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 domingo, 24 de agosto de 2003

Este Ñuls puede marcar el rumbo como el del 97
La solidez y jerarquía del grupo disparan la ilusión del hincha

La notable victoria ante River del último domingo disparó un sentimiento único en los hinchas rojinegros. Una sensación capaz de generar una mueca de alegría, aunque no exenta de nerviosismo y tensión, un cosquilleo muy particular: la ilusión de ver otra vez a Newell's en lo más alto del fútbol argentino. Una sensación que el simpatizante viene postergando por años, más precisamente desde el Clausura 92, en que festejó su último título. Una adrenalina que a punto estuvo de volver a sentir en el Clausura 97, cuando de la mano de Mario Zanabria peleó el campeonato que finalmente fue de River, justamente el rival que se rindió a sus pies el último domingo. Ahora bien, más allá del derecho legítimo del hincha a soñar despierto con que esto es posible, ¿la ilusión tiene sustento? Es difícil decirlo, pero de lo que no caben dudas es que este equipo que diagramó Héctor Veira puede darle pelea a cualquiera y seguramente será uno de los animadores del torneo. Esto sin perjuicio de la ubicación que ocupe al final del torneo.

Como para reafirmar esta situación se impone establecer un paralelo de este equipo, que se está terminando de armar, con el último que estuvo a un paso de festejar algo importante: el del Clausura 97, que, luego de llegar mano a mano al final del torneo con River, terminó tercero. Como para contextualizarlo hay que recordar que en ese torneo, rojinegros y millonarios llegaron a la 17ª fecha compartiendo la punta e igualados en unidades, en el marco de un torneo que se interrumpió dos veces por un paro de futbolistas. Ese partido se definió en aquella recordada chilena de Roberto Trotta en tiempo de descuento cuando los leprosos se relamían con el empate. Ese equipo riverplatense formó con Burgos; Hernán Díaz, Ayala, Berizzo y Sorín; Monserrat, Astrada y Berti; Gallardo; Francescoli y Salas. Trotta entró a los 70 minutos por Ayala.

Intentando trazar un paralelo, por simple curiosidad periodística, se puede divisar que tienen varias cosas en común. Si bien los esquemas son diferentes (aquel defendía con línea de tres y este con cuatro), el resultado es similar: el equipo se hace fuerte desde la seguridad que le ofrece la última línea. Aquella contaba con el timing y la calidad del brasileño Ricardo Rocha hasta la sobriedad y jerarquía que aportaba un por entonces juvenil Walter Samuel (y si no que lo diga el Patrón que fue su compañero de zaga en Boca). Este tiene en Jorge Bermúdez, al líder indiscutido del equipo. Un verdadero Patrón a la hora de jugar y de hablar. El punto de apoyo que necesitaban los pibes para crecer.

Otro de los aspectos en que se emparentan es el mediocampo. La recuperación es un punto alto de las dos estructuras, y la cuota distintiva y pensante se aporta desde la derecha, donde antes se destacaba Saldaña y ahora Patiño.

Del medio para adelante se pueden encontrar las mayores diferencias. Los delanteros de aquel equipo tenían habilidad en Zamora y velocidad en Marioni, además del oportunismo que mostraba Bruno, pero no tenían contundencia, un ítem que este tampoco mostró hasta acá, pero que aparece como una amenaza latente. Por lo demás parece mejor compensado desde la desequilibrante -y en ocasiones determinante- velocidad de Rosales y la capacidad para estar siempre de cara al gol de Julián Vásquez.

Quizás el aspecto más contrastante esté en el volante ofensivo. El Loco Dalla Líbera era un estratega y, aunque con intermitencias, un conductor claro y preciso. Lo de Walter Silvani es distinto. Lo suyo pasa por sacrificarse en función de equipo en una posición que no es la suya, aunque se sabe que no es el conductor ni un enlace tradicional. Lo del Cuqui es una muestra de nobleza puesta al servicio del equipo. Similitudes y diferencias al margen, este Newell's está en condiciones de marcar un rumbo similar a aquel. Depende de ellos.

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Los jugadores festejan el triunfo contra River.

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De Zanabria a Veira

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