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 domingo, 27 de junio de 2004

Tensión social. La titular de Unión por Todos alertó sobre el accionar de los desocupados
Bullrich: "Si el gobierno no pone límite a los piquetes, puede haber víctimas"
Dijo que a Kirchner le conviene seguir con el modelo clientelar de los planes de ayuda social

Walter Palena / La Capital

La titular del partido Unión por Todos, Patricia Bullrich, prefiere no usar adjetivos para identificar a las distintas líneas piqueteras. Para ella no hay "duros" ni "blandos", sino dirigentes que utilizan la lógica de los punteros para lucrar con las necesidades de los desocupados que dicen representar.

Ahora que el fenómeno piquetero ocupó nuevamente el centro de la escena política, Bullrich, quien tuvo que lidiar con estos sectores cuando fue ministra de Trabajo de la Alianza, dijo que al gobierno de Néstor Kirchner no le interesa terminar con estas prácticas porque le son funcionales a su proyecto, centrado básicamente en el clientelismo como metodología, y esto vale tanto para los que comanda Raúl Castells o Luis D'Elía, los dos máximos referentes del movimiento de desocupados.

"Si el gobierno no pone límites, va a haber víctimas", advierte, y dice que la única solución para que los Castells o los D'Elía no tengan razón de ser es aplicar un sistema universal, "sin intermediarios, como ocurre en el resto del mundo".

En el plano estrictamente político, Bullrich dijo no sentirse una referente de centroderecha, fustigó a Kirchner por su "política bonapartista" y por creer que el poder se basa en la acumulación personal y no en la construcción de consensos con una agenda amplia que contenga los temas prioritarios para el país.

-Cuando fue ministra de la Alianza le tocó lidiar con los piqueteros. ¿Cómo analiza ahora este fenómeno social?

-El gobierno tiene una posición muy concreta. Por un lado, no quiere terminar con un sistema de política social, que es perverso porque le da a determinados sectores el manejo sobre la gente. Esto es muy claro. A mí me tocó pelear contra este fenómeno en un momento en que había menos de 80 mil planes sociales. Hoy hay 2.200.000 planes, y el 80 por ciento de ellos se destina a la provincia de Buenos Aires. Nosotros trabajamos mucho para tratar de que no hubiera manejos clientelares. En este contexto, el gobierno quiere mantener sus piqueteros propios, quienes manejan prebendas, dádivas y dinero. Por otro lado, están los que se autodenominan "duros", quienes van a seguir actuando en la medida en que no tengan límites.

-¿Cómo se tiene que actuar sin dejar de atender las urgencias sociales?

-El gobierno debería cambiar la metodología de una vez por todas y hacer un sistema universal en el que no haya ningún tipo de intermediación.

-¿A Kirchner le conviene potenciar este conflicto?

-Hasta cierto punto, porque esto genera hartazgo en muchos sectores sociales que sufren las consecuencias. Una persona que vive en el sur del gran Buenos Aires tiene problemas de discriminación al momento de buscar trabajo. Muchos empresarios dicen: "Si están del puente Pueyrredón para aquel lado, no nos sirve". Kirchner debería pensar en la gente que no se organiza detrás de los piqueteros. Todos estos ciudadanos están a merced de un gobierno que decidió no hacer nada.

-El gobierno argumenta que no actúa porque no quiere victimizarlos.

-Nadie quiere víctimas, pero en cualquier momento puede empezar a haberlas. La otra vez, cuando le pegaron a un taxista, no hubo una desgracia por casualidad. Si el gobierno no pone límites, va a haber víctimas, y después ¿qué va a decir?, ¿que no actuó la policía?. Tiene que tomar una decisión.

-¿Y cuál es para usted?

-Primero, cambiar la modalidad social: que no haya más Castells, D'Elía, punteros políticos, amigos del gobierno que manejen los planes sociales. Tiene que ser un sistema objetivo, como son todos los servicios de empleos en el mundo, donde la gente va a una ventanilla y busca su subsidio.

-¿Cómo evalúa los otros aspectos del gobierno de Kirchner?

-En vez de plantear una agenda amplia de temas, con consensos, lleva una guerra contra Duhalde, lo que oculta datos de la economía que son preocupantes, como las últimas cifras de la desocupación. Parece un progresismo sin progreso, porque hay un crecimiento sin empleo.

-La centroderecha se parece a la izquierda: están todos peleados y dispersos.

-Nuestro partido (Unión por Todos) transita una franja de gran equilibrio. No nos consideramos de centroderecha; sí podemos alcanzar acuerdos profundos con (Ricardo) López Murphy, como también lo podemos hacer con el ARI y el socialismo.

-¿Y con Macri?

-Está más cerca de Duhalde que de liderar una fuerza moderna. El partido de Macri es retrógrado.

-Usted impugnó fuertemente la designación de Carlos Bettini como embajador en España. ¿Por qué el gobierno lo defiende con tanta fuerza?

-Porque Kirchner tiene una visión bonapartista de la política: "el poder soy yo y nadie puede cuestionarme". También sigue la lógica del tero, grita contra la década del 90 y eligió para embajador a una persona que Menem colocó en el directorio de Aerolíneas Argentinas. Grita contra Repsol, pero su secretario general (Oscar Parrilli) fue en su momento miembro informante cuando se privatizó YPF.

-A pesar de todas las cosas que se probó, ¿cree que va a prosperar esa designación?

-Acá hay una gran contradicción. Yo la he escuchado muchas veces a Cristina de Kirchner hablar en contra de las mayorías automáticas del Senado. Y ahora el kirchnerismo usa la misma metodología. El otro día en el Senado se podía decir, como se dijo, cualquier cosa sobre Bettini. Pero los legisladores justicialistas ya tenían la decisión tomada. Es decir, hay obediencia debida. Vale decir que derogan la ley de obediencia debida para el sector militar, pero para ellos no; la siguen manteniendo.

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Bullrich reclama un sistema universal sin intermediarios.

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