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 lunes, 01 de septiembre de 2003

Quieren reagrupar a la colectividad en Rosario
Jóvenes armenios buscan unirse y mantener activa la memoria
La idea es rescatar la cultura y las costumbres, pero también reclamar que se reconozca el exterminio de su pueblo

Marcelo Castaños / La Capital

Un grupo de jóvenes descendientes de armenios busca reagrupar a la colectividad en Rosario. Su objetivo es rescatar las costumbres y la cultura, las danzas y las comidas típicas. Pero además tienen otros motivos para juntarse y hacer memoria: su pueblo fue víctima del primer plan de exterminio masivo que vivió la humanidad en el siglo XX, que le valió la matanza de dos millones de habitantes y la deportación de otro millón y medio de las tierras que habitaban. Un genocidio que sin embargo aún no es reconocido por muchos países, entre ellos la Argentina, y que sufre el olvido de la historia. La película Ararat, que se exhibe por estos días en el cine Monumental, puso el tema el tapete y reavivó un sentimiento colectivo.

Marcelo Kasparián es nieto de un armenio que huyó de la matanza a los 14 años. El entusiasmo por volver a juntar a los descendientes lo llevó a contactarse con gente de la colectividad en Rosario y en Buenos Aires y Córdoba, donde están organizados y dispuestos a dar una mano.

En un rápido paneo, cuenta que cuando los armenios llegaron a la Argentina escapando del genocidio turco a principios del siglo XX se concentraron en las ciudades más grandes, entre ellas, Rosario. "Se reunían para hablar entre ellos en su idioma y mantener sus costumbres. Los encuentros eran primero en sus domicilios, hasta que alquilaron una casa y empezó la actividad social", comenta.

De esa primera generación ya no vive ninguno. "Las que le siguieron pudieron comprar una propiedad en Oroño al 800, donde hicieron un gran salón -narra Kasparián-. Tuvieron épocas de oro en las que se hacían fiestas y actos culturales".

Poco a poco la actividad decayó hasta prácticamente desaparecer. La casa se alquiló y hoy tiene otros usos. Kasparián calcula que la colectividad puede reunir hoy en Rosario unas 60 familias. "Un grupo de jóvenes nos juntamos por nuestra cuenta para ver si podemos reactivarla. El objetivo es mantener las tradicionales y la cultura, además de tener un centro donde encontrarnos", resume.


Con la historia a cuestas
Armenia es hoy una nación, pero también es un pueblo y una región, que va desde la Anatolia (Turquía) hasta la meseta de Irán, y desde el Cáucaso hasta la Mesopotamia. La zona no sólo abarca la república de Armenia, sino que se extiende sobre otros países, como Turquía y Azerbaiján. Lugares conocidos como el lago Van y el monte Ararat forman parte de esa gran meseta. Su pueblo se diferencia de los que lo rodean no sólo por su origen indoeuropeo (prototipo de la raza caucásica) sino por su religión: en el siglo IV adoptó el cristianismo y se convirtió en enclave católico ortodoxo en medio de países musulmanes.

La zona fue durante siglos lugar de litigio, ya sea entre vizantinos y persas como entre persas y otomanos, entre otomanos y rusos y entre rusos y turcos. Su pueblo vivió exilios varios y emigraciones masivas. Pero fue hacia fines del siglo XIX que sufrió la primera masacre en gran escala. Divididos el territorio y la población entre Rusia y el impero Otomano, se vieron en el medio de dos guerras entre esas potencias (una en la década del 1870 y la otra en la del 1890). "Allí había armenios de ambos bandos, pero los turcos acusaron a los de su país de colaborar con el enemigo y comenzaron las matanzas", cuenta Kasparián, munido de revistas, libros y folletos, y ayudado por su esposa Melina a hacer memoria de lo estudiado y escuchado.

La primera matanza se cobró la vida de algo más de medio millón de armenios de la zona turca.

La política de exterminio continuó aún con el imperio Otomano reconvertido en Estado constitucional. Los jóvenes turcos de Kemal Atatürk masacraron a partir de 1914, pero sobre todo entre 1916 y 1918, a un millón y medio de armenios y provocaron una de las mayores diásporas que conozca la humanidad. "Fue el gran plan sistemático de exterminio de un pueblo", dice Kasparián. En medio de una conjunción de historias contemporáneas, y con la excusa del rodaje de una película de época, el film "Ararat" lanza una mirada sobre estos años y se vuelve un valioso testimonio.

El genocidio se conmemora el 24 de abril porque fue en esa fecha de 1915 que se produjo la gran matanza de los intelectuales armenios de Estambul. En ese mismo año se ordenó la deportación en masa de las distintas zonas de la Turquía oriental, y en 1916 se bajó la orden general de exterminación de los últimos sobrevivientes.

"Los turcos pusieron como excusa que el país estaba en guerra, pero nunca hubo una guerra declarada entre Turquía y Armenia", dice Kasparián, y lamenta que este plan de exterminio no haya sido reconocido nunca por muchos estados; entre ellos, los Estados Unidos e Israel. "Francia fue el primer país en reconocerlo, y Argentina está en veremos", remata.

Armenia logró su primera independencia el 28 de mayo de 1918, y en 1921 se convirtió en una república soviética, status que mantuvo hasta 1991 en que se abrió de la URSS y se integró a la Comunidad de Estados Independientes. En 1923 se fijaron las fronteras definitivas con Turquía, que dejó bajo su dominio una parte importante de la región de Armenia. En ese mismo año Azerbaiján se quedó con el Alto Karabagh, región histórica de Armenia por la que ambos países mantienen una guerra no declarada.

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Kasparián agrega datos sobre el filme Ararat.

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