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 domingo, 26 de octubre de 2003

La Justicia procesó por robo a un albañil sin saber cuál es su real identidad
El asaltante que tiene mil nombres
Cayó robando a un taxista y al ficharlo empezó un rompecabezas

María Laura Cicerchia / La Capital

Podría decirse de él que es un hombre sin nombre. O que tiene demasiados. Dio tantas veces una identidad distinta a la Justicia para eludir la cárcel que terminaron procesándolo sin saber quien es en realidad: si Marcos Antonio Flores, Enrique Valdivia Trujillo, Luis Miguel Ticona Arana, José Antonio Vargas o tantos otros. En cualquiera de esas opciones, lo único que está claro es que este albañil de nacionalidad, filiación y domicilio ignorados está preso por fracasar en su intento de asaltar a un taxista con un cuchillo en el microcentro rosarino. Pero su verdadero nombre, mientras el proceso sigue su curso, continúa siendo un enigma.

  El expediente que tiene como imputado a este albañil de 1.65 de estatura se parece a un rompecabezas al que todavía le faltan varias piezas para cobrar forma. Se sabe que el sujeto en cuestión fue apresado el 14 de septiembre pasado cuando varios tacheros estaban a punto de lincharlo por asaltar a un colega en el microcentro (ver aparte). Lo llevaron preso, estampó la marca de su pulgar en una hoja y quedó entre rejas, pero todavía se ignora quién es. O a quien esconde bajo la fachada de los distintos nombres que suele invocar.

  La primera vez que se lo preguntaron, en una oficina de la comisaría 2ª, dijo ser Marcos Antonio Flores y aseguró haber nacido en Tartagal (Salta) el 25 de octubre de 1972. En lo sucesivo, el único dato que mantuvo firme fue el de su fecha de nacimiento. Para el siguiente cuestionario ya se había convertido en Enrique Valdivia Trujillo. Después jugó con las distintas combinaciones de ese doble apellido y hasta le agregó el nombre pila de Luis.

  A la hora de examinar su huella dactilar, la sección Criminalística de la Unidad Regional II encontró al menos una coincidencia: que sobre ella pesaba un prontuario a nombre de Enrique Valdivia Trujillo. La nómina de antecedentes lo ubica cometiendo un hurto en diciembre de 1999, en un hecho que quedó bajo investigación en el juzgado Correccional Nº 9. Pero la ficha prontuarial que le adjudican adolece de un número de documento que demuestre quien es.

  Para aumentar el desconcierto, el informe del Registro Nacional de Reincidencia aportó mas dudas que certezas. El escrito remitido a Rosario el 6 de octubre pasado señala que, por sus señas particulares e impresión digital, ese individuo figura registrado allí como Luis Miguel Ticona Arana, José María Muñoz González, José Antonio Vargas o Marco Antonio Peralta. Lo que sí surge de ese registro es que sería un peruano indocumentado y en situación migratoria irregular.

  En la lista de sus encontronazos con la ley aparece mencionada una condena a 2 años de prisión en suspenso que le impuso el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 6 de Buenos Aires con el primero de esos nombres. Sólo que Ticona Arana sería un lavacoches nacido en Santiago del Estero en 1950.

  Bajo la identidad de Jose Antonio Vargas, en cambio, figura como un albañil salteño nacido, eso sí, un 25 de octubre. El único dato que este desconocido con atributos de camaleón parece respetar en sus respuestas. El cambio de nombre no impidió que un tribunal cordobés lo condenara a 2 años y seis meses de prisión por dos hechos de robo, violación de domicilio, amenazas y lesiones leves.

  Sumado a este intríngulis de nombres y lugares, al juez rosarino que ahora lo tiene como imputado le resultó imposible establecer donde vivía antes de ser apresado por una patrulla, algo alcoholizado, tras aquel robo fallido. Por orden de Jorge Eldo Juárez, el responsable del juzgado de Instrucción Nº 4, los policías fueron en persona al domicilio que él consignó, Grandoli 3780, a buscar alguna pista acerca de quien es o de donde viene. Sólo se llevaron los dichos de una mujer que le había alquilado un cuarto bajo su faceta de Marcos Flores. Quien se había presentado allí como nacido en Tartagal, afirmando haber olvidado su documento en su provincia natal, y terminó echado del lugar por pendenciero.

  Esta costumbre de mutar de identidad para escurrirse de la Justicia terminó volviéndose en su contra. Por culpa de todas las imprecisiones que rodean a su persona, el juez Juárez no quiso soltarlo a pesar de que técnicamente podría otorgarle la excarcelación. Es que no tiene "ninguna certeza" de que su auténtica filiación y esto le permitiría al imputado eludir el proceso sin demasiados esfuerzos.

  Si la Cámara Nacional Electoral o la policía de Salta y Jujuy responden con éxito a un pedido de colaboración para dar con el nombre cierto del detenido, el enigma sobre su identidad al fin se aclararía. Si no, el camaleón podría darse el gusto de que lo condenen bajo el nombre que elija para la ocasión.

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