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 domingo, 18 de enero de 2004

Rosario desconocida
Fisherton: frontera en la Pampa

José Mario Bonacci (*)

Toda ciudad nace de un embrión inicial: un gesto, un lugar, una intención. El devenir de los tiempos y cambios sociales se encargan luego de influenciar en su desarrollo y lo que fue un principio se convierte en proceso sin prisa y sin pausa hacia un desarrollo sin frenos. El poblado inicial convertido en mancha de aceite se expande casi inadvertida y lentamente y el futuro se convierte en testigo de su acción: el paso del tiempo va cubriendo, fagocitando territorios y zonas que le eran externas para convertirlas en partes constitutivas de su cuerpo.

El núcleo primero se desborda por causas complejas aunque naturales y aquella divisoria entre ciudad y arrabal será cosa del pasado. Nuestro tango con sus letras tiene abundante argumentación sobre este fenómeno. Resulta interesante abordar algunas historias que hacen a la ciudad, tomando el propio ejemplo como incentivo de análisis.

A fines del siglo XIX, el inglés Henry Fisher fue funcionario del FF.CC. Central Argentino, viviendo en el país por 19 años. Inició su gerenciamiento en 1872 y en diciembre de 1891 regresó a su tierra. Esta presencia en la región hizo que en 1889 fundara "Fisher Town" destinado a directivos y empleados en sitio cercano a las tareas cotidianas que debían desarrollar. Un argentinismo cambia la pronunciación de "town" (pueblo, ciudad) y así toma su nombre definitivo: Fisherton.

Eran 166 hectáreas ubicadas entre kilómetros 8 y 12 de la línea Rosario-Córdoba, con planos aprobados en julio de 1889, y estación habilitada en 1890 con igual nombre. El edificio, aún en pie, hoy convertido en centro cultural del barrio, fue el germen arquitectónico del conjunto. El fraccionamiento por sistema de "lonjas" que nacían en el río y crecían hacia el oeste hasta puntos fijados "hasta donde fuere vacuo", o alcanzados "a revienta caballo", tenían anchos variables. José Arijón y José Corvalán poseían dos vecinas entre sí, cuyo ancho era de 481 metros llevados al sistema métrico decimal.

El primero con propiedad sobre la actual línea municipal norte de French y línea central de manzanas que desde Wilde al este, se ubican entre bulevar Argentino y avenida Morrison, y el segundo desde esa línea hacia el sur, hasta un límite formado por un sector de calle Córdoba (Eva Perón frente al Country Club), calle Comenius en su tramo recto y Dellarole más al este. Así se fijó con exactitud el terreno.

Necesidades actuales y variantes diversas determinaron los márgenes en calle Estados Unidos (absorbida por avenida de Circunvalación), y hacia el oeste en la línea media del arroyo Ludueña. Obviamente, un siglo largo de cambios y modificaciones fueron variando la historia del lugar, aunque sus habitantes siguen afirmando que el verdadero Fisherton "existe luego de cruzar las vías".


Plaza a 45 grados
El corazón del barrio es la plaza central girada a 45º respecto del bulevar Argentino que se comporta como estructurador, continuando la diagonal este-oeste del espacio verde y obligando a un rodeo de su perímetro. La calle Wilde hace lo mismo en sentido norte-sur y relaciona la vieja estación con el templo de Cristo Rey. Ambas arterias "cruzan" sus ejes en el centro geométrico de la plaza o lugar en donde se interceptan las dos diagonales.

Brassey al norte y Morrison al sur acompañan en paralelo al bulevar Argentino según el sentido este-oeste y operan como vías principales, que con preminencia de esta última, concentran lo mejor de la arquitectura antigua en estilo inglés con sentido monumental. La pavimentación de calles en los últimos años mejoró la higiene pública, pero quitó también un poco del encanto general en comparación con el centro ciudadano. A esto se suma la aparición de un verdadero cinturón que ciñe a la zona relacionando supermercados, fábricas, depósitos, hoteles por hora y una congestión vehicular indeseada, con barrios masivos que confiesan insensibilidad tanto oficial como particular.

No obstante, Fisherton sigue siendo un sitio privilegiado para la vida ciudadana, expresado en el canto de sus pájaros, la alegría de un cielo libre y abierto y la posibilidad de llevar adelante una vida reposada y el placer de caminar por sus calles bordeadas por amplias veredas alfombradas con césped y orladas de flores.

A esto se agrega el clima existencial de la zona, especialmente en lo que fue el territorio inicial y que sigue hablando en el idioma de su arquitectura primera, mostrando sus muros rojos de ladrillos "a la inglesa" cubiertos por trepadoras floridas que parecieran querer alcanzar a las románticas veletas de gran imaginación formal y excelente artesanía, donde los inmensos jardines exteriores conforman verdaderos "fuelles" entre el espacio privado y los ritmos de la grilla urbana. Esto, a pesar de ciertos planteos inconsultos pretendidamente "modernos" que han contaminado en cierta medida la expresión general y genuina de la zona.

En el título puntualizamos la condición inicial del sitio previa al nacimiento del barrio, en tanto era prácticamente un territorio libre, atravesado por las vías ferreas que lo impulsaron a su destino por decisión de Fisher. Una condición de límite impreciso, de zona de cambio ambiental en donde la pampa abierta se anuncia, sin abandonar del todo a la ciudad. Un arrabal fluctuante, elástico y variable en el tiempo, hoy casi desaparecido en la vorágine del crecimiento y la paulatina unión con otras localidades vecinas signadas a repetir una vez más el proceso que lo llevó a ser un barrio incorporado al cuerpo de la ciudad.

Pero es necesario prepararse para completar esta historia, porque si de arrabal se trata, el próximo encuentro con otras memorias y realidades integrará una presencia mayúscula para la herencia y el carácter expresivo de la ciudad portuaria. Casi nada.

(*)Arquitecto

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