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 sábado, 21 de febrero de 2004

Nuevas tecnologías. La integración a la tarea pedagógica
La informática, una revolución aún pendiente en la enseñanza

Marcela Czarny (*)

Michael Dertouzos, ex director del Laboratory of Computer Science del MIT, remarca, en su libro "Qué será", que todas las revoluciones socioeconómicas que vivió la humanidad modificaron, de algún modo, la educación. La primera revolución industrial la afectó porque los niños comenzaron a ir mejor alimentados a la escuela, y entonces el rendimiento educativo mejoró sustantivamente. La segunda revolución industrial, con los nuevos medios de transporte, permitió un acceso menos dificultoso de los chicos a los ámbitos educativos. Ni qué hablar de la optimización de las clases cuando comenzó a haber luz y calefacción en las aulas.

Ahora, la revolución de la información afecta directamente al corazón del proceso de enseñanza aprendizaje a través de la posibilidad de adquirir información, organizarla, transmitirla y procesarla. Es decir, que es la primera revolución socioeconómica que ofrece cambios directos en el proceso de enseñanza aprendizaje.

Pero, desgraciadamente, la educación va más lenta que la medicina, el comercio y las industrias de la comunicación. Las instituciones educativas están insertas en frustraciones y fracasos en los intentos por incursionar y apropiarse de las nuevas tecnologías.

Para entender este fracaso, el especialista en tecnologías educativas Jorge Rey Valzacchi propone un ejercicio mental: imaginarse que, por una semana entera, desaparecen de la escuela todos los instrumentos y dispositivos que "trajo" la "revolución informática", y luego preguntarse: ¿Cuántos docentes se darían cuenta de la ausencia de los mismos? ¡Muy pocos! ¡Y después de cuánto tiempo!

Es que todavía no existe una real integración y necesidad de las herramientas tecnológicas. Pero las instituciones educativas, los maestros y los padres no se pueden dar por vencidos: simplemente porque el lugar donde se prepara a los chicos para el futuro no puede sostener por mucho tiempo la escisión con los otros ámbitos de la vida.

Ya sea por no escindirse de la realidad "muros afuera" o por superación propia, es indispensable el trabajo para una real incorporación de las nuevas tecnologías en la escuela. Esta debe ser mucho más profunda que comprar una nueva computadora, un nuevo CD o una cámara digital. Es trabajar en el cambio de nuestros esquemas de pensamiento, es insistir en el uso de los dispositivos hasta entender cuál es el plus y cuál es la mejora que su uso puede traer al docente, a la institución y a los alumnos. El final, seguramente, será positivo e implicará ese reacomodamiento de las estructuras. Cuesta, pero es beneficioso.

Y, ¿cómo vemos los avances en ese reacomodamiento? Muy simple, midiendo la diferencia entre la naturalidad en que se usan las nuevas tecnologías y la tiza y el pizarrón. No seguir con el esquema de enseñanza "asistida" por las computadoras, sino avanzar en una integración real de las mismas al quehacer diario.

Pero, volviendo a los maestros, motor de toda escuela e institución educativa, la invitación es a perder el miedo (o la indiferencia) a las máquinas, y desde el placer personal, y solamente desde el placer personal, buscar amigarse con las tecnologías.

El ejemplo es Margarita, maestra, que después de negarse sistemáticamente a poner las manos en el teclado, descubrió que no sólo podía escribir más rápido y borrar lo que se arrepentía sin tachones indeseables; también descubrió un nuevo soplo de vida al descubrir que le podía escribir a su hija que vive en Australia. Más la alegría que tuvo al día siguiente, cuando recibió una foto de sus nietos de ese mismo día. Seguramente, la próxima planificación de ciencias sociales de Margarita incluirá algún tipo de comunicación de sus alumnos con otros niños del país y del mundo.

(*) Directora de Chicos.net - Master

en tecnología educativa

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La escuela no puede sostener una escisión con los cambios tecnológicos.

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