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 domingo, 07 de septiembre de 2003

Verón y Bielsa, sin banca
La Brujita y el Loco fueron el centro de todos los insultos

El entrenador Marcelo Bielsa y el volante Juan Sebastián Verón fueron el centro absoluto de los repudios de un público argentino que, por si era necesario, demostró que las heridas del fracaso del último mundial todavía no cicatrizaron.

Sólo Pablo Aimar, Andrés D'Alessandro y Javier Saviola, representantes de la renovación del fútbol argentino sin responsabilidades en Corea-Japón 2002, obtuvieron el reconocimiento de los hinchas.

El resto del plantel vivió con una dolorosa indiferencia su primera tarde en el Monumental después de la traumática cita mundialista que despidió al equipo en la primera fase.

Bielsa comprobó que su crédito con la hinchada está terminado y que sus acciones se ubican en forma constante en la frontera del insulto rencoroso.

Sin dudas que el jugador más insultado por el público de la selección fue Sebastián Verón. Cada pelota que pasaba por los pies del actual volante de Chelsea era acompañada por un coro de silbidos y reprobación.

Se nota que la gente ya no banca más la presencia de la Brujita y muchos lo acusan de haberse vendido en el partido ante Inglaterra en el último Mundial. "Bielsa: Verón es inglés", advirtió una bandera.

El jugador de Chelsea fue insultado en cada intervención de juego por un público que no entregó el clima de un partido de eliminatorias y que siguió el desarrollo con indiferencia, sólo abandonada por los goles o algunas individualidades de sus preferidos.

"Bielsa enfermo de antifútbol" fue acusado desde una bandera situada en la popular visitante, el sector más radical de la intolerancia argentina.

En ese mismo lugar, otras leyendas reforzaron el sentimiento hacia un equipo sin consenso: "Andate Bielsa" y "Grondona: no a Bielsa".

No sorprendió entonces que apenas jugados cinco minutos del partido, la tribuna local, donde se alojó un grupo de "Los Borrachos del Tablón", clamara por el ingreso de Javier Saviola.

Otra prueba de que la gente se acercó para jugar su partido y a reclamar por determinados cambios para el nuevo proceso de las eliminatorias sudamericanas rumbo a Alemania 2006.

Esa actitud quedó clara ya desde la convocatoria: las 40 mil personas, dispersadas en la inmensidad del Monumental, fueron un indicio.

Lo que parecía una cómoda victoria argentina favoreció para que los cuestionamientos quedaran ocultos detrás del velo de los aplausos contingentes.

Sin embargo, el divorcio inocultable del equipo y los hinchas quedó plasmado luego de que Reinaldo Navia estampó el empate definitivo a los 32 minutos del segundo tiempo. Y entonces, el final fue sin aplausos, con varios reproches y en el marco de una total indiferencia. (Télam)

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Los hinchas y una bandera contra Verón y Bielsa.

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