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 domingo, 27 de junio de 2004

Poner el cuerpo. En Rosario hay muchos más casos de menores explotados sexualmente que los que llegan a la justicia
Pobreza, drogas y desamparo: la verdadera red de prostitución infantil
Hay villas donde las chicas "trabajan" hasta por un plato de comida. Otras hacen la calle por la ex Godoy

Silvina Dezorzi y Carina Bazzoni / La Capital

Martes, a las 18, avenida Presidente Perón. "Por acá deben patinar unas 15 pibas, todas muy jovencitas -suelta un travesti no mucho mayor-. La Laura, por ejemplo, empezó a los 13, la madre también hacía lo mismo. Con una familia así, ¿qué podés esperar?".

Jueves, mediodía, barrio Ludueña. "Acá hay un par de lugares donde tienen a varios pibes y pibas: a la medianoche los ves pasar, acompañados por una persona mayor. Los llevan para hacer prostitución a domicilio, mezclada con mucha droga". El relato circula entre los vecinos, extremadamente cuidadosos de no identificarse por terror a una represalia.

El mismo día, un poco más tarde, en Villa Banana. "Hay muchas pibas que laburan por un plato de comida, por cigarrillos, por lo que sea. Lamentablemente, para nosotros ya es común esto, ¿entendés? Lo único que hacemos es cuidar lo nuestro, nuestros pibes", dice una pareja con toda una vida en el barrio.

Estos son sólo tres de muchos otros testimonios que recogió esta semana La Capital mientras recorría algunas zonas de la ciudad, con la pregunta de si los casos de nenas prostituidas que se conocieron recientemente son hechos aislados o la punta de un iceberg que pocos quieren ver o que, por frecuente, ya está naturalizado.

Hace diez días, la policía allanó una vivienda en Deán Funes al 5000. Allí vivía José K. (o el "viejo José"), acusado de ser el proxeneta de al menos seis menores, una de ellas de tan sólo 10 años. Las nenas solían parar en la casa del hombre, quien también parece haber administrado el dinero de las más chicas.

Hace dos meses, por otro lado, una pareja quedó detenida por prostituir a dos menores de 12 y 16 años, una de ellas hija de la mujer, en una casa de barrio Azcuénaga. El caso se destapó por la denuncia de un cliente, que llegó al lugar tras acordar una cita por teléfono.

¿Situaciones puntuales? La respuesta no es unívoca, los funcionarios que trabajan en el área de Minoridad no lo registran como una problemática en aumento (ver página 4). Pero otro es el cantar cuando se habla del tema en algunos barrios, tanto si el interlocutor es un vecino o un referente de la comunidad. "Esto es el pan de cada día, hay casos a montones", dispara sin medias tintas el padre Edgardo Montaldo, del comedor Betania, en barrio Ludueña. Como responsables, el sacerdote apunta a los "mafiosos de siempre, de arriba y de abajo, toda una cadena".

Para entender el verdadero significado de las palabras del cura hay que hablar -disimuladamente- con algunos vecinos. Ellos dicen que por lo menos dos personas en el barrio reclutan a adolescentes, chicos y chicas. A veces los pibes duermen en las casas de estos mayores, otras veces vuelven con sus familias. Y hay droga de por medio.

Los ven pasar después de la medianoche rumbo a casas de clientes. "Los llevan a hacer prostitución a domicilio", afirman los vecinos. Más tarde también los ven volver, siempre escoltados. En algunos casos las familias -"hogares pobres, quebrados"- están al tanto y reciben compensaciones, por ejemplo, protección. "Si se enferman los hermanitos los llevan volando en auto al hospital", grafican.

Ni en la Dirección Provincial del Menor, la Mujer y la Familia, ni en el Area de la Niñez del municipio existen estadísticas o investigaciones que permitan dimensionar este problema. A nivel nacional, la Unicef realizó un informe que, aunque data del 99, todavía se considera el más completo en su tipo.

Entre los puntos más importantes destaca que la prostitución de niñas y niños es en Argentina una realidad "negada e invisibilizada por la sociedad" que sólo sale a la luz por "escándalos judiciales o mediáticos". Sin embargo, afirma que "es habitual la presencia de niñas, niños y adolescentes en circuitos de oferta sexual que no puede calificarse ni de aislada ni de poco significativa".

En los barrios pobres de Rosario esto no sorprende a nadie. Y sus referentes hasta comenzaron a llevar el tema a Tribunales. Desde la zona sur partió el martes pasado una denuncia judicial para que se investigue a una mujer que podría estar explotando a tres chicas menores en una vivienda particular. La situación habría sido revelada por una de las nenas, a partir de las sospechas que despertó en el barrio la frecuente llegada de autos con "hombres mayores".

También fue denunciada en reiteradas ocasiones la presencia de menores (frecuentemente de otras provincias y países limítrofes, con problemas de documentación) en volteaderos o prostíbulos ubicados de Pichincha y las cercanías de la Estación de Omnibus.


