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 domingo, 27 de junio de 2004

Réquiem para una empresa de sepelios
Ladrones llegaron como clientes a una cochería. Golpearon al dueño, ataron a empleados y robaron 15 mil pesos

De aspecto prolijo y con ropa de marca, dos hombres llegaron a la cochería de Corrientes al 1800 para pedir presupuesto para un servicio. Dijeron que un familiar agonizaba en el Hospital Clemente Alvarez y que pagarían al contado por no tener cobertura social. Por eso, Nicolás Copeto, el dueño de la empresa de pompas fúnebres, no dudó. Pero no demoraron en demostrar que todo era una farsa: golpearon en la cabeza al empresario con la culata de un arma, le ataron manos y pies y lo dejaron encerrado junto a tres empleados en la sala de exhibición de ataúdes. El atraco duró unos 10 minutos, durante los cuales uno de los hampones se comunicó al menos una vez con un cómplice que actuaba como "campana" en la calle. La "movida" les reportó un botín de 15 mil pesos en moneda nacional, dólares y euros, además de las pertenencias de las víctimas.

Copeto admitió a La Capital que se sentía tranquilo a pesar del mal momento de antenoche. "Mirá si me llegaban a matar a un empleado o a mí incluso acá dentro. Me robaron lo que gané con mucho esfuerzo en varios meses, pero una vida no vale 15 mil pesos", comentó en su oficina ubicada en la planta alta del edificio de Corrientes 1824, a pocos metros de Cochabamba. En ese mismo ambiente tuvo prácticamente cara a cara a los dos asaltantes. Uno tenía poco más de 40 años y el otro no llegaría a los 30. El mayor vestía una campera muy elegante, una gorra pituca y lucía lentes recetados. El otro tenía pelo largo, pero recogido con una colita. Los dos llegaron a la cochería con el cuento de que tenían un familiar al borde la muerte en el Clemente Alvarez y que querían saber cuánto costaba un servicio.

"Yo no puedo ponerme a revisar a toda la gente que llega a contratar un sepelio. Acá vienen personas a las 3 de la mañana, a cualquier hora, para arreglar estas cuestiones y yo no puedo desconfiar de todo el mundo", sostuvo el empresario al describir la sensación que tuvo al ver a los recién llegado. Los hombres anunciaron que no poseían cobertura de obra social y que abonarían al contado. Copeto entonces los invitó a pasar a su despacho que queda en la planta alta, pegado al cuarto de exhibición de féretros.

"Les pedí por favor que me acompañaran a la exposición de cajones, para que vieran precios y modelos. Hasta ahí no hicieron nada", rememoró Nicolás, que sufrió el despojo hasta de los lentes. En ese momento casualmente no se estaba prestando ningún servicio, por lo que el vasto local estaba vacío. Luego de subir las escaleras y cuando el dueño de la empresa abría la puerta del salón donde se apilan distintos cajones, el que lucía lentes y gorra sacó una pistola de grueso calibre y le asestó un culatazo en la cabeza. "Hijo de puta, dónde está la plata?", le gritó el delincuente muy nervioso a Nicolás, que quedó aturdido por el golpe. "Me ataron las manos a la espalda y los pies con una soga que trajeron ellos mismos preparada con nudos para que no se desenlace", agregó.

Copeto no se resistió y en todo momento quiso colaborar para que los ladrones se fueran lo más rápido posible de su empresa. "¿Cuánto hay acá?" le preguntaron al funebrero. En el fondo del edificio quedaban un empleado lavando un coche y un cafetero, que estaba a punto de retirarse. También había una administrativa. Los terminaron acompañando a Copeto en la sala de exposición de ataúdes, maniatados. Pero antes de sujetar las manos de la chica, le sacaron las llaves de la caja fuerte a Nicolás y le pidieron a la joven que abriera el cofre. De allí sacaron en total 15 mil pesos entre dólares, euros y moneda nacional. Pero tampoco se salvaron los objetos personales como anillos, relojes y lentes.

Durante el atraco, el empresario pudo escuchar que uno de los delincuentes modulaba por un teléfono celular. "Todo tranquilo, normal, ya nos vamos", anunció en voz baja uno de los asaltantes a un cómplice que al parecer permanecía en la calle. Después dejaron a todo el mundo encerrado con llave en el salón de los féretros y se fueron por el portón por el que salen las carrozas. Algunos testigos los vieron salir hacia Cochabamba a paso redoblado para luego virar hacia Entre Ríos.

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La sala de cajones de la funeraria de Corrientes 1824. Los ladrones tenían armas y avisaron que el robo "iba bien" por celular.

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