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 domingo, 08 de febrero de 2004

Lecturas. Novela de Sergio Ramírez sobre la Revolución Sandinista
"Sombras nada más", la historia se repite como comedia

Carlos Roberto Morán / La Capital

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez (1942) fue uno de los más caracterizados dirigentes del sandinismo, al punto de haber ocupado la vicepresidencia de ese país luego del triunfo de la Revolución, en 1984. Sin embargo los disensos políticos cada vez más marcados lo fueron alejando del Frente Sandinista hasta terminar rompiendo con él. En la actualidad el escritor se dedica exclusivamente a la literatura, a la que retornó con gran fuerza a partir de "Margarita, está linda la mar", con la que obtuviera el Premio Alfaguara en 1998.

Ahora regresa a la novela con "Sombras nada más", una extensa historia que toma como dato central el juzgamiento y la condena a fusilamiento de un protagonista especial del período somocista, Alirio Martinica, quien fuera secretario privado del terrible y sanguinario "Jefe", Anastasio Somoza, y que cayera en desgracia poco antes del triunfo de los rebeldes.

Se podría decir que Alirio es un personaje "quintaesenciado" de un período de profunda corrupción, hombre llegado de la miseria y fruto del esfuerzo personal al corazón mismo de ese poder instalado por el padre de Somoza en 1937 (gracias al apoyo de Estados Unidos) y mantenido con mano férrea durante décadas.

Somoza hijo era tanto o más canalla que su padre, pero carecía de sus habilidades políticas, aunque no era totalmente obtuso a la hora de "dividir para reinar" y, especialmente, para volverse millonario a base del delito como forma de entender el uso y el abuso del Estado que manejaba de manera omnímoda. Alirio supo aprovecharse de todo eso y serle fiel desde las sombras, mientras el régimen se mantuvo sólido. Poco antes de que el sandinismo comenzara a corroerle sus bases, a costas de grandes sacrificios, de múltiples baños de sangre, Martinica cayó en desgracia y la Revolución lo sorprendió aislado en una finca, rico, pero al mismo tiempo desdeñado por el régimen que tanto había contribuido a sostener.

Martinica fue capturado por las tropas rebeldes en el amanecer del 21 de junio de 1979 y dos días más tarde fusilado, luego de un extenso interrogatorio y de un "juzgamiento" popular que tuvo -según cuenta Ramírez- mucho de circense, recargado además por la ominosa sombra de la venganza.

Años después de producidos esos acontecimientos, el novelista ha tratado de reconstruirlos sin intenciones moralizantes, sin quitarle tragedia pero adicionándole todos los elementos de grotesco que tuvo el episodio y que a él no le interesa disimular. Antes bien, al autor de "Castigo divino" le importa hablar sin cortapisas de un tiempo de desentendimientos que no ha desaparecido del pequeño país centroamericano, sobre cuya historia contemporánea ha girado la casi totalidad de su obra de ficción.

Ramírez tiene claro sentido de lo que entonces experimentó: "Yo viví esos días desde la cúspide política. Cuando uno está arriba no percibe cuál es la dinámica de lo que está pasando abajo. Hay muchos microcosmos que se desenvuelven al mismo tiempo. En esos días, desde el poder, es muy difícil el discernimiento. El poder en esos días era como un cable eléctrico suelto que estaba golpeando en todas partes". También ha aclarado que no se propuso, con la novela, escribir una crónica, sino una ficción que se copiara de la realidad, en la que el todo de la historia pasara por el tamiz de la literatura.

"En la vida real, Sergio Ramírez fue adversario de ese hombre, pero en la novela no lo soy, no puedo serlo. Desde el principio me dije que si no era capaz de escribir este libro con compasión, no valía la pena intentarlo siquiera. Se puede escribir con pasión y con compasión", declaró en Venezuela, a poco de aparecida la novela.

Alirio es un personaje pomposo y abusivo, que sin embargo sufrió también lo suyo. Supo dar cobijo a un líder (y luego mártir) revolucionario y pese a que éste lo traicionó con su mujer no lo entregó. Martinica fue también un hombre que dejó de lado los ideales para "triunfar" al lado del tirano y en el final de su carrera, por un hecho grotesco, se vio acusado de un crimen que no cometió (abusar de un menor), por lo que se vio obligado a vivir recluido en una finca, olvidado y despreciado por todos.

En el balance de esta novela que apela a múltiples voces, a elementos documentales con los que casi innecesariamente se procura demostrar la "verdad" del hecho histórico, y más de allá de su innecesaria extensión, nos parece que lo más válido es esa otra verdad que busca registrar: la locura que se apodera de los seres humanos cuando explotan las pasiones, cuando todo se da vuelta y prevalecen el tumulto, los odios, los rencores, hasta la irracionalidad.

Es evidente que por eso Ramírez acentuó el grotesco, lo tragicómico de muchos de los episodios narrados. Víctima de sus errores, la Revolución Sandinista terminó esfumándose. Parece evidente que Ramírez ha tratado de demostrar a través de esta ficción cómo el germen de su autodestrucción estaba allí, durante su misma gestación, en la que heroicidad y fallas garrafales se confundían hasta volverse uno. Lástima, tanto martirologio inútil, tanta sangre derramada...

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La revolución sandinista es ahora un tema literario para Ramírez.

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