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 sábado, 21 de febrero de 2004

Para un investigador de la Unesco, los padres deben acompañar de manera coherente a la escuela y el Estado darle prioridad a la formación de los maestros
Juan Carlos Tedesco: "Antes un chico aprendía a escribir bien, hoy no lo logramos"
Se avanzó en cantidad pero no en calidad educativa, dice el educador Juan Carlos Tedesco

Marcela Isaías / La Capital

Cada vez que se analiza la situación educativa en general y la escuela es la protagonista de una charla entre adultos, es común que se afirme con soltura que "antes se aprendía más". Lejos de contrariar esta idea, el educador e investigador Juan Carlos Tedesco analiza la opinión "como un dato de la realidad", pero inmediatamente opone otros: "Antes también ingresaban menos chicos a la escuela y muchos menos eran los que permanecían en ella".

Por eso para el titular del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (Iipe), de la Unesco, este año si la escuela quiere revertir los males que la aquejan deberá centrarse en la lectoescritura y en la matemática. Los padres -aconseja- tendrán que acompañar de manera coherente el proceso educativo y las políticas educativas deberán tener a los docentes en la mira de los cambios: más capacitación y formación "porque esto no se arregla con nuevos contenidos", afirma.

Tedesco es autor de numerosos textos destinados a la educación. En una charla con La Capital sobre el inicio de clases, muestra también su preocupación por las enormes diferencias que hay entre los chicos que viven en distintas regiones a la hora de aprender. "Parecen de distintos países", advierte.

-Al hablar de la situación educativa actual, muchos padres suelen decir que "antes de aprendía más y mejor". ¿Es así?

-Las realidades sociales son construidas y si la gente cree que fue mejor, no hay más remedio que aceptarlo como dato de la realidad. Pero la verdad es que no sabemos si fue mejor, porque depende de cómo se mire el tema. Antes había menos alumnos y estaban menos tiempo en el sistema. Cuando se decía que había una escuela pública de calidad, era verdad, pero sólo llegaba el 35 por ciento de los alumnos al secundario, hoy lo hace el 70 por ciento. Si se lo mira desde el punto de vista cuantitativo, hoy estamos mucho mejor que antes. Sin embargo, es cierto que lo que no hemos podido hacer es garantizarles a todos los nuevos que entraron la misma calidad que tenían los pocos que ingresaban antes.

-En este caso, también los padres oponen como ejemplo que se aprendía a sumar, a restar y a escribir con calidad.

-Antes, un chico de una familia pobre iba a la escuela primaria de seis grados y egresaba aprendiendo a leer y a escribir bien. Hoy no lo logramos. Los dos problemas son ciertos, hemos hecho avances cuantitativos, pero en calidad estamos peor. Y estamos peor en general. Pero, además, lo que existe en la Argentina es mucha más desigualdad. Basta mirar los resultados de las pruebas del ministerio para comprobar las diferencias que aparecen en los logros de aprendizaje entre los alumnos de la ciudad de Buenos Aires y los de una escuela formoseña o de Santiago del Estero, parece que se tratara de países diferentes. Obviamente que estas diferencias están asociadas a las condiciones de vida.

-¿No existe también una gran distancia entre lo que se debería aprender en cada nivel y lo que realmente se aprende, más allá de las regiones?

-Ese es un dato que existe cuando se miran los resultados de las pruebas en relación a los contenidos curriculares, y sí, realmente la diferencia entre lo que un chico tendría que saber y lo que realmente sabe es muy grande. Pero no pongamos el acento en la evaluación, porque en definitiva lo que el maestro tiene que hacer es enseñar y el alumno aprender. La evaluación es el último eslabón de un proceso muy largo que es el de aprendizaje. Si la mayoría no aprueba estos contenidos, quiere decir que el problema no está en él sino en el sistema. Y esto especialmente hay que atenderlo en el nivel obligatorio, donde debe garantizarse que el chico apruebe. Pero es verdad que este problema se involucra con otro muy serio dado por una pauta cultural propia de nuestra sociedad: aquella que pone el acento en el facilismo y no valora el esfuerzo en los logros, en la exigencia.

-Aunque este no es sólo un problema escolar.

-Claro. No somos exigentes no sólo en la escuela sino también socialmente. No vamos a echarle la culpa a la escuela de algo que viene de afuera. Esas expresiones, como "la plata dulce", son una manera que elige la sociedad para decirle a sus jóvenes que la mejor manera de ganar la plata es la especulación financiera, entonces después no podemos exigirles esfuerzo a esos jóvenes.

-A la hora de las exigencias, ¿qué papel le cabe a los padres?

-Primero es necesario distinguir situaciones. No es lo mismo una familia muy pobre, como en muchos casos tiene hoy la Argentina, donde además no existe la figura paterna y está sólo la madre a cargo del hogar; o donde son desocupados y viven por debajo de la línea de pobreza, que aquellas familias con mejores condiciones materiales para garantizar a sus hijos buenos aprendizajes. La familia tiene que acompañar a la escuela con un mensaje de exigencia que sea coherente con la de ella. La diferencia está para esas realidades donde la escuela tiene que compensar, no ser menos exigente, sino que debe hacerse cargo y no exigirle al padre algo por lo que no puede responder porque está fuera de sus posibilidades hacerlo. Por eso aquellas escuelas con un alumnado muy numeroso y de bajos recursos deberían ser de doble escolaridad. Es en esos casos donde el Estado debe ofrecer una escuela de más horas.

-¿Dónde deberá poner el acento este año la escuela argentina?

-En la escuela básica, en la lectoescritura y en la matemática; también en la secundaria. Pero, por otro lado, el gran desafío será que los jóvenes encuentren en la escuela un lugar de aprendizaje, que la secundaria no les resulte un lugar vacío, sino que sea de esfuerzo. Y en términos de estrategias, la política educativa de este año y de los próximos debería pasar por dar prioridad al maestro, al profesor, porque de lo contrario no se darán las mejoras necesarias. Es necesario tener una política hacia el sector docente, de formación inicial, capacitación, condiciones de trabajo y salarios. La situación no se arregla cambiando contenidos o aspectos formales de la educación. Si no tocamos el sector docente será difícil que todos lo demás cambie o se modifique lo que pasa en la escuela.

-Ya que hablamos de esfuerzos y exigencias ¿cómo debe encarar la escuela la educación en valores?

-Debe ser central. El tema pasa por definir cómo se hace. Algunos sugieren incluir una materia, pero los valores no se aprenden leyendo de un libro de valores. Esto tiene que ver con un clima institucional, porque la mejor enseñanza en valores es con el ejemplo: que esos valores se vean. Una escuela donde haya disciplina, exigencia, responsabilidad en los resultados.

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Proponen que este año el acento esté puesto en la lectoescritura y en la matemática.

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