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 domingo, 18 de enero de 2004

Nota de tapa
Una experiencia popular que logró poner en duda la representatividad
Las asambleas barriales nacieron en la crisis de 2001, convocaron para amonestar a la clase política y, en su mayoría, se disolvieron

María Elena Nogueira

Aquel diciembre de 2001 fue para muchos un verdadero punto de inflexión en la vida socio-política argentina. La gran crisis, iniciada allá por los años 70 y profundizada durante el menemismo, llegó a su punto límite durante el gobierno de la Alianza, culminando con el levantamiento de un gran número de ciudadanos que -acompañados por sus cacerolas- desperdigaban en el aire un renovado espíritu cívico.

Las primeras movilizaciones del 19 y 20 dieron origen real a múltiples formas de hacer política por fuera de los canales tradicionales. Entre ellas a las asambleas populares, que fueron acompañadas en el fenómeno por diversos grupos y tipos de organización de ciudadanos movilizados, en busca de nuevos espacios de representación. Estas son formas novedosas de interpretar la política, que se visualizan en nuevas expresiones y, consecuentemente, en nuevas prácticas. Se trata de una de las formas viables para pensar, al decir de Ulrich Beck, "la invención de lo político".

Ciertamente, un número importante de estas formas de asociativismo se han debilitado hasta desaparecer, pero algunas otras persisten y se constituyen como alternativas para participar. De acuerdo a una investigación desarrollada en el año 2002 por el Centro de Estudios Nueva Mayoría, había en el país 272 asambleas permanentes. En particular, la provincia de Santa Fe contaba con 37 asambleas que nacieron entre diciembre de 2001 y entre enero y febrero de 2002. Una veintena de ellas se organizaron en la ciudad de Rosario. El surgimiento de las asambleas populares se entiende como una manifestación frente al malestar socioeconómico en la estructura social argentina -especialmente de la clase media- fuertemente ligado a la aplicación de políticas de corte neoliberal durante la década del 90.

Hoy funcionan en nuestra ciudad aproximadamente 15 asambleas populares: Ovidio Lagos 1200, Vecinos Autoconvocados de San Martín y Ayolas, Plaza López, Popular Arroyito, Plaza Bélgica, Plaza Maternidad Martin, República de la Sexta, entre otras. En sus inicios, las asambleas contaban con la participación de 50, 100 y hasta 300 o más ciudadanos. Sin embargo, esa participación inicial ha ido variando y hoy se encuentran entre cinco, 10 y 20 vecinos por asamblea.

Esta gran merma tiene una estrecha vinculación con los cambios en las condiciones socio-políticas presentes al momento de nacer el movimiento asambleario, cacerolazo y corralito de por medio. Tres son las posibles causas de esa reducción de la cantidad de asambleistas. En primer lugar, la suavización progresiva de aquel clima de efervescencia de finales de 2001; en segundo lugar la percepción de la incapacidad de las asambleas para resolver problemas concretos y la consecuente huída a otros espacios de participación (organizaciones civiles principalmente); y finalmente, la pérdida de visibilidad del fenómeno en los diferentes medios de comunicación luego de aquella euforia inicial.


El debate continúa
Sin embargo, durante el transcurso del 2003, las asambleas rosarinas demostraron estar dispuestas a pelear su espacio en la arena política, deseo que se concretó a partir de diferentes actividades, muchas veces no percibidas por los grandes medios de comuncación de la ciudad. La catástrofe de la inundación en Santa Fe capital en abril de ese año y las acciones a tomar al respecto; y la valorización de una herramienta de participación ciudadana impulsada por la Municipalidad de Rosario como el Presupuesto Participativo, sumada a la discusión sobre la identidad y comunicación asamblearia, fueron los tres temas que más se discutieron en esos foros.

La incorporación de estas temáticas describe a un movimiento permeable a los cambios de la realidad socio-política; no sólo a nivel externo, a partir del interés en los problemas a cuya solución las asambleas intentan contribuir, sino también, a nivel interno, de cara al momento de pensar la identidad asamblearia con un objetivo común a la hora de generar acciones concretas.

La discusión política es siempre uno de los grandes tópicos presentes en el movimiento. No obstante, es preciso señalar que las visiones acerca de las formas de hacer política no son comunes a todas las asambleas.

Esto último se manifestó claramente a partir de las posiciones tomadas ante las elecciones presidenciales: en un lugar más extremo se encontraban quienes apoyaban la propuesta "Que se vayan todos y no quede uno solo", cuya herramienta de acción sería el voto bronca; mientras que los otros tenían una visión más flexible que, por el contrario, impulsaban a la ciudadanía a expresarse a través del voto válido.


El encuentro
Otra de las grandes actividades que llevó adelante el movimiento fue la organización de encuentros inter-asamblearios, promovidos por el Centro Coordinador de Reforma Política de Asambleas Rosario, en los que participaron también otras organizaciones civiles. El primer antecedente de estos encuentros fue quizás la Asamblea interbarrial que se realizaba los domingos en la Plaza Sarmiento.

