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 domingo, 23 de noviembre de 2003

Entrevista. La líder del ARI criticó el "rejuntado" de Chacho, Fernández e Ibarra
Carrió: "No quiero estar sentada junto a tantos corruptos y cínicos"
Mientras prepara su salida del Congreso, Lilita asegura que la clase media ya no quiere ver a los piqueteros

Rodolfo Montes / La Capital

El próximo 10 de diciembre Elisa Carrió dejará el Congreso nacional, donde ocupó una banca durante dos mandatos consecutivos. Luego de 8 años como diputada, dice que se va para ser "más libre", para caminar como una militante sin beneficios. "Ya nadie podrá decirme que cobro un sueldo de 7 mil pesos", desafía.

Lilita deja el cargo que, gracias a sus vehementes intervenciones y sus múltiples denuncias públicas, catapultó su figura a nivel nacional y anuncia que no quiere estar presente el día que juren "los Ruckauf y los Bussi" porque le dan "asco" y ya no desea estar sentada junto a tantos "corruptos y cínicos".

La chaqueña niega que se trate de un "retiro" de la política porque seguirá trabajando "desde el llano" en la formación de militantes. Promete armar una estructura educativa que en principio haría pie en el corredor Rosario-Capital Federal-La Plata.

La salida de Lilita del Congreso coincide con el reforzamiento de su definitivo perfil opositor al gobierno de Néstor Kirchner y con el agrietamiento de la militancia del ARI en algunos distritos, en especial en la provincia de Buenos Aires. El impulso del kirchnerismo por sumar sectores de centroizquierda por fuera del PJ es rechazado de plano por Carrió, pero la discusión de los transversales habría calado en parte del ARI.

"Me están operando, quieren destruirme", denunció Carrió en una entrevista exclusiva con La Capital frente al soleado ventanal de su departamento de la avenida Santa Fe.

Carrió pone en la mira a cierto sector de la prensa, y dispara: "Hay una corriente de opinión en ciertos analistas de los grandes diarios que dicen: «Lilita no encuentra lugar en la oposición y por eso fuerza el discurso crítico». Yo les digo, son los mismos analistas que, durante el gobierno de la Alianza, decían que yo debía estar junto a Cecilia Felgueras; que ese era el lugar correcto, el que el país requería".

Luego completa la reflexión: "La historia me dio la razón, estuve donde había que estar. Y ahora me sucede lo mismo, pero los editorialistas de los diarios, que siguen siendo los mismos, no recuerdan lo que escribieron hace tres años. Es muy fuerte porque utilizan hasta las mismas palabras".

-¿El clima favorable al gobierno pone en dudas su convicción opositora?

-Los que me acusan de exacerbar el discurso opositor serán los que más critiquen el día de mañana, los que escaparán primero cuando las cosas se pongan mal. Como las ratas, que huyen presurosas.

-¿Cómo tomó las palabras del obispo Jorge Casaretto, avaladas por el gobierno, en relación a que los planes sociales "fomentan la vagancia"?

-No podemos culpar a los pobres de la ineficacia de los planes sociales, avalados en su momento por Casaretto. No confundamos a la víctima con el victimario. No se puede hablar de pobres como vagos, hay que darles un buen trabajo. Creo que Casaretto asocia pobres con vagos porque tiene un prejuicio de clase; no se olvide que es el obispo de San Isidro.

-¿Qué análisis hace del movimiento piquetero?

-La clase media está entrando en una confusión jorobada, ya no quiere ni ver a los piqueteros porque no quiere ver a los pobres. Los pobres los tenemos que amar y buscarles una solución racional. Son nuestros hermanos y nuestra culpa.

-¿Cómo fue su proceso en la relación con el gobierno de Kirchner, de la cercanía en un principio, a la oposición intransigente que ejerce en estos días?

-El gobierno tuvo dos acciones que fueron cruciales, iniciar la depuración de la Corte Suprema e impulsar la nulidad de las leyes de impunidad. En esos casos compartí esas políticas con verdadera complacencia. Después vinieron seis leyes con delegación de poderes absolutos, y vino este entretenimiento de pelearse con algunas privatizadas al mismo tiempo que Kirchner se abraza con Repsol y con las compañías pesqueras. Es similar al abrazo de (Carlos) Menem con los bancos en los noventa, que abrió el saqueo de toda una década.

