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 domingo, 08 de febrero de 2004

A doce días del crimen. "Las chicas que trabajan en algunos boliches no salen, viven encerradas"
Reclamos de las compañeras de Sandra Cabrera
Integrantes de la Asociación de Meretrices denuncian las arbitrariedades con que se aplica el Código de Faltas

Las compañeras de Sandra Cabrera no dudan: la dirigente de las meretrices rosarinas fue asesinada por las denuncias que hizo contra los prostíbulos que funcionaban en la zona de la terminal de ómnibus bajo la tutela de la disuelta sección Moralidad Pública de la policía rosarina. Cabrera había realizado denuncias desde hacía dos años, pero fue a partir de septiembre pasado, cuando sacó a la luz esa situación y fueron removidos varios policías de Moralidad Pública, que empezó a recibir amenazas de muerte.

"La situación cambió a partir de la llegada de estos boliches, donde las chicas están encerradas. A partir de ese momento Moralidad Pública empezó a corrernos. Sandra trató de entrar a esos lugares, para repartir preservativos, como una de las actividades gremiales, pero no la dejaron", dijeron integrantes de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar), que pidieron reserva de identidad.

En los alrededores de la terminal trabaja un grupo reducido de meretrices. "El lugar más castigado por la policía ha sido siempre la zona sur, las chicas que están en la calle Mitre. Porque ahí hay más mujeres y entonces hay más plata para ellos. Para nosotras (el sargento Claudio) Bermejo es alguien que se llevaba las monedas, la plata importante se la tenían que quedar sus jefes", dijeron las mujeres consultadas.

La experiencia reciente demuestra que ningún policía puede cometer un acto de corrupción de manera sostenida en el tiempo sin que esa actividad involucre a sus superiores. En febrero de 2000, por ejemplo, se supo que las ruteras que trabajaban en Fighiera debían oblar un canon fijo a dos miembros de la subcomisaría 11ª; según la denuncia que realizó otro policía, la recaudación llegaba hasta el despacho del jefe, el comisario Osvaldo Eufónico.

La relación entre policías y recaudación clandestina o actividades ligadas a la prostitución se repite en los últimos años. En noviembre de 1998 un grupo de travestis denunció una red de recaudación montada por Moralidad Pública y la comisaría 5ª. En septiembre de 1999 un ex subcomisario fue denunciado por traer jóvenes paraguayas engañadas para trabajar en prostíbulos de la seccional 18ª y Zavalla, causa en la que también fue implicado un policía del Comando Radioeléctrico de Pérez. Los cuestionados jefes de Moralidad Pública no parecen haber inventado nada.


Malas costumbres
Bermejo, ahora detenido e imputado de cohecho, fue el policía acusado por Cabrera en su última denuncia. Según esa presentación, el suboficial cobraba 50 pesos a una mujer para dejarla trabajar en la calle. En Ammar dicen que no se trataría del único caso: el policía también habría exigido dinero a otras meretrices.

De acuerdo a los testimonios, la recaudación que se podía obtener de la prostitución callejera no era importante. "Ellos piden plata según a quién y según las épocas. En la Jefatura vieja nos llevaban por averiguación de antecedentes y cuando nos queríamos ir venía el sumariante, cerraba la puerta y decía: bueno, chicas, ¿se quieren ir? Hagan una vaquita . Eramos diez, quince mujeres y poníamos dos, cinco pesos cada una y salíamos. Cuando se mudaron a la Jefatura nueva dejaron de molestar un tiempo. Le caían a las chicas de la zona sur, porque les quedaba más cerca".

La meretriz describe una práctica histórica de la policía. En cambio, los supuestos negocios de algunos jefes policiales con la red de prostíbulos instalados en el último año en Rosario permanecen en la oscuridad. Allí parece haber algo tan ominoso que ni siquiera las compañeras de Cabrera se atreven a nombrar.

"No sabemos quiénes son los dueños -dicen-. Creemos que están relacionados, porque se abrieron todos al mismo tiempo. El primero fue uno que estaba en Caferatta y Santa Fe, bien a la vista. Después lo cerraron y abrieron uno por San Lorenzo. Las chicas que trabajan en esos lugares no salen nunca, viven encerradas. El único lugar donde se las puede ver es el Hospital Carrasco, a donde las lleva el encargado del boliche. Pensamos que las traen de afuera".

