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 martes, 06 de abril de 2004

La pasión de cristo

El primer día que se proyectó La Pasión de Cristo tuve la oportunidad de verla y experimenté un dolor profundo, por cuanto refleja los verdaderos momentos de crucifixión de Nuestro Señor. Todos los asistentes estábamos absortos por las escenas que se estaban viendo. Estábamos atónitos en nuestros asientos y pensábamos en cuántas veces en nuestro proceder diario tomamos el papel de Judas. Durante la misma está la verdadera Pasión, que fue extractada de los verdaderos Evangelios. El director Mel Gibson consiguió su cometido, es decir exponer los momentos más feroces que soportó Cristo durante sus doce horas de agonía. Resulta difícil de creer que la tilden como una película antisemita, ya que lo único que se quiso exponer es cuánto nos amó y nos ama Jesús, que entregó su vida por nuestra salvación. No tengo ánimo de polemizar con nadie, ni herir susceptibilidades de nadie, solamente es mi humilde criterio, que tiene a Jesús arraigado profundamente en el corazón. Lo único que queda es el gran amor que Jesús sintió por todos nosotros, y todo el sufrimiento por el que debió atravesar para cumplir con la voluntad del Padre, porque así estaba escrito. Lejos está de pensar en quién tuvo la culpa de la crucifixión, ya que si buscamos culpables, todos somos culpables, porque día a día Jesús vuelve a ser crucificado nuevamente con los robos, violaciones, muertes, sin importar en qué país se cometen. La responsable de estas crucifixiones reiteradas es la humanidad toda, que todavía no ha comprendido el mensaje de amor y perdón y paz que nos enseñó. Esta película no ataca directamente ni a los romanos, ni a los fariseos, ni mucho menos a los judíos, ya que el mismo Jesús y madre eran judíos; por lo tanto, nos hace un llamado a la reflexión, para que procedamos y actuemos con comprensión hacia nuestro prójimo, sin rencores, con solidaridad y verdadero amor.

Manuel Félix Simón



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