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 domingo, 27 de julio de 2003

Sabores del mundo: el arroz, un grano irresistible

Enrique Andreini / La Capital

El arroz y el trigo son los dos alimentos más difundidos en el mundo. Sin embargo, tal vez sea el arroz el de más alto consumo. Sólo en Asia mil millones de seres humanos se nutren principalmente con ese grano. En China es cultivado desde hace cinco mil años antes de Cristo. Y es precisamente allí desde donde surge una bella leyenda.

Había una vez un buen genio, quien desesperado e impotente frente a la última y más terrible sequía, no sabiendo cómo saciar a su pueblo, desesperado, se arranca sus perfectos dientes y los arroja, con un gesto de rabia, al viento. Estos, al caer sobre la tierra árida, se transforman en semillas y de esas semillas nacen millares y millares de granos de arroz. La leyenda nos dice que, desde ese preciso día, el arroz no dejará de abastecer las mesas del pueblo chino.

Como contrapartida existe otra leyenda en la India que dice que el arroz es una planta india, que no ha nacido de una semilla sino de un "prodigio" Shiwa, un dios muy sensible a la fascinación femenina que se enamora perdidamente de una joven doncella llamada Retna Doumila "joya radiante", tal era su belleza. Pero es rechazado una y otra vez. El cortejo del dios se torna "apremiante" por lo que Retna, para ganar tiempo, le pide un regalo de boda muy particular: un manjar bueno y nutritivo y que sobre todo, nunca le cause hastío. Shiwa envía un mensajero a la tierra para conseguir tanto extraño alimento, pero éste, distraido a su vez en una aventura amorosa, se olvida del encargo. El dios impaciente y furioso pretende casarse a la fuerza con la doncella, quien avergonzada y ultrajada se quita la vida. Después de cuarenta días, sobre la tumba de la muchacha nace una pequeña plantita de arroz, el que Shiwa dolido y profundamente conmovido decide regalar a los hombres para saciar por siempre su hambre.

La lenta marcha del arroz hacia Occidente comienza gracias a los audaces mercaderes que se arriesgan a atravesar el misterioso Tibet, una de las regiones más aisladas del planeta para comerciar con el ámbar y las especias. Pero las crónicas cuentan que fue un anónimo estudioso del séquito que acompañaba al gran Alejandro Magno, durante la conquista del imperio persa, quien explica y enseña a los pueblos del Mediterráneo el cultivo del arroz. Los árabes también tuvieron noticias del arroz y durante su expansión lo llevaron por el norte de Africa hasta Sicilia.

Siendo el pueblo de Aragón quienes enseñaron su cultivo en Nápoles y más tarde en la Toscaza para llegar después a la tierra de mis antepasados, al Piamonte y luego a Lombardía.

El cultivo del arroz se va extendiendo lentamente, pero ciertos prejuicios, fruto de la ignorancia hacen que muchos estados italianos tomen la decisión de dejar de cosecharlo.

Su difusión se tornó lenta y confusa. Sólo llegó a América del Norte a fines del siglo XVII, y a nuestra América en el siglo posterior. Y así, un simple grano de arroz se transforma en trágicas y bellas leyendas, que no sé a usted, pero a mí me parecen tan reales como la magia misma.

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