Sin embargo, para julio de 2002 -a menos de un año de su surgimiento- la interbarrial ya no funcionaba. Una de las razones que la mayoría de los asambleístas argumenta para explicar esta caída es la fuerte participación de partidos políticos intentando imponer sus visiones. El rechazo al aparato partidario verticalista -cuyas prácticas el movimiento repudia fuertemente- fue entonces el inicio de la dispersión que licuó, en gran medida, la participación de la ciudadanía en este tipo de reuniones masivas organizadas por las asambleas barriales.

Así fue que se prefirió la realización de los llamados encuentros regionales. Se trata de formas de organización supra-asamblearias cuyo objetivo es la interrelación entre las diferentes asambleas para coordinar así la acción común. Estas formas de encuentros masivos han sido acompañadas por festivales barriales, charlas abiertas y talleres para fomentar una relación inmediata entre los vecinos de los diferentes barrios de la ciudad, y han tenido una fuerte convocatoria.

Este breve -y de ninguna forma acabado- recuento de las actividades generadas por las asambleas, invita a pensar en un fenómeno altamente heterogéneo y con diversos matices. Uno de los más significativos está presente, por ejemplo, en el trabajo de los vecinos-asambleistas en las problemáticas barriales.

Muestra de ello fue la creación del mercado alternativo que nació de manera paralela a las primeras reuniones de los vecinos de la Plaza López. Algunos asambleístas consultados mencionaban esta experiencia para explicar la apropiación de "espacios de participación política heterogéneos abiertos a las diferentes alternativas comunitarias". Estos espacios, se entienden como nuevos, ligados a la resolución de problemas puntuales desde lo cotidiano.


Un interés dormido
No obstante, han surgido obstáculos a lo largo de la evolución de este movimiento: ¿Cuáles son las razones, según los mismos protagonistas, por las que el trabajo asambleario no despierta el interés de la ciudadanía?

Las causas que se mencionan con mayor frecuencia son 1) la falta de identidad, 2) la complejidad ideológica del mosaico asambleísta, 3) la noción de que hacer uso de este instrumento de democracia directa es una tarea de aprendizaje permanente, y 4) un excesivo culto a la horizontalidad que genera discusiones estériles.

Estas dificultades son las que se intentan resolver a partir de la articulación del trabajo asambleísta. Un gran número de las actividades mencionadas se organizan de manera articulada. Sin embargo, la articulación que se produce entre estas asambleas es calificada por la gran mayoría de sus protagonistas como "regular". Nuevamente, la razón de fondo sigue siendo la etapa de aprendizaje en que se encuentra el movimiento, en donde pensar la identidad en base a las prácticas se manifiesta como lo más difícil de resolver. Las asambleas barriales son espacios para la ciudadanía y su permanencia en esta virtual sociedad civil renovada dependerá de cómo los ciudadanos nos hagamos cargo de este nuevo espacio.

Esta falta de identidad es uno de los factores con mayor incidencia en la aparente fragmentación del movimiento. La necesidad de participar en la cosa pública ha re-ubicado a aquellos asambleístas de la primera hora en espacios institucionalizados o semi-institucionalizados, tales como algunas ONGs, y también en la herramienta estatal de participación ciudadana incorporada en la ciudad de Rosario: el Presupuesto Participativo.


Espacios de intercambio
Es el momento de organización el que parece hoy estar en discusión entre los asambleístas, a partir de la necesidad de definirse como sujetos políticos con una identidad propia. Por eso, no está de más preguntarse cuál es la función de estas asambleas barriales en la sociedad civil rosarina: ¿Se trata de instrumentos capaces de ejercer un control del poder estatal?, ¿son sólo espacios abiertos para el intercambio de ideas?, ¿o forman parte de un nuevo movimiento dispuesto a generar sistemas de economía alternativa? Estos y tantos otros interrogantes son los que quedan abiertos a la espera de respuestas.

En definitiva, y a pesar de las dificultades surgidas sobre la marcha, las asambleas de la ciudad de Rosario siguen presentes en el espacio público y creen que esta etapa de aprendizaje terminará por moldear de manera definitiva al movimiento.

La necesidad de ingresar al mundo de la política no-tradicional se sintió a fines de 2001 y llegó, según se cree, para quedarse: El primer paso está dado. No obstante, la eficacia de la asamblea como instrumento de acción y control socio-político está por verse. Que algunas hayan sobrevivido la euforia del momento inicial, es un buen indicio. Hay un importante grupo de ciudadanos dispuestos a hacer que las asambleas funcionen, pero esto ya no parece suficiente. El simbolismo de una ciudadanía movilizada, bregando por la defensa de las libertades democráticas, no deja de ser sólo eso hasta que se encuentran las acciones que producen un cambio. Este es el momento de pasar de una etapa simbólica, de emergencia, a una mucho más comprometida con la acción que parece estar iniciada.

Sólo la posibilidad de que estas asambleas se estructuren como espacios de acción concretos, abiertos a la participación ciudadana, le dará protagonismo como actores socio-políticos. Finalmente, dependerá de nosotros su apropiación y el hacer que funcionen.



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El último acto multitudinario fue en febrero de 2002.

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