sature?

-No se por qué una persona puede negarse a ayudar a alguien, está quien es indiferente porque tiene una vida sin dificultades y se encierra en su tranquilidades Por otro lado está el mundo del resentimiento, de que piensan que les va mal y entonces ahora les tiene que ir mal a todos, no es saturación exactamente.

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"Los medios hacen patente la realidad de los que sufren", dijo Hernández.

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