Año CXXXVI
 Nº 49.672
Rosario,
domingo  24 de
noviembre de 2002
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Hilda Habichayn: "El apellido era la única garantía de paternidad"
La socióloga no cree que el proyecto se traslade al uso cotidiano de los argentinos

Una simbolización más de la apropiación de la mujer por parte del hombre y la única garantía de paternidad que tuvo el varón durante siglos. Estos son, para Hilda Habichayn, directora de la maestría Poder y Sociedad desde la Problemática del Género, los motivos que explican la imposición del nombre paterno. En una charla con La Capital, esta socióloga reflexionó sobre la cuestión del apellido y el género, la función del doble apellido en algunos sectores sociales y la dificultad de lograr la equidad total. Convencida de que el proyecto de ley puede verse como un avance pero no resuelve la problemática del género, Habichayn duda de que el doble apellido se traslade al uso cotidiano.
-¿Qué valoración hacen ustedes sobre este proyecto desde el punto de vista del género?
-Una primera aproximación dice que se trata de un avance, porque da un lugar a la presencia materna. El apellido como lo tenemos hoy es la expresión máxima del patriarcalismo. Ahora se quiere subsanar eso, pero no logramos inventar algo que pueda concretar la igualdad absoluta. A veces exagerando decimos que las personas tendrían que tener una denominación completamente nueva, aunque sabemos que eso culturalmente no sería bueno.
-¿Por qué se usa el apellido paterno?
-En principio porque se trata de una cultura en la cual prevalece un sentimiento de apropiación de la mujer, de su cuerpo y de su descendencia por parte de los varones. No hay cultura que conozcamos, por lo menos en Occidente y actuales, donde sea a la inversa. Alguna vez hubo un proyecto de que llegando a la mayoría de edad se podría elegir el apellido materno...
-Pero por lo general el apellido materno se impone cuando es de alcurnia. ¿Proponerlo como alternativa no introduciría también un factor discriminatorio hasta desde un punto de vista de clase?
-Bueno, algo de eso podría haber. Como también es cierto que en algunos sectores encumbrados el usar doble apellido funcionó siempre como una garantía de que no se era hijo de madre soltera. Era una forma de garantizar que se trataba de una persona bien nacida.
-El hecho de que siempre el apellido utilizado haya sido el del padre ¿fue solamente una cuestión de poder del hombre o también habrá funcionado como una garantía para la mujer, que comprometía al hombre en su paternidad?
-Es relativo, porque si bien el hombre podía tomar el hijo a su cargo y darle el apellido, a veces no dejaba de ser un hijo ilegítimo si no había convivencia. No creo que esto garantizara demasiado a las mujeres. Se me ocurre más pensar que el apellido paterno le ha garantizado al hombre la paternidad.
-A pesar de que esta ley de apellido materno parece un avance, ¿no contrasta su uso con la realidad de muchos países desarrollados y evolucionados en los que se usan fórmulas más conservadoras?
-Bueno, es cierto que mientras en muchos países de América latina se usan los dos apellidos, en otros que uno podría considerar adelantados, existen todavía costumbres más desvalorizantes de la madre. En Inglaterra se habla directamente de "la señora de". Se puede interpretar el uso del apellido paterno y materno como una involución si se lo asocia con esa cosa castiza del doble apellido como una cuestión de alcurnia.
-¿Cree que si se impone la obligatoriedad de los dos apellidos, esto puede trasladarse al uso?
-Lo dudo. Las cosas que se imponen por obligación desde arriba muy poco resultado tienen. A lo mejor se usen mucho en los papeles, en los trámites, pero no en la vida cotidiana.


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