Año CXXXV
 Nº 49307
Rosario,
miércoles  21 de
noviembre de 2001
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La Corte de los "milagros" lo hizo posible

Javier Felcaro

Sin sorpresas. El fallo de la Corte Suprema de Justicia que derrumbó las figuras de asociación ilícita y de falsedad ideológica en la causa por la venta ilegal de armas al exterior, liberando lisa y llanamente a Emir Yoma y Carlos Menem, ratificó un presente muy próximo a aquel reino del revés que alguna vez imaginó María Elena Walsh.
Veamos cómo es: el alto tribunal dinamitó los cimientos sobre los que se apoyaba la investigación, provocando una explosión de sobreseimientos o falta de mérito de los imputados por el juez federal Jorge Urso en un tiempo récord. Si bien la onda expansiva alcanzó a Antonio Erman González y Martín Balza, sobre ellos aún pesa la acusación de contrabando agravado dictada por el juez en lo penal económico Julio Speroni, el mismo que hace una semana