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 domingo, 09 de noviembre de 2003

Transiciones. De los herejes medievales a los criminales modernos
La inquisición goza de buena salud
El jurista Ricardo Cavallero investiga los orígenes ideológicos de la justicia criminal

Gustavo Bernstein

En "Justicia Inquisitorial" el jurista Ricardo Cavallero aborda el tema del Santo Oficio desde un análisis de las reglas, los principios y los métodos de la Inquisición por medio de los cuales el Vaticano fundamentó la persecución de la herejía, una concepción ideológica-espiritual que a juicio del autor, "parece gozar todavía de buena salud" en algunas instituciones jurídicas.

  "La praxis del Santo Oficio no estuvo subordinada a la voluntad arbitraria de una serie de inquisidores sino fundamentada en bulas papales y manuales de instrucción muy precisos elaborados por la jerarquía eclesiástica en connivencia con la Monarquía absoluta, que supo emplearla también como un instrumento político de control ideológico", manifestó Cavallero.

  Se trató de una desnaturalización del carácter autónomo de la religión en el mensaje cristiano originario "y dio lugar a un ilegítimo maridaje Iglesia-Estado del cual la institución inquisitorial puede que haya sido su mayor fruto adulterino".

  La bula de Inocencio IV (1252) señaló la extirpación de la herejía como principal obligación del Estado e introdujo la tortura con el argumento de que los beneficiarios eran los propios torturados porque "al confesar sus crímenes como herejes se reconciliaban con Dios y salvaban sus almas".

  "En tanto la herejía atentaba contra Dios, fuente misma del poder, afectaba también al Estado, por lo que se creaba una simbiosis entre lo secular y lo religioso que establecía una frontera difusa entre pecado y delito y entre pena y penitencia. Pero fundamentalmente impelía a crear un tribunal de excepción con jurisdicción en asuntos relativos a la integridad de la fe", apuntó el jurista.

  "Entender a los herejes como «delincuentes en materia de fe» —explicó— fue la clave para programar la criminalización de lo que el hombre en su conciencia creía o pensaba".

  Destacado jurista argentino y autor de textos clásicos del derecho penal, Cavallero traza en el libro una aproximación histórica al sistema de justicia criminal de la Inquisición española.

  Y describe las reglas y los principios jurídicos diseñados para contener la amenaza "de un mal de enorme magnitud, constitutivo de una verdadera emergencia, actuante como presupuesto de legitimación del poder inquisitorial: la herejía".

  Coautor, junto al flamante ministro de la Corte Suprema Eduardo Zaffaroni, del libro "Derecho Penal Militar", Cavallero mencionó que "herejía" proviene del griego elegir, "el más abominable de los delitos y la mayor ofensa contra la Iglesia y el Estado; en tanto no debía elegirse nada distinto de la verdad, revelada por la divinidad, interpretada por el clero y sostenida por el Estado absoluto".

  Con el acento puesto en el estudio del derecho inquisitorial, Cavallero caracteriza a la institución española como "la más duradera, perfecta y reacia máquina jurídica represiva de todos los tiempos".

  Si bien la abolición del Santo Oficio ocurrió en 1834 —mucho después de que Montesquieu observó en "Del espíritu de las leyes" la vinculación entre leyes penales y libertad política y entre terror penal y despotismo de los gobiernos— "la actitud ideológica de la Inquisición parece conservar buena salud".

  "Algo que se puede verificar —subrayó el jurista— en los métodos para enfrentar el crimen organizado a los que apelan ciertas corrientes político-criminal eficientistas, cada vez que el sistema penal tropieza con emergencias como las que implicó la herejía".

  O más aún, agregó Cavallero, "cuando desde una posición absolutista y con la intención de interrumpir procesos considerados lesivos a la humanidad o la civilización occidental, se pretende legitimar la expansión sin freno del poder punitivo, de un modo que pareciera retornar redivivo el esquema del pensamiento inquisitorial."

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