Año CXXXVII Nº 48438
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Educación 03/07
Campo 03/07
Salud 30/06
Autos 30/06


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 04 de julio de 2004

Interiores: El fin del diagnóstico

Jorge Besso

Sería por completo innecesario destacar o resaltar la importancia del diagnóstico en tanto y en cuanto es una práctica social de todos los tiempos pasados, presentes y futuros. El diagnóstico es una foto, más que una película, que permite calificar y encuadrar la enfermedad del cuerpo o del alma de alguien o la situación económica o social, o en definitiva cualquier situación que se desenvuelva en un momento determinado.

En cierto sentido la idea del diagnóstico es tan fuerte que no se trata solamente de un momento determinado, sino que desde el punto de vista de dicho dispositivo casi todos los momentos están determinados. Es que con respecto a los diagnósticos una invitada insoslayable es, precisamente, la idea de la determinación ya que sin la determinación no hay causa, y sin causa no hay efecto.

El fin del diagnóstico tiene aquí un sentido doble. Por una parte alude a la utilidad y a la función que tiene el procedimiento diagnosticador en cualquier campo en que sea necesario tener un cuadro de la situación: social, económica, política, orgánica o psicopatológica. Y por otra parte es una referencia a que el diagnóstico debe tener un fin, en el sentido de un límite.

Es decir que si el diagnóstico resulta imprescindible en el abordaje inicial de cualquier problemática, lo cual es especialmente cierto en las enfermedades del cuerpo y en las enfermedades del alma, sin olvidar que toda enfermedad del cuerpo también lo es del alma y viceversa, el fin del diagnóstico como límite quiere decir que dicho procedimiento o dispositivo, en tanto foto, no debe transformase en el famoso árbol que impide ver el bosque.

En realidad no sólo es célebre el refrán popular que trata de advertirnos con relación a que la visión del árbol no nos tape la visión del bosque, sino que más célebre aún es el humano por su enorme capacidad de olvidarlo. En este sentido se podría decir que los humanos somos un tipo de seres que nos pasamos la mayor parte de nuestra vida viendo más el árbol que el bosque. Lo que viene a querer decir que no siempre logramos tener un enfoque adecuado de nuestras cosas, y la dificultad está más o menos directamente ligada a la complejidad de poder distinguir y reflexionar en los distintos niveles en que se suelen organizar las problemáticas y que se pueden resumir, con cierto esquematismo, de la siguiente manera:

* Lo principal y lo secundario.

* Lo inmediato y lo mediato.

* Lo visible y lo invisible.

Con toda probabilidad se pueden hacer otras distinciones similares a estas y que podrían completar la compleja organización de los fenómenos, pero también es cierto que si pudiéramos manejar las tres desplegadas en el listado mejoraríamos considerablemente la calidad de nuestra vida. Muchas veces para no perder de vista lo principal hay que apuntar hacia lo mediato, para lo cual tal vez sea mejor guiarse por lo invisible, que por lo visible. Pero cómo, más aún teniendo en cuenta que más de una vez lo inmediato suele coincidir con lo secundario, y para colmo con lo único que tenemos a la vista, es decir con lo visible.

El humano en este sentido no tiene demasiadas guías al respecto, ya que si centra sus objetivos en lo profundo corre el riesgo de dejar pasar los trenes, ya que por lo general van por la superficie. Y si se sube a cada tren que le pasa por al lado nunca sabe para dónde va, ya que el destino será el destino hacia el cual se dirige el maldito tren y no el destino al que el sujeto, supuestamente, quiere ir y no puede decidir.

Sigmund Freud afirmaba que el hombre vive en el presente con cierta ingenuidad, es decir con escasa consciencia de sí mismo, de los otros y de las cosas. Pero si vivimos en el presente con cierta ingenuidad habría que decir que no sólo es con respecto al presente, sino que más bien vivimos con cierta ingenuidad. Es que vivimos en un tiempo -el presente- que nos resulta inasible y muchas veces en un espacio, o sea en un lugar, que más de una vez no es el más adecuado.

Estas son las famosas coordenadas de espacio y tiempo que sólo manejamos muy parcialmente, ya que el espacio y el tiempo lo manejan los otros. En primer lugar ese "otro" que habita en nosotros, respecto del cual ingenuamente creemos que está al alcance de nuestras manos, y sin embargo son las manos invisibles de ese "otro" las que muchas veces amasan tramos importantes de nuestra vida.

No es esto más que una referencia a los incontables propósitos que el humano se propone una y otra vez y no cumple, a lo que hay que agregarle las abundantes cosas con las que tíos y tías sueñan y han soñado, y mientras tanto se les va extinguiendo el tiempo de acceso al espacio de su realización, ya que si uno ve el tren es porque está en el tren. En segundo lugar está la famosa realidad de la que tanto se habla, y de la cual lo mínimo que podemos decir es que tiene una superpoblación de otros, verdaderos agentes dedicados a disponer de nosotros sin preguntarnos ni pío.

Una de las primeras averiguaciones que se suelen hacer todos los días es por la temperatura, a lo que bien puede seguirle una ojeada a la agenda, más que nada para saber qué ponerse. La cosa puede ser al revés (de cualquier manera no cambia demasiado) siempre se trata de una pregunta y un examen por lo nuevo, por lo por venir.

Pero sería muy bueno, en la medida de lo posible, recordar que cada día también habitamos en la historia, en la nuestra, pero para que sea tal conviene cada tanto recordar la fábula de aquel humano que por ver el árbol no vio el bosque. Demás está decir que ese humano somos nosotros. Tenerlo en cuenta es imprescindible para lograr la máxima aspiración posible, esto es ser co-autores de nuestra historia.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados