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 miércoles, 24 de marzo de 2004

La mejor historia jamás contada desde una óptica sensacionalista
"La pasión de Cristo", de Mel Gibson, llega mañana a los cines rosarinos
La película, que recrea las últimas doce horas de Jesús, visita el pasado desde una perspectiva conservadora

Fernando Toloza / La Capital

Buenos Aires (enviado especial).- La polémica película de Mel Gibson "La pasión de Cristo" llega mañana a los cines de Rosario y de todo el país en 100 copias. El filme, cuyo costo de producción fue de 25 millones de dólares, puestos por el propio Gibson, ya lleva 300 millones de dólares recaudados sólo en los Estados Unidos y esta semana comenzó su estreno en Latinoamérica, donde también se espera que arrase en la taquilla. Precedida de una intensa polémica, a la película le bastó coquetear con el escándalo para romper todos los pronósticos y convertirse ya en el filme del año. En una función privada organizada por la cadena Fox, distribuidora de "La pasión..." en la Argentina, La Capital vio la película que tiene en vilo a los espectadores por su mirada sobre la muerte de Cristo.

La polémica que despertó "La pasión de Cristo" se expresó en dos niveles. El primero, desde el contenido del filme. Entidades judías de distintas partes del mundo sostuvieron que Gibson pintaba a los judíos como responsables de la muerte de Cristo, una tendencia que dividió durante años catolicismo y judaísmo, y que tuvo un cierre con el Concilio Vaticano II, en los años 60, donde el catolicismo fijó su posición: el pueblo judío no era responsable de la muerte de Cristo. Por su parte, asociaciones cristianas han visto en el filme un nuevo emblema de sus creencias y envían a sus fieles a verla en masa. En la Argentina, numerosos cines han vendido funciones completas a distintas congregaciones.

El segundo nivel de la polémica radica en la legitimidad de hacer una gran negocio con la fe. Y para que el negocio funcione mostrar la historia de Jesús desde un punto de vista sensacionalista. Filmada en Roma, en los estudios de Cinecittá, y en la localidad de Matera, para las escenas en exteriores, "La pasión de Cristo" es una película sangrienta. Esta muestra de la sangre, más que una relación directa con el catolicismo, tiene que ver con el punto de vista desde el cual Gibson narra la película. El director tiene entre sus manos a uno de los personajes más fascinantes de la historia humana (Jesús) y para que su historia siga siendo rendidora, en términos de impacto y de dinero, el realizador eligió mostrar lo que el cine nunca mostró plenamente: el sufrimiento corporal de Jesús en todo detalle, desde los primeros golpes hasta la misma crucifixión con los clavos entrando en las manos y los pies de Cristo.

En cuanto al punto crucial del antisemitismo de la película, Gibson cuidó el asunto. Fomenta la acusación pero se deja una puerta de escape obvia: los judíos que participan en el "enjuiciamiento" de Jesús han sido comprados por Caifás, el sacerdote que se erige, en el filme, como el gran villano.

Las golpizas que Jesús recibe en el filme le son propinadas primero por soldados judíos; luego por sacerdotes judíos; después por gente del pueblo judío comprada; tras ellos llegan los romanos, en varias sesiones, y otra vez aparece un confuso pueblo judío por las calles de Jerusalén, donde no se sabe si es la misma "chusma" reclutada por Caifás. Igual la película da señales de que hay gente del pueblo (especialmente mujeres) que se apiada y horroriza del sufrimiento de Jesús, y también hay algunas conversiones, como la de un judío que es obligado a cargar la cruz por Jesús, y un soldado romano.

Pero la mejor carta que Gibson pretende jugar para zafar de las acusaciones de antisemitismo son las palabras de Jesús en su filme pidiendo "amar a los enemigos".

Estéticamente se trata de una película muy teatral y con una historia muy lineal, donde apenas hay algunos flashbacks (María Magdalena, la última cena, por ejemplo). Recuerda, quizá por el hecho de haber sido filmada en estudios, a clásicos de otra época ("Ben Hur", "El manto sagrado"). Si el espectador sigue con interés las dos horas y minutos que dura el filme es porque funciona a la perfección el recurso de los íconos.

La película pone en escena íconos arraigados por dos milenios, tanto de fe como de arte. Poncio Pilatos lavándose las manos, María abrazando el cuerpo sin vida de Jesús y Pedro negando tres veces a su maestro son imágenes e historias indisolublemente unidas a la historia humana, y Gibson las pone, como haría cualquier otro director, en su filme. Entonces se siente que la película avanza porque se encuentran las referencias que se esperan encontrar.

Quizá hubiese sido más interesante contar la historia a partir de otros hechos. Cualquier vida tiene múltiples entradas. Basta que se elija un eje y se lo siga. Gibson eligió el canónico y para hacer la diferencia apostó a escenas fuertes. Una decisión conservadora.

En el inicio de "La pasión..." se cita al profeta Isaías y se habla de cómo Jesús fue "triturado". El filme se propone entonces como una picadora de carne. Y si emociona es porque tiene en sus manos nada menos que una de las mejores historias jamás contadas. La de un hombre que asume los pecados de todos los hombres y que, siendo un Dios, se niega a usar sus poderes. La historia de Jesús es una religión, pero también es una estética poderosa que aún sigue funcionando, y lo seguirá haciendo mientras la especie humana esté constituida por padres e hijos, porque al fin y al cabo el corazón de la cuestión es cómo un padre y una madre ven la muerte de su hijo, quizá la mayor tragedia humana, la más íntima e intrasferible.

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Jim Caviezel encarna a Jesús.

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