-¿Equipara a Kirchner con Menem?

-No, son bien distintos. Pero guarda que ahora no nos pase lo mismo, y que en el 2010 nos demos cuenta de que nos volvieron a robar, esta vez a manos de una nueva configuración de grupos económicos, no ya los servicios públicos privatizados, que liquida divisas fuera del país.

-Hay sectores de su espacio ideológico, incluso sus votantes, que ven en Kirchner la realización de buena parte de sus expectativas políticas, ¿qué les dice?

-Que no podemos perder lucidez. Una cosa es la esperanza, que es un valor positivo, y otra la ilusión mentirosa, la seudoesperanza, que te lleva con la majada y gira con el viento. Por ese camino, cuando te das cuenta, te volvieron a robar. Yo quiero pelear por una Argentina donde el pueblo aprenda por lucidez y ya no por dolor. Por eso voy a gritar, aunque sea sola.

-¿Se siente sola?

-No, porque hay un 40% del país que cree lo que yo digo. Sí es cierto que me quieren dejar sola, que construyen una imagen mediática para mostrarme como que estoy sola.

-¿La quieren debilitar?

-Podrán llevarme a la cárcel o sacarme de la política con operativos desde el poder, pero nunca tendrán mi conciencia. Mi conciencia no se doblega.

-¿Por qué rechaza la idea de acuerdos políticos en términos de la llamada transversalidad que impulsa el gobierno?

-Por un lado, creo en una fuerza política con componentes de distintos sectores, pero que se sustente en una práctica común y no sólo en discursos. Por otro lado, tengo algunas certezas: Chacho Alvarez, Aníbal Ibarra y Alberto Fernández (la foto del impulso transversal de estos días) se confunden. Por ejemplo, en el 2001, mientras ellos apoyaban a (Domingo) Cavallo yo peleaba sola y advertía que íbamos a estrellarnos. ¿Entonces, a quién le hago caso?, ¿a mi intuición política o a esas viejas alianzas que no hace mucho tiempo nos llevaron a la confusión?

-¿Usted es una mujer difícil para compartir liderazgos?

-Mire, por ejemplo, no tengo ningún problema con Hermes Binner. Me parece un hombre valioso para Santa Fe, para la democracia argentina y además con un carácter más fácil que el mío... (risas). En cambio tengo aversión al rejunte con Ibarra, Chacho y Fernández. Es un tema personal, yo les digo gracias, conmigo no cuenten.

-Sin embargo usted sentó a Ibarra en este mismo sillón (el living de su casa) hace poco tiempo.

-Sí, yo lo apoyé. Pero él después se jugó con el oficialismo.

-¿Siente que estar cerca del oficialismo no es saludable?

-Mire, es cierto que soy una persona difícil, pero por ser difícil me opuse a todo lo que me opuse en los últimos años. Si no hubiese tenido este carácter, habría sido una más de las que entregaron la Nación; habría sido ministro o juez de la Corte. Pero dije que no, estoy en el llano y está muy claro que no ambiciono el poder por el poder mismo.

-Dijo que en estos años sintió asco, ¿se va del Congreso como fugando de una pesadilla?

-Me tocó pelear en el barro, pero igual fui feliz en la Cámara. Hay que hacer un gran esfuerzo personal para estar sentada al lado de cínicos y de corruptos como son muchos de los diputados de la Argentina. Ahora que me voy siento una gran liberación, no quiero estar cuando juren (Carlos) Ruckauf, (Ramón) Saadi, (Ricardo) Bussi, (Julio) Miranda y eventualmente Carlos Menem.

-¿La llegada de esos legisladores al Congreso está expresando una zona oscura de la transición democrática?

-Creo que los diputados del ARI van a tener que hacer una gran esfuerzo para soportarlo. En lo personal, peleé duro contra todos ellos, y ahora tengo el derecho humano inalienable a sentir asco y retirarme.

-¿Se retira de la política?

-Para nada, quiero seguir militando desde el llano, con total libertad. Sin cargos, sin sueldo, sin chofer.

-No pareció que le haya faltado libertad para expresarse en estos años.

-(Risas). Pero ahora voy a ser todavía más libre.

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"Hay analistas políticos que quieren destruirme".

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