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 domingo, 23 de noviembre de 2003

Dos mujeres villenses brindan un ejemplo de constancia y dedicación
Tienen 69 y 72 años, y en unos días más obtendrán sus títulos de bachiller
Lady Locuratolo y Nélida de Chiodin completaron el secundario sin "llevarse" nunca una materia a rendir

Osvaldo Flores / La Capital

Villa Constitución. - Lady Locuratolo tiene 69 años, Nélida Elsa de Chiodin, 72. Entre las dos reúnen cinco hijos, ocho nietos y hasta un bisnieto, y ambas son protagonistas de un conmovedor ejemplo de constancia y dedicación. Es que la semana próxima recibirán sus diplomas de bachiller en la Escuela de Enseñanza Media para Adultos (Eempa) Nº 1.189 de esta ciudad.

Sus historias y la decisión de seguir estudiando son casi parecidas. Ninguna de las dos se llevaron muy bien con las matemáticas y confiesan que fue la materia más difícil, pero lograron terminar la carrera sin "llevarse" ni una sola asignatura. Dicen que hasta aquí llegaron con el estudio, pero las ganas de seguir aprendiendo les brota por los poros, como sus constantes sonrisas de serena felicidad que les ilumina el rostro.

"Toda la vida me gustó seguir estudiando, pero no lo había podido hacer. Cuando era chica porque vivíamos en el campo, en Timbúes, y pude ir sólo hasta cuarto grado. Recién cuando terminé de criar los hijos, cerré el negocio, dejé de ser secretaria de mi marido en las contabilidades que llevaba, decidí que era el momento", cuenta Nélida, que tiene dos hijos, cinco nietos y le remarca al cronista no olvidarse del benjamín de la familia, su bisnieto.

"Cuando mi esposo se jubiló, fui a terminar la escuela primaria para entonces sí, ingresar al Eempa en 2001. Los hijos me empujaban, los profesores me pedían que siguiera, así que seguí y ahora estamos en la recta final, ya faltan pocos días para recibirme", dice con un orgullo casi imposible de disimular.

A la hora de las decisiones, la historia de Lady se emparenta a la de Nélida: "Siempre tuve deseos de estudiar, pero en mis tiempos era difícil ir de noche a la escuela, porque mis padres no querían y mi hermano tampoco me dejaba. Luego mi papá enfermó, y a los 15 años tuve que ayudar en mi casa".

La vida de Lady siguió, se casó, llegaron los hijos (tres, y tres nietos), pero el tiempo de estudiar seguía siéndole esquivo. Hasta que por fin llegó su momento. "Después que los hijos formaron su hogar me decidí a hacerlo, pero no me animaba. Como la directora del Eempa es amiga de mi hija mayor, entre las dos me empujaron y me inscribí. Pero no pensaba que iba a poder terminar, que era muy difícil para mí. Todo fue gracias a los hijos que me ayudaron a estudiar, como si fueran profesores míos", recuerda.

Pasaron tres años de aquellas decisiones, "una de las mejores de nuestras vidas", coinciden. En ese tiempo, el estudio les insumió muchas horas de sus vidas, esfuerzos casi titánicos para equipararse a "las mentes rápidas de los chicos de 19 o 20 años". Y sus ganas, la amistad de sus compañeros de curso y el aliento constante de sus profesores les allanaron el camino a la meta final.

Ambas son conscientes de que representan un ejemplo para chicos y grandes, pero se conforman con que su actitud "sirva para que mucha gente mayor sepa que se puede seguir estudiando, y también para que algunos jóvenes se den cuenta de la importancia del estudio, más cuando tienen facilidades y ventajas que la gente grande quizás no tuvimos".

Por eso, el diploma de bachiller prolijamente enrollado y atado con una cinta de color será un más que merecido premio a tanto esfuerzo y ganas de superarse. Y un ejemplo a imitar por jóvenes y adultos, para comprender finalmente que el destino de cada uno se nutre y forja cada día con esfuerzo y sacrificio.

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Lady y Nélida en el aula del Eempa Nº 1.189.

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