Jorge Salum
Mucha tensión, algunos episodios de robo o intentos de robo a supermercados y pequeñas granjas de barrio, un chico de 8 años herido por la policía con una bala de goma, varios detenidos y un gran fantasma sobrevolando las calles de la ciudad: esta es quizás la síntesis más apretada del clima que se vivió ayer en Rosario, donde la sensación reinante fue el temor generalizado de la gente ante la posibilidad de que la historia retrocediera 12 años y se repitieran los saqueos de 1989. Tan difícil fue la jornada que hasta hubo dirigentes políticos y funcionarios que se movilizaron para tratar de evitar males mayores y prometieron lo que muchos desocupados esperaban escuchar: algo de comida. La policía, en tanto, desplegó un operativo sin precedentes para disuadir a hipotéticos saqueadores mientras muchos se preguntaban si estos incidentes fueron espontáneos o provocados por alguien para crear la sensación de caos. Todo empezó a antenoche, cuando un grupo asaltó un local de la cadena Dar, en Junín al 2400. La tensión se potenció al mediodía, cuando otras 100 personas saquearon el supermercado Pampa, de Córdoba y Liniers, y según los dueños "se llevaron de todo menos leche y pan". Allí hubo 11 detenidos, incluidos dos menores. Todos están acusados de robo agravado y a disposición de la Justicia y algunos tendrían antecedentes. Rato después, unas 50 ó 60 personas pidieron comida en el Norte que funciona en el complejo Village, pero el local cerró sus puertas y todo quedó en el intento. A la misma hora, en un supermercado de Juan José Pasos y Olavarría, en el corazón de Empalme Graneros, se registró el episodio más violento. Allí la gente quiso ingresar a un supermercado Azul y fue reprimida por la Guardia de Infantería. Finalmente el grupo se replegó, pero permaneció horas concentrado frente al local comercial (ver página 4). La divulgación de estos hechos sembró el miedo entre los comerciantes de toda la ciudad, aumentó la tensión y y puso en alerta a los políticos. La senadora Roxana Latorre, el ministro de Gobierno, Lorenzo Domínguez, y el secretario de Promoción Social municipal, Miguel Zamarini, fueron a Empalme Graneros y enviaron bolsones de comida para aliviar la situación de los más necesitados. Después todo se pareció a una espiral que no se sabía bien dónde terminaría. Hubo asaltos, intentos de asalto o rumores de asalto a pequeños negocios en casi todos los barrios. Para entonces, las versiones sobre una operación política eran casi tan fuertes como las que hablaban de espontaneidad y hartazgo de los sectores más postergados. A media tarde, cuando se supo que unas 120 personas habían rodeado el supermercado La Gallega de Mendoza y Donado, ya nadie podía dejar de sentir temor. En algunos barrios el clima era irrespirable, y no precisamente por el calor y la humedad. En Derqui al 7500 unos 12 jóvenes provocaron destrozos y se llevaron mercadería, y en Oroño al 3800 un grupo intentó entrar a un local mayorista de alimentos. A las 15.30, 30 personas procuraron retirar productos de un negocio de Génova al 3000, pero el dueño llamó a la policía y decidió cerrar toda la tarde. La mayoría de los comerciantes lo imitó y se preparó para lo peor. Algunos vaciaron sus locales y llevaron lo que pudieron a otro lugar. En Garibaldi al 400 se vio lo más feo: un señor hizo esta operación sin dejar de exhibir un arma para intimidar a hipotéticos asaltantes. Al cierre de esta edición, unos 100 vecinos de Génova y La Travesía montaron un piquete con quema de cubiertas, que fue sofocado entre incidentes por los Bomberos Zapadores. Para entonces estaba claro que en la ciudad no era un día más y los fantasmas hallaban un lugar en la mente de miles de rosarinos.
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