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 domingo, 27 de junio de 2004

Discernimiento y observación
Abrir los sentidos

No es novedad que los seres humanos venimos a la existencia para enfrentar, la mayoría de las veces, múltiples dificultades y para gozar fugaces momentos de paz y felicidad; pero sí puede ser algo renovador encontrar el camino para disminuir esas dificultades y disfrutar de mayor sosiego.

No podemos dejar de mencionar que nuestro destino, aunque a la mayoría no le resulte aceptable, depende de cada uno y para decirlo con más precisión, de la forma en que actuamos, lo cual es una consecuencia de lo que pensamos y sentimos.

Una práctica que actualmente cuenta con muchos adeptos y con una rica gama de variantes, es la relajación encaminada a armonizar la mente y la esfera emocional paralelamente con el aquietamiento físico. Cada escuela tiene su técnica pero podría sugerirse como un método sencillo el acostarse cómodamente boca arriba en la cama, sin hacer ningún esfuerzo muscular, respirando con total naturalidad. Así se tomará conciencia de cómo ingresa y egresa el aire a los pulmones para que ese ritmo acompasado influya paralelamente sobre la esfera mental y emotiva, trayendo equilibrio y armonía interior. Es un método adecuado, además, para conciliar el sueño.

El ejercicio de la observación ha sido ampliamente recomendado entre otros, por el pensador Jiddu Krishnamurti, quien a través de incontables disertaciones lo catalogaba como de extraordinario valor para despertar la capacidad de correcta captación de la realidad. Puede ser llevado a cabo por ancianos, adultos y niños porque el que mejor observa es más eficiente que el distraído, y obtiene las más jugosas enseñanzas de todo lo que lo rodea.

La observación está relacionada con el ver y el escuchar, y es frecuente comprobar que algunas personas no superan sus defectos y errores porque no observan imparcial y objetivamente aquello que contraria sus convicciones. La correcta observación debe realizarse a diario, en forma permanente frente a todas las circunstancias.


Otras prácticas
Otro ejercicio valioso es el discernimiento cuyo significado surge de la etimología de la palabra relacionada con las voces latinas "cernir" o "cerner", que significa separar con un cedazo o tamiz partículas gruesas de otras finas. Los seres humanos debemos acostumbrarnos a separar los hechos y las cosas esenciales de las que no lo son: el acierto del error, la realidad de la ilusión, lo verdadero de lo efímero. Con seguridad nuestros pesares se originan en la falta de discernimiento porque no sabemos separar las partículas "finas de las gruesas", en especial, en el momento de tomar decisiones.

Recordemos cómo Sócrates, 400 AC, enseñaba a sus discípulos cómo pensar correctamente y a conocerse a sí mismos mediante el ejercicio del discernimiento. Jesús incitaba a sus seguidores mediante parábolas a que reflexionaran sobre cuestiones prácticas de la vida diaria; en el siglo pasado Jiddu Krishnamurti y Rudolf Steiner, creador de la antroposofía, enaltecieron el valor del discernimiento.

Otro ejercicio de utilidad es la retrospección. Se lo lleva a cabo durante la noche una vez terminada la jornada diaria. Cómodamente acostado deben recordarse todos los hechos en los cuales uno ha intervenido durante el día en forma sucesiva comenzado por el más cercano de la noche, y terminando por el más lejano de la mañana. Uno debe valorar la intervención que le ha cabido juzgándola con imparcialidad y poniéndola en tela de juicio para ver con claridad si ha sido acertada o errónea, armónica o inarmónica, constructiva o destructiva.

Este ejercicio es valioso porque favorece el conocimiento de uno mismo, lo cual trae como consecuencia la superación de defectos y además ejercita la mente, haciéndola más obediente y flexible y con mayor capacidad de concentración.

Asumiendo con seriedad la práctica de la relajación, la observación, el discernimiento y la retrospección en pocos meses o quizás semanas, una persona puede cambiar su carácter, y por ende, torcer su propio destino.

Pedro Tavacca

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