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 domingo, 23 de noviembre de 2003

Editorial
Tradición que se renueva

Rosario, según se lo ha expresado en numerosas ocasiones por intermedio de esta columna, es una ciudad aún demasiado joven que pugna por encontrar su identidad cultural. Por supuesto que semejante logro no es cuestión de mera voluntad: para plasmarlo se necesita, simplemente, tiempo. Pero el transcurso de los años no resulta suficiente para construirla: esfuerzo y talento forman parte ineludible del coctel. Por tal razón, cada obra de valor en el terreno estético se erige en un significativo paso adelante. El importante galardón que obtuvo la escritora rosarina Patricia Suárez, quien se adjudicó el premio "Clarín" de novela y con él la publicación de la obra más una jugosa recompensa pecuniaria, confirma que la ciudad sigue produciendo valores de fuste en un terreno clave como es el de la palabra escrita.

Suárez se adjudicó el galardón con su novela "Perdida en el momento" y el dato más significativo en torno a su figura es que apenas tiene treinta y cuatro años. Sin embargo, su juventud no le ha impedido escribir numerosas obras en el marco de diversos géneros literarios, que incluyen la literatura infantil y la poesía. Y más allá de la valoración que pudieran merecer los textos, el ejemplo que brinda la creadora rosarina resulta claro: no cejar es la clave. Ella misma lo reafirmó en declaraciones a La Capital: "Hay que seguir la regla de las tres T: trabajo, talento y tenacidad", aconsejó.

El nombre de Suárez se agrega así a una lista que incluye entre otros a Jorge Riestra, Angélica Gorodischer, Alberto Lagunas, Roberto Fontanarrosa, Ada Donato y Elvio Gandolfo, que han trascendido las fronteras de su ciudad para conseguir dimensión nacional y también internacional.

Sin embargo, si se lee con atención el reportaje a Suárez publicado por este diario en su edición del pasado jueves se descubrirá una afirmación que preocupa. Es que la joven narradora, puesta en la disyuntiva de definir a Rosario como "cuna de artistas" o "expulsiva", optó sin dudar por esta última alternativa. "Ni los escritores ni los actores pueden vivir de lo suyo, y esto desinfla la vocación de cualquiera", dijo, describiendo con acierto un paisaje cultural donde sólo el Estado paga por el trabajo de los artistas, con puntuales y extrañas excepciones. ¿No habrá llegado el momento en que la ciudad comience a prestarse mayor atención a sí misma?

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