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 domingo, 08 de febrero de 2004

Cada vez más incomunicados

Está pasando algo que con el correr de los años se va acrecentando y gana más espacio: es la incomunicación, algo que Ernesto Sabato venía graficando desde su libro "La resistencia". Algo que lo alteraba era el ruido constante, sobre todo en las ciudades. El dice que no hay bar donde no haya un televisor encendido o un equipo de música cuyo nivel de volumen no obligue a las personas a elevar el tono de voz; y ni hablar de las imágenes de TV, que hipnotizan a la gente por el solo hecho de tener luz, al punto de ver ya sin pensar y sin saber muchas veces lo que se está observando. Es la pérdida del díalogo, el fin de la comunicación constante. Si este talentoso pensador fuera hoy a bailar a cualquier lugar se asombraría por lo que ocurre. Es que el ruido excedió todos los límites y ya ni siquiera se escucha música, sino algo a lo que se denomina música electrónica que ha invadido todo. Pero la gente parece estar contenta, bailando lo que no se puede bailar, amontonada y exaltada. Muchos alegan que es por la droga. Pero no es real. Si bien la marihuana es moneda corriente no todos están bajo sus efectos y mucho menos se "empastillan". Es que simplemente siguen lo que todos siguen sin saber qué es lo que siguen. ¿Diversión?, no sé, pero es una forma bastante extravagante e incomprensible. Es parte de la incomunicación, de estar cerca del otro pero lejos, internet, los boliches, los bares, el alcohol. La gente no tiene nada que decir, o no tiene nada que escuchar: quiere gritar y tocar el silbato, es la pérdida del diálogo.

Guillermo Morales

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