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 domingo, 27 de junio de 2004

Plantea desafíos de los docentes ante un nuevo escenario
Alejandro Spiegel: "La escuela debe comenzar a resignificar sus contenidos y estrategias educativas"
El especialista advierte que aunque hoy se publica más información que nunca, sólo el 3% de la gente accede a ella

Eugenia Langone / La Capital

Las lecturas de la información que ofrecen los medios de comunicación y los cambios generados por la aparición de nuevas tecnologías son grandes desafíos para la escuela. Al menos así lo plantea el especialista en tecnología educativa Alejandro Spiegel, un convencido de que la escuela "debe comenzar a resignificar sus contenidos y estrategias educativas". Coordinador del Proyecto Nuevos Recursos para la UBA en la Sociedad del Conocimiento, Spiegel estuvo ayer en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), donde ofreció una charla sobre "las escuela frente a las nuevas lecturas". En diálogo con La Capital se refirió a "los códigos que ofrece la televisión, la computadora o Internet" y aunque indicó que "actualmente hay más información publicada que en ningún otro momento de la historia", advirtió que "sólo el tres por ciento de la humanidad tiene acceso a esa información". En el 97 por ciento restante están "los excluidos sociales, laborales y económicos". Y allí es donde se plantea el desafío de la escuela, de ayudarlos a "desarrollar las competencias necesarias para aprovechar y comprender la información disponible".

-¿A qué se refiere cuando habla "las nuevas lecturas que tiene que enfrentar la escuela"?

-Hablo de las lecturas que ofrecen los medios de comunicación, los códigos que ofrece la televisión, la computadora o Internet. Es decir, la posibilidad de comprender la información que hoy aparentemente está plenamente disponible. Muchos plantean que la información y el conocimiento están totalmente disponibles, pero en realidad no todos pueden acceder a este conocimiento. Actualmente hay más información publicada que en ningún otro momento de la historia; sin embargo, sólo un tres por ciento de la humanidad tiene acceso a esa información.

-¿Qué pasa con el 97 por ciento restante?

-En este 97 por ciento restante están los mismos excluidos de siempre, los excluidos sociales, laborales, económicos. El tema es dónde estos sectores desarrollan las competencias necesarias para aprovechar y comprender la información disponible. Y creo que la escuela es ese lugar donde ahora leer y escribir tienen nuevas definiciones, códigos y alcances. Y este es un problema ético, porque se trata de darle la posibilidad de acceso a la información a la gente, lo que tiene que ver con el ejercicio de la ciudadanía. El derecho a la información es un derecho humano, entonces, hay que generar las condiciones para que los alumnos desarrollen las competencias necesarias para acceder a esa información, comprenderla y operar con ella.

-¿La escuela está atrasada ante los cambios tecnológicos que ofrecen un nuevo escenario?

-La escuela aparece con muchas demandas, que empiezan por la comida. Pero la escuela tiene que resignificar sus estrategias y contenidos para poder dar cuenta de este nuevo escenario, y esto tiene que ver con cómo la escuela se vincula con la vida cotidiana de los alumnos. Hay que pensar la escuela como espacio de reflexión.

-Esto es fácil de pensar entre alumnos de clase media, pero no tanto las escuelas marginales donde los chicos tienen necesidades básicas insatisfechas.

-Cuando un chico tiene hambre no puede pensar ni aprender, y hay que buscar comida. Pero muchas veces ese no pensar más allá es reproductor de la desigualdad. Hay que incorporar a la escuela como un espacio de diálogo sobre la información, la televisión, los medios e Internet, porque muchos chicos, incluso de clases bajas, se gastan unas monedas en jueguitos electrónicos. Si esto pasa, hay que reflexionarlo en la escuela. Hay que dejar de decirles que no vayan a los jueguitos o no miren televisión, y empezar a dialogar sobre eso.

-¿Cómo están posicionados los docentes frente a este escenario?

-Estos son desafíos para los docentes. Pero no se necesita un docente informatizado hasta los dientes, sino uno que pueda participar de estos diálogos con los chicos dándoles un valor agregado, la posibilidad de interrogar y de buscar respuestas a las preguntas que los chicos hacen. El docente tiene que aceptar la existencia de Internet y de la televisión como un hecho comunicacional y como parte de la vida, para poder aprovecharlas. Y traer al aula la vida cotidiana de los alumnos demanda un docente abierto.

-Así como se les dice a los chicos que no miren televisión, también se plantea que con el uso de la PC pierden riqueza en el lenguaje y que leen menos...

-Usan un lenguaje nuevo. Es más, mientras la escuela sigue hablando lengua oral y escrita, el chat es una mixtura. No se pierde, se hace algo diferente a lo que hay que darle un sentido y no tomarlo como un hecho consumado. En cuanto a la lectura, estamos en un contexto donde se lee mucho, en la televisión, en la calle. El punto es que se leen menos libros, pero hay que ver si la escuela abre horizontes atractivos para que los chicos se enganchen a leer. Ellos tienen que tener una motivación. Ahora, si les decís que no usen Internet y que lean El Quijote, los chicos no van a leer El Quijote.

-¿Desde el Estado hay políticas que generen en la escuela estos espacios de reflexión?

-Sólo hay formulaciones voluntaristas, cuando esto debería ser una política de Estado y no una consigna de campaña. Pero hay que empezar por revalorizar el saber y preguntarse qué lugar tiene en el futuro, así como en los países del primer mundo el conocimiento se considera en proyecciones como factor de crecimiento. Hay cosas que cambiaron: hay tarjetas de débito para los desocupados, hay que leer planos de planta en los shoppings, hay máquinas expendedoras de tickets en los subtes, hay que leer determinados códigos para controlar una factura de teléfono. ¿Y cómo hace una persona que no puede leer toda esa información? Entonces, la escuela debe dar estas nuevas lecturas que no tienen como único escenario una computadora. La escuela debe intentar acortar estas desigualdades entre quienes no tienen acceso, y el docente debe pensar que sus alumnos van a tener mejores oportunidades a partir de lo que les enseña. La utopía es fundamental.

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Spiegel cree que la escuela debe aceptar y aprovechar las nuevas tecnologías.

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