Uno de los boliches en cuestión es la whiskería Punta Cana, de Castellanos 627. El 10 de septiembre Cabrera y otras dos integrantes de Ammar denunciaron que Moralidad Pública funcionaba al servicio de ese prostíbulo, ya que tenía como misión correr a las mujeres que osaran trabajar en alguna esquina próxima.

El lugar fue clausurado por la Justicia. Pero la denuncia de Sandra Cabrera no tuvo relación con ese procedimiento: el juez Jorge Eldo Juárez actuó a partir de la denuncia de una mujer dominicana, que dijo haber sido conducida con engaños para ser prostituida en la ciudad. Las amenazas que recibió Cabrera no parecen tan vinculadas con ese episodio como con el desplazamiento de tres policías de Moralidad Pública.

"Primero le tiraron una bomba molotov y le tirotearon el frente de la casa, desde un auto -recuerda una de las amigas de Sandra-. Después le pegaron en una esquina y le dijeron que iba a terminar tirada en una zanja con un tiro en la nuca. ¿Todavía tienen dudas por qué y quiénes la mataron?"


"Señora, venga"
"Cumplo funciones de secretaria general de Ammar. Es una institución que lucha por los derechos de las mujeres trabajadoras sexuales y por la prevención de enfermedades de transmisión sexual y el HIV". Así se presentaba Sandra Cabrera, cuando acudía a la Justicia.

Fue la principal impulsora de la filial local de Ammar y poco a poco logró sumar a un grupo de compañeras. La Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) les proporcionó una pequeña oficina donde reunirse. Allí hay ahora una foto de Cabrera, la más conocida, la misma que el jueves apareció en la marcha, en los carteles donde se reclamaba por la investigación. Se la ve algo cabizbaja, con un gesto de preocupación.

Una de las principales actividades consistió en concientizarse respecto a las arbitrariedades que comete la policía en base a su antojadiza interpretación del Código de Faltas. "A mí me llevaron siempre por mujer conocida. «Señora, venga», me decían, y me llevaban. Y yo creía que tenía que ir, por el hecho de tener antecedentes. Hace poco me enteré que no pueden hacerlo. Es decir que durante años fui un montón de veces presa de manera ilegal; y en esos años muchas veces tuve que pagar para salir", dijo una de las mujeres.

Una ex meretriz, que ahora asiste a las reuniones de Ammar, piensa que "hoy las chicas viven en un paraíso". La frase exige una explicación: "Ahora el problema con la policía es la extorsión -dice-. Antes eran la extorsión, las palizas que te daban y que a veces te mandaban al hospital, las condenas a quince, treinta o sesenta días de cárcel, la agresión verbal y la desesperación de caer detenida, que te llevaba a hacerte cortes".

Las agresiones físicas a trabajadoras de la calle. En febrero de 2000, dos policías de la comisaría 15ª apalearon de manera tal a una meretriz que la mujer debió ser operada de urgencia. Entre los agresores se contaba el oficial Guillermo Mortadela Pérez, sindicado como recaudador de la seccional y que según diversos testimonios acosaba a clientes de prostitutas, para pedirles coimas.

En agosto de 2001 una trabajadora sexual denunció que tres agentes del Comando Radioeléctrico le dieron una paliza por negarse a pagar una suma de dinero. Y que volvieron a pegarle por haberlos denunciado. La Justicia de Instrucción procesó a los tres acusados.

El Código de Faltas aparece como la llave que abre la caja de la recaudación clandestina. La "prostitución escandalosa" -algo cuya sanción depende del humor del policía de turno- conducía a redadas de Moralidad Pública, salvo si se pagaba para evitarlo. Los volteaderos -como les dicen en el ambiente- son más discretos: desde la calle no se aprecia si, como dicen en Ammar, allí se explota a extranjeras indocumentadas. "La policía te hace culpable y te hace inocente. Si la policía quiere, te lleva presa. Si la policía quiere, entra en tu casa", dicen.

Las amigas de Cabrera tienen algo más para decir. "Quisiéramos pedir que no se siga ensuciando el nombre de Sandra -dicen-. No pongan cosas de más, no ensucien la personalidad de Sandra. Hoy ella no está para defenderse, pero sí estamos sus compañeras".

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En la marcha del jueves reclamaron justicia.

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