En plena calle
Pero no siempre los menores trabajan puertas adentro. A lo largo de 30 cuadras por la avenida Presidente Perón (ex Godoy), hay varios grupos de chicas a la espera de clientes. Algunas parecen estar por su cuenta, otras acompañadas siempre de un cafisho.

En el barrio las conocen. "Son cuatro o cinco pibas muy jovencitas, una no debe tener más de 14. Están todos los días a partir de la tardecita, muy desarregladas, y al lado siempre tienen a un tipo", dice la dueña de un comercio cercano a Circunvalación, que para el hombre no ahorra calificativos: "Es un asqueroso de unos 40 años, roñoso y de mal aspecto". Con los clientes no es más piadosa. "Son unos viejos degenerados, viejos verdes. Muchos en auto, y autos buenos, o camioneros".

Este diario llegó hasta Godoy después de hablar con vecinos del viejo José, quienes afirmaron que las chicas que se alojaban con él tenían parada en esa avenida. Y si bien no pudo hablar directamente con ninguna menor, sí encontró compañeros que demostraron conocerlas de cerca.

Dos travestis que recorren Godoy entre el 5000 y el 6000 dan nombres de por lo menos unas 10 chicas menores que trabajan en ese tramo y un poco más cerca de Avellaneda. Dicen que algunas paran en la casa de un tipo "que se las coge por un plato de comida", que son todas de Villa Banana, que "las familias las dejan de lado y entonces las chicas hacen lo que quieren" y que sacan un "buen dinero".

"Cobran 5 pesos el pete y 10 el polvo común. Por día se pueden hacer hasta unas 7 gambas (70 pesos)", afirma uno de los travestis. Los clientes "son siempre tipos grandes, casados", que si no pueden ir a un hotel aceptan usar "una pieza clandestina que por cinco pesos te alquilan vecinos de por acá".

En el ambiente de las trabajadoras sexuales el tema tampoco pasa desapercibido. "Cada vez se ven más menores en la calle. Chicas de 15, 16, 17 años. Ahora empiezan mucho más chicas", aseguran dos prostitutas que ya pasaron los 40 y tienen su parada en Mitre al 3200.

En la calle, a las menores no sólo se las conoce por su delgadez o escasa estatura. "Caminan más de noche, por ahí pasan dos o tres días en la calle, están sucias, desaliñadas, con el pelo desprolijo", dicen las mujeres. Aun así, "no les faltan clientes, tienen laburo", que suele llegar de la mano de "hombres más grandes, a los que les gustan las chicas tiernitas".


Cafishos y drogas
Al menos a los ojos de estas dos mujeres, otras dos cuestiones separan a las prostitutas de oficio de las menores. "Ellas cobran más barato, tienen que laburar el doble para conseguir lo que nosotras hacemos en una tarde", indican. El otro tema pasa por el consumo de drogas: "Se dan muchísimo, están completamente dadas vuelta", aseguran.

Uno de los travestis que camina por Presidente Perón pinta más o menos la misma historia. "Toman mucha merca, mucha pastilla. Eso es caro, y cuando tienen plata pinta merca, no solución ni pegamento. Eso lo usan cuando están muy dadas vuelta y quieren irse a dormir", dice. A su juicio, la droga, el desamparo familiar y "el gusto por la plata fácil" son las razones que empujan a las menores a la calle.

Desde el corazón mismo de Villa Banana, la mirada es más descarnada. "No, qué merca, a la merca ni la ven. Laburan porque están cagadas de hambre", disparan Walter y su esposa, nacidos, criados y actuales vecinos del barrio. Su versión es que en esa zona muchas chicas se prostituyen "por un potecito de solución para pegar parches de bicicleta (usada como droga), un plato de comida, cigarrillos y hasta para conseguir un lugar donde pasar la noche".

La mujer dice, incluso, que la edad de inicio en la prostitución para algunas nenas no pasa de los 11 ó 12 años y que las familias están enteradas. "Lamentablemente, para nosotros es algo muy común", dice. La frase suena lapidaria: "Ya nos acostumbramos".

La pregunta de si las menores "trabajan por su cuenta" o son explotadas comercialmente por otros recibe distintas respuestas. Con años en el gremio, la tesorera de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina, Blanca Ibánez, sostiene que las chicas prostituidas "están aleccionadas para decir que nadie las explota, pero siempre tienen a un degenerado atrás, que vive de lo que traen". A veces, aclara, se trata de las propias familias. La mayoría de estas, como dicen en barrio Ludueña, "pobres y quebradas", que no hacen más que repetir una historia que años antes los tuvo como protagonistas.



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Jueves a la noche, en Presidente Perón al 4000. Las chicas hacen la calle y esperan la llegada de clientes. En general son muy jóvenes.

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