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 miércoles, 28 de enero de 2004

Un tiro en la nuca. El recuerdo de los que conocieron a Sandra Cabrera
Guardiana de su hija, rebelde y futbolera
Llegó hace 10 años desde San Juan. Trabajó en prevención del sida. Y como se sentía insegura, compró un perro

"Sandra no era cualquier militante. Era muy solidaria con sus compañeras y tenía mucho ovario para luchar contra un poder tan corrupto y sanguinario como es la policía", describió a Sandra Cabrera la titular de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar) a nivel nacional, Helena Reynaga. Cabrera, líder de Ammar en Rosario, era madre de tres hijos, dos varones adolescentes que viven en San Juan y una nena de 9. Había llegado desde la capital de la provincia cuyana hacía más de diez años. Dos años atrás comenzó a gestionar beneficios para sus compañeras y a concientizarlas sobre sus derechos en una tarea que más de una vez la llevó a recorrer paradas y prostíbulos en su moto para repartir preservativos. Era solidaria, frontal, combativa y "una madraza" con su hija Macarena, con quien vivía a dos cuadras del lugar donde la asesinaron.

"Todo lo que hacía era para la Maca. En un minuto la mencionaba cinco veces", contó un periodista que de tanto hacerle notas terminó estrechando una amistad con la mujer. De nada valía que el hombre de prensa le aconsejara a Cabera moderar sus acusaciones. Lo mismo ocurría con las instrucciones que le daban sus compañeros gremialistas. Sandra, coincidieron ellos, iba al frente y denunciaba con nombre y apellido.

En el mes de octubre se cumplieron dos años desde que Sandra Cabrera comenzó a liderar la filial de Ammar en Rosario. Se integró a la agrupación en principio interesada en las campañas de prevención del HIV en la calle y luego en los derechos de las trabajadoras sexuales. "Era una persona muy fuerte, combativa, rebelde. Yo fui una de las que descubrió a Sandra, vi que tenía perfil de líder. Cada tanto se enojaba y me llamaba para decirme quería dejar todo. Pero después se entusiasmaba cuando conseguía algún plan de ayuda, mercadería, o podía acompañar a alguna chica a hacerse un control de salud", narró Reynaga.

Fana del fútbol y canalla por adopción, se la solía ver en la tribuna de Regatas con una camiseta verdinegra de San Martín de San Juan, siempre junto a su hija. Su actitud militante se traducía en el reparto de preservativos, charlas con sus compañeras, trabajos de articulación con centros de salud y un oído atento a cualquier beneficio estatal que pudiera hacerse extensivo a sus compañeras de calle. "Su historia la llevaba a ser así. Expulsada de su familia, sola con su hija, no se sentía querida por los seres más cercanos. Siempre estaba buscando la aprobación y el reconocimiento de los demás", reveló su par a nivel nacional.


La custodia
A causa de las denuncias que acompañó y dio a conocer públicamente contra policías acusados de extorsionar a prostitutas, Cabrera había recibido amenazas telefónicas contra ella y su hija, por lo que su contó con custodia policial. Tiempo atrás se había mudado a una casa "más segura" y comprado un perro en busca de protección. "Era consciente de los riesgos que asumía", dijo Gustavo Martínez, de ATE.

Cabrera tenía su parada en San Lorenzo y San Nicolás, donde alguna vez fue duramente golpeada por los dueños de un prostíbulo que no la dejaban trabajar allí. "En algunos lugares no la dejaban entrar porque sabían que Sandra denunciaba la explotación de las compañeras y la complicidad de los jefes policiales con los dueños de los prostíbulos", comentó Reynaga.

La principal preocupación de sus allegados era ayer qué pasaría con Macarena, la hija de 9 años que Sandra había tenido con un ex concubino de quien la separaba una relación conflictiva. El hombre dijo ayer que no visitaba a su hija con frecuencia. La nena había ido a un campamento de boy scouts en Mendoza y Sandra no había autorizado a ningún familiar para que la retirara. La pequeña acompañaba a su madre en su tarea gremial y evidenciaba un compromiso personal con esa lucha: "¿Viste lo que nos está pasando", preguntaba cuando alguna de sus "tías", las afiliadas de Ammar, denunciaba un maltrato.

Sandra mandaba a su hija a danza, a gimnasia, a los scouts. "El 24 de diciembre salieron juntas a repartir cajas de comidas y volvieron tan cansadas que se quedaron dormidas hasta el día siguiente sin celebrar la navidad. Pero Macarena decía que no le importaba porque total le llevamos comida a las compañeras", contó el periodista devenido amigo.

Cabrera tenía otros dos hijos que vivía al cuidado que su abuela en San Juan y hace alrededor de dos años había perdido una beba recién nacida. El verano pasado estaba contenta porque un hijo había venido a visitarla y se llevaba bien con Macarena -amplió el cronista-. Todo lo hacía pensando en su hija. Era una madre ejemplar".

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Sandra vivía en San Lorenzo al 3200 con su hija Macarena, de 9 años, que está de viaje.

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