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 sábado, 21 de febrero de 2004

Tribuna
La infraestructura, al borde del colapso
Una parte de lo mucho que aporta el campo debería servir para desarrollar un programa de obras estratégicas

René Bonetto

La agriculturización de la pampa argentina y otras regiones es un proceso acentuado en los últimos años. Favorables precios relativos, tecnología y un buen clima lo hicieron posible. Como consecuencia, la producción de cereales y oleaginosas pasó de 40 millones de toneladas en la década del 80 a más de 65 millones a fines de los años 90, alcanzando los 71 millones en la campaña 2002/03.

Para el ciclo agrícola en curso (2003/04) se pronostican volúmenes que oscilan entre los 76 y 77 millones de toneladas de granos.

En los últimos años, alrededor del 80 por ciento del total producido en el país se exportó por los puertos del río Paraná, ubicados entre Puerto San Martín y Alvear, transformando a ésta región de la provincia de Santa Fe en uno de los centros de molienda y embarque sojeros más importantes del mundo.

Para este año, y en adelante, esta cifra seguramente se incrementará aún más, habida cuenta de la habilitación del puente Rosario-Victoria y las nuevas inversiones en industrias aceiteras y puertos que se han anunciado recientemente.

El transporte de la producción se hace aproximadamente un uno por ciento por vía fluvial, un 17% por ferrocarril y el resto (81-82%) por camiones, lo que está muy lejos de ser lo ideal, aunque es lo real.

Estudios conocidos indican que en los meses pico de cosecha gruesa (marzo-abril-mayo) en años anteriores circularon por la región 15 a 20 mil camiones diarios entre cargados y vacíos. Hoy, con cosechas más importantes en volúmenes especialmente por el aporte de la soja, la cantidad indiscutiblemente será aún mayor.

Los santafesinos ya conocemos, por la experiencia de años anteriores, los graves inconvenientes que la movilización de esta riqueza, con la que el país afortunadamente cuenta, afronta y genera.


Una realidad que se repite
Todo hace suponer que en los próximos meses la situación adquirirá ribetes caóticos, lo que será seguramente noticia en diversos medios.

Camiones en las banquinas, caminos cada vez más deteriorados, dificultades para el tránsito, falta de seguridad vial y de la otra, condiciones deplorables de vida para gente que está en la actividad y en general, inconvenientes de variada índole en toda la región, que obra al respecto como un embudo, son hechos que se observan año a año de manera creciente.

Los hechos demuestran que no hay grandes dificultades en incrementar la producción y que los problemas se originan en su movilización que, aunque finalmente se haga de cualquier manera, dejan en evidencia un fenomenal cuello de botella por cuya superación hasta ahora ha hecho mucho más el sector privado que nuestros gobiernos.

Cosechas en aumento, inversiones privadas cada vez más importantes en industrias y puertos complementando adecuadamente el esfuerzo productivo, no se compadecen con las casi nulas inversiones en infraestructura, en algunos casos cada vez más deterioradas como rutas y caminos secundarios y terciarios imprescindibles para sacar la producción.

El sector agroalimentario generó más de 16.000 millones de dólares por exportaciones en el año 2003, lo que representa un 55% del total de la Argentina. Un 85% del aumento de las ventas externas totales provino del sector. Las retenciones a las exportaciones le hizo ingresar al fisco una cifra superior a los 7.000 millones de pesos el año pasado.

Resulta difícil de comprender entonces, la inexistencia de un proyecto estratégico que capitalice y proyecte esta gran fortaleza con que hoy contamos los argentinos.


Los servicios esenciales
Plantas de almacenamiento, rutas, desarrollo del ferrocarril y la vía fluvial, que son los medios de transporte más adecuados para este tipo de producción, playas de estacionamiento, servicios, seguridad, debieran ser los ejes de un proyecto integral de desarrollo que facilite el proceso de lo que al presente ya tenemos y movilice, además, otros sectores de la economía.

Mucho más difícil de aceptar es el hecho de que todo lo que el Estado recauda se gaste y no se reinvierta nada o casi nada. Difícil y riesgoso, porqué esta situación tan favorable para la soja que es una bendición para el país y que al gobierno le ha llovido del cielo, seguramente, como ocurrió en oportunidades anteriores, no será eterna y entonces todo será más complicado.

Las retenciones a las exportaciones agrarias son un impuesto que debiera desaparecer rápidamente en un país que necesita crecer. La devaluación y los altos precios internacionales las hacen posible en éste momento.

Debiera aprovecharse entonces la oportunidad invirtiendo una parte de lo que se recauda en atender esta cuestión vital para superar esta gran limitante y seguir creciendo.

De esta manera, incluso se generarían puestos genuinos de trabajo y muchos de los que hoy son beneficiarios de planes sociales podrían hacer realidad aquello de "ganarás el pan con el sudor de tu frente".

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El embotellamiento, una postal que se repite año tras año.

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