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 jueves, 08 de julio de 2004

¿Morir sin dignidad?, pregunta sin respuesta

He leído la carta de Vanina y Bernardo Pascua aparecida en esta sección el 12 de junio del corriente año, donde criteriosamente vierten conceptos acerca de lo que genera impotencia y me siento identificada. Si bien los casos no pueden ser similares, coincidimos en eso de ¿morir sin dignidad o morir con dignidad en la Argentina? Me refiero al fallecimiento de su madre y de mi esposo, acontecido en el sanatorio de Italia al 1400, hecho que hice público en La Capital con fecha 26/11/03. A pesar de mi incansable peregrinar entrevistando al médico tratante (Jorge Dotti) y al director del nosocomio Fabián Todeschini, a quien puse en antecedentes sobre la desidia con que actuó la enfermera (turno noche, lamentablemente desconozco su nombre). Asimismo, elevé notas al Colegio de Médicos, en razón de que mi esposo era colegiado de esa casa donde funciona un tribunal de ética (que brilló por su ausencia). Tal vez pensando que no es ético que hasta el día de la fecha ignore qué ocurrió con la vida de mi esposo de la noche a la mañana (aclarando que mi esposo estaba al cuidado de una enfermera particular). Como creyente, acepto la muerte con resignación cuando Dios así lo dispone, pero que sea de forma digna, como merece todo ser humano. Considero inaceptable el desprecio de la vida. Quienes accionan de esa manera ignoran el desgarrador dolor que se padece ante la pérdida de un ser querido cuando ocurren hechos como los apuntados. Seguramente, cuando lo vivan en carne propia (nadie está exento) lo comprenderán. Hubiera querido en lugar de expresar reproches involuntarios publicar mi agradecimiento. Pero..."sabio mostem tu lo quisiste tu te lo tem". Sí debo agradecer al doctor Diego Garófalo por su profesionalismo y valores humanos y a los médicos clínicos que brindaron atención a mi esposo. No he pedido condena para nadie (no ignoro que para eso está la Justicia). Solo busqué una respuesta que quedó sin responder. Ahora Vanina y Bernardo, para que nuestros seres queridos sepan que estamos vivos para defenderlos ante el dolor que nos embarga y frente a la verdad, sigamos dando la cara cuantas veces sea necesario y apliquemos el proverbio chino que reza: "Sólo los peces muertos se dejan arrastrar por la corriente" o como dice José Narosky: "La semilla muere para que la planta viva".

DNI 3.177.263



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