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 lunes, 01 de septiembre de 2003

Usuarios de Internet en trance en sus máquinas y ajenos a un escándalo
Clientes de un cibercafé no notaron cómo robaban y baleaban a un joven
Los ladrones asaltaron al cajero y dispararon en la pierna a un chico que no entregó su campera. Nadie oyó nada

"¿Hubo un robo acá?". A la pregunta no la hicieron vecinos ni curiosos sino los mismos clientes de un cibercafé de la zona oeste asaltado la noche del sábado, un local reducido colmado de usuarios de Internet. Tan narcotizados estaban en sus monitores que ni siquiera los sobresaltó un balazo que retumbó en el local. El proyectil hirió en una pierna a un muchacho que navegaba en una máquina ubicada cerca del mostrador, a quien le dispararon por resistir el robo de su campera. Sebastián Cano, un estudiante de Ingeniería en Sistemas de 22 años, se reponía ayer de la herida sin poder creer que nadie en el local hubiera advertido que a metros de sus asientos se producía un asalto a mano armada.

El muchacho herido vive a tres cuadras del cibercafé de Córdoba 7263, cercano a la avenida de Circunvalación, donde unas diez personas colmaban la capacidad del local para enviar mails, chatear o participar de teleconferencias, tal como se anuncia en la vidriera del negocio. Sebastián no es un asiduo concurrente pero el sábado a la noche decidió ir a consultar una página web. Estaba ubicado en la máquina más cercana al mostrador cuando percibió movimientos extraños a su alrededor: unos muchachos que cuchicheaban y le daban órdenes al dueño del local, quien permanecía rígido detrás de la barra.


Asalto entre susurros
Los jovencitos eran tres y, por su aspecto, Sebastián descuenta que eran menores de edad. Uno de ellos había tocado timbre minutos antes y el propietario lo había dejado pasar al confundirlo con un cliente habitual. Tras él se zambulleron sus cómplices, que no llevaban armas. Anunciaron el robo en voz baja con la pretensión de pasar desapercibidos ante la decena de clientes que, de cualquier manera, permaneció ajena al episodio.

"Recién un rato después me di cuenta de que estaban afanando", contó ayer Sebastián mientras cumplía con el reposo que le ordenaron los médicos del Hospital de Emergencias. En el momento en que el muchacho se percató del asalto, el ladrón armado controlaba al dueño y le susurraba a uno de sus cómplices que pasara detrás del mostrador para apropiarse de una web cam (cámara que toma y proyecta la imagen del usuario en la red).

"Cuando los miré, uno de ellos me dijo que me quedara quieto, se acercó y me sacó la campera que tenía en el respaldo de la silla", narró el estudiante, que entonces no había notado que uno de los intrusos llevaba un arma. Por eso decidió impedir el robo: se puso de pie, increpó al ladronzuelo y le arrebató su campera. De inmediato intervino el joven armado, que "parecía dirigir la situación". "Me quitó la campera, sacó un arma y disparó", resumió Sebastián.

El muchacho asegura que en el momento no sintió dolor pero quedó estático, "sin saber si estaba vivo o muerto", hasta que vio salir sangre de su pierna derecha. Entonces recobró la calma y ordenó que llamaran a una ambulancia y a la policía.


¿Conectados?
Curiosamente, la detonación no alteró los ánimos dentro el local. Según el relato de Sebastián, los clientes estaban en trance: "No me puedo explicar cómo nadie se dio cuenta. O bien no se quisieron meter. Todos hicieron la suya y recién cuando se iban preguntaban qué había pasado", dijo el muchacho que luego fue trasladado por sus padres al hospital.

Los médicos le dijeron que la herida fue superficial y que el proyectil no afectó ningún hueso. Sólo sentirá molestias y es factible que el cuerpo expulse la bala por sus propios medios. Si eso no ocurre y siente mucho dolor, podrá someterse a una cirugía para extraerla. "Según los policías podría ser calibre 22 largo o 32 por el tipo de orificio", consignó el muchacho, que esta semana no asistirá a sus clases en la Universidad Tecnológica Nacional porque debe permanecer con las piernas en alto.

En el robo perdió una campera de tela polar azul, la billetera con unos siete pesos y las llaves de su casa. Al dueño del local, según informó la comisaría 17ª, le sustrajeron unos 60 pesos. "Había un un muchacho frente al mostrador, que estaba sentado en silla de ruedas. Nunca se enteró de nada. Estaban todos embobados. Después de cinco minutos en los que me quedé hablando con el dueño empezaron a reaccionar. «¿Qué pasó, loco. Te tiraron un tiro?», me decían".

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Los navegantes no escucharon el disparo.

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