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 domingo, 26 de octubre de 2003

La banda hizo vibrar al Anfiteatro con un repaso de su carrera
Divididos y ese equilibrio que sólo consiguen los clásicos
El trío probó que puede brillar en la furia y en la calma

Carolina Taffoni / Escenario

El viernes, en el Anfiteatro, parecía mentira que ya había pasado una década desde "La era de la boludez", el disco que convirtió a Divididos en un grupo masivo, algo más que una gran banda que venía de otra más grande. El trío de Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Jorge Araujo supo campear cambios (artísticos y de los otros) para mantener un equilibrio que es una verdadera receta de éxito. Ahora, con 15 años de carrera, Divididos es de ese tipo de bandas que parecen haber nacido clásicas.

Así el grupo puede darse el gusto de mezclar temas del 89 con canciones del más reciente presente, y encima clavar al lado cualquier gema de Sumo, que nadie se va a marear en el camino. Y eso hizo el trío al aire libre, con un público entregado a festejar una lista de temas que armaron los mismos fans votando en Internet.

Desde el principio quedó claro que se trataba de un show de clásicos sin sorpresas. Y Divididos empezó palo y a la bolsa: "Haciendo cosas raras", "Alma de budín" y "Elefantes en Europa", casi enganchados, no dieron respiro. Después bajaron sólo un poco con "Ay, qué Dios boludo", y con un "muchas gracias" de por medio pasaron directo a "Salir a comprar", "Qué tal" y el típico extracto de "La rubia tarada".

El sonido power del grupo, que siempre saturó en la caja de zapatos del CEC, al aire libre fluía como si los tres fueran trovadores con sus mandolinas. Y la voz de Mollo (¿será la dieta vegetariana?) suena más clara ahora que nunca.

Divididos vino a repasar su carrera y no esquivó ni los hits más obvios. Después de "Camarón Bombay", coreada por toda la gente, llegó "Qué ves", y Mollo cortó el tema para "hacerme solidario con la gente de la Facultad de Medicina y con las Madres", dijo mientras el público no parecía entender mucho del asunto.

El pequeño set unplugged despertó emociones encontradas. Mientras sonaba la cadenciosa "Como un cuento" uno no podía dejar de preguntarse por qué Divididos no trajo a Rosario el show semiacústico que deslumbró en el Gran Rex de Buenos Aires, por qué no podemos ver y escuchar algo distinto, por qué siempre tenemos que hablar de "Divididos la aplanadora", del pogo y los cantitos.

Pero justo antes de que la bronca se suba a la cabeza uno se emociona con la versión tranqui de "Pepe Lui" (que Mollo dedicó a Eduardo Rogatti) y dice que bué... que hay que disfrutar del momento, de esta noche a cielo abierto, y acordarse de que Metallica al final no vino y que nosotros estamos acá, afortunados, escuchando a una superbanda de rock argentina.

Si quedaba algún sabor amargo seguro se disipó con la gran versión de "Sister" y la sensualidad de "Dame un limón". O se borró definitivamente cuando Divididos volvió a poner el pie en el acelerador con "Tomando mate en La Paz", "Cajita musical", "Paisano de Hurlingham", "Cielito lindo", "Ala delta" y "El 38". Y antes habían pasado "Vida de topos" y "La ñapi de mamá", para qué contar.

La cosa venía tan de torrente que el trío siguió adelante sin pegar las tradicionales volteretas de los bises. Así llegó el final con un mix de "Rasputín", "El ojo blindado", un guiño a Zeppelin y hasta los coritos del "Hey Jude" de los Beatles. ¿Alguien pidió rock? Acá tuvo una buena dosis, por lo menos hasta el año que viene.

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La voz de Mollo es pieza clave en el grupo.

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