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 domingo, 23 de noviembre de 2003

Salud natural: Alimentos con poderes mágicos

Los soldados romanos lo usaban para darse coraje, los navegantes para protegerse de los naufragios, los mineros para precaverse de un derrumbe, los toreros para desviar los cuernos del toro y las novias se lo metían entre sus ropas para que el marido les saliera derechito, como Dios manda.

Sin dudas, al señor ajo se lo tiene como un elemento protector desde hace más de dos mil años y esa superstición se mantiene incólumne: hoy, en muchas hogares y negocios cuelgan ristras, inclusive adornadas con un moño rojo, al que también se le concede un poder antimufa o como pararayos de la envidia.

¿De donde proviene esta imagen? Una antigua leyenda cuenta que el primer ajo nació en una huella que dejó en la tierra el pie del diablo cuando era echado del Paraíso, pero una explicación más realista indicaría que es el fuerte olor del aliento de quien lo ha comido, lo que tiene el poder de alejar hasta la envidia ajena.

A principios del siglo pasado las viejas comadres lo aconsejaban para prevenir la insolación, el dolor de muelas, la viruela, la lepra y hasta la hepatitis; en este último caso se requería llevar durante trece días, trece dientes de ajos colgados al cuello.

Más allá de las supersticiones, hoy la medicina admite que el ajo sirve para prevenir la hipertensión, hasta tal punto que desde hace años se lo vende en cápsulas para "purificar la sangre", sin necesidad de oler como un demonio.

A la cebolla no se le adjudican poderes tan mágicos, pero hay quienes la llevan en la cartera para evitar ser robados y enfermar. Aunque no sabemos si es efectiva contra los punguistas, hoy la ciencia le confiere propiedades curativas contra las afecciones bronquiales a condición de sacarla de la cartera y comérsela cruda en ensalada, ya que es considerada como un antibiótico natural.

Mucho menos conocido, el hipérico o hierba de San Juan, era usado por los romanos como ahuyentador de diablos. En el libro de Desmond Morris "Guardianes del cuerpo", se consigna que ofrecía protección adicional contra "la muerte por encantamiento".

En la antigua Roma, entre el solsticio de verano (21 de junio) y hasta un día después de la fiesta de san Juan Bautista (24 de junio), todo el mundo colocaba ramas de hipérico encima de la puerta principal de la casa para impedir que entraran los males.

Según Morris, "la relación entre esta planta y San Juan se basa en la idea de que cuando el santo fue decapitado, gotas de su sangre cayeron en las hojas y dejaron esferas rojas en su superficie".

Esta creencia surgió del hecho de que, si se sostienen a la luz las hojas de una variedad de hipérico, es posible ver puntos traslúcidos que parecen de color rojo.

Tan errados no estuvieron los romanos respecto a las virtudes del hipérico: hoy es comercializado en forma de comprimidos por laboratorios de primera línea, para tratar la depresión anímica, un mal que en el pasado pudo considerarse como "muerte por encantamiento", "posesión maligna" o "brujería".

En casos no graves, bastarán dos o tres comprimidos por día, durante dos o tres meses, para sentir que el "encantamiento diabólico" se ha disipado y uno ha vuelto a la vida.

Ahora, si lo que le duele es la cabeza, apele a la aspirina. De paso le contamos que el ácido acetilsalicílico (de eso se trata) fue descubierto y luego sintetizado por prestigiosos laboratorios a partir de la costumbre indígena de morder el tronco de los sauces. ¿Por qué cada vez que al cacique le dolía la muela y a su mujer la cabeza, el brujo los mandaban a masticar corteza de sauce? Elemental, allí estaba la aspirina natural.

Ana María Bertolini

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El ajo previene la hipertensión.

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