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 sábado, 21 de febrero de 2004

Reflexionar
Hoy todos estamos aplazados

Verónica Benas (*)

Los bochazos generalizados en los exámenes para el ingreso universitario no se deben al fracaso conjunto de aspirantes y docentes. Esa sería una interpretación irresponsable de un problema mucho más serio y que abarca a todo el proceso educativo en su conjunto.

Cuando lo que está en exposición es el fracaso colectivo, muchos caen en la fácil tentación de eludir las responsabilidades y achacar culpas en la esfera de lo inmediato o lo más próximo. Y como de la escuela se trata, los primeros acusados son sus actores. Pero las causas profundas de este evidente "fracaso educativo" no son la falta de "vocación de estudio" de los jóvenes, ni la supuesta incapacidad de los docentes que los formaron por no enseñar lo necesario, ni la familia que no se ocupó lo suficiente. Es necesario indagar un poco más allá.

Desde hace más de treinta años en nuestro país, los distintos gobiernos que hemos sufrido optaron sucesivamente por renunciar a la soberanía y al desarrollo social, cultural y económico nacional. La decisión política de convertir a la Argentina en una factoría se tradujo en brutal abandono del pueblo argentino. Sin rumbo propio, fuimos obligados a transitar un camino que nos llevó a la exclusión, la miseria, la marginalidad, el empobrecimiento y el despojo, al mismo tiempo que asistimos al espectáculo indecente de la acumulación sin límites de la riqueza en manos de unos pocos sin escrúpulos.

Sin proyecto de país en el que la democracia y la dignidad de las personas, la cultura del trabajo y la producción, la justicia y la solidaridad sean el eje de la toma de decisiones políticas, el éxito educativo es un objetivo prácticamente inalcanzable.

Pensemos en los jóvenes y adolescentes que egresaron del polimodal y hoy no aprobaron los exámenes. ¿Cómo perciben la sociedad en la que viven? ¿Qué esperanza de progreso social es la que abrigan, si saben que la mitad de la población está desocupada o bajo la línea de pobreza? ¿En qué condiciones morales y materiales estudian, si advierten que en nuestra sociedad el éxito no es resultado del trabajo y el esfuerzo? Cuando no hay proyecto a mediano y largo plazo que otorgue sentido a lo que hacemos, es difícil no quedar atrapados en la cultura de la inmediatez, de la banalidad, en el ejercicio repetido del "zafar".

Desde hace muchos años venimos comprobando que los jóvenes en su mayoría no leen, y que cuando lo hacen tienen enormes dificultades para interpretar los textos, realizar abstracciones, organizar ideas, comprender el significado de palabras que no se usan cotidianamente. Somos conscientes de que los chicos cuentan con un lenguaje empobrecido y de que no llegan a desarrollar satisfactoriamente las demás habilidades vinculadas con la producción de textos.

Este largo proceso de deterioro generalizado no podía producir mejores resultados. Y esto sólo refiriéndonos a aquellos jóvenes que al menos intentaron ingresar a la Universidad. La preocupación es mayor si pensamos en los miles que no completan las etapas de la enseñanza que las leyes fijan como obligatorias, los que abandonan la escuela, los que viven en las calles, los que sufren desnutrición y violencia.

Las políticas educativas impulsadas por el menemismo, subsidiarias de políticas de dependencia y sumisión a los intereses de los centros de poder internacionales, nos embarcaron en la más profunda crisis educativa: se perdió identidad nacional, se atomizó el sistema, se desarticuló su estructura, se deterioró la calidad educativa.

La ley federal de educación fue el instrumento de ejecución de esas políticas y ha tenido como efecto indiscutible profundizar el deterioro de la educación en la Argentina. El polimodal, que sustituyó a la escuela secundaria y a la educación técnica, constituye un rotundo fracaso.

En nuestra provincia los ministros de Educación del gobierno de Reutemann, con la ley federal en la mano, cumplieron prolijamente la tarea de azotar a la educación pública. Decían que era necesario un cambio, y apagando el fuego con nafta, desarmaron lo que, aunque era perfectible, funcionaba: tiraron por la borda a las escuelas técnicas e industriales, liquidaron los bachilleratos, dejaron de otorgar títulos y confundieron a alumnos, padres y docentes con tecnicismos que sólo pretendían ocultar la desinversión del Estado y el ajuste en educación.

Dada la situación actual la perspectiva es difícil, pero imaginar una salida al problema es nuestra responsabilidad. Desde el ARI, la preocupación por recuperar una educación pública de calidad y para todos no es un discurso vacío. Conocemos profundamente el problema educativo y tenemos propuestas para superar la crisis, y entendemos que el primer paso es dar marcha atrás con la implementación de la ley federal en nuestra provincia. Antes de que el desastre se haga mayor, es preciso suspender inmediatamente este proceso destructivo de "reforma" y realizar una seria evaluación del estado de la educación santafesina, con participación de todos los sectores involucrados, especialmente los docentes y los alumnos que han sido sistemáticamente victimizados en este proceso.

En su primer gobierno, Jorge Obeid empezó a instrumentar la reforma educativa en Santa Fe. Hoy tiene la posibilidad y la responsabilidad de corregir ese error. Los santafesinos esperamos que tenga la valentía política de reparar el daño causado.

(*)Diputada provincial por el ARI. Integrante

de la comisión de Educación de la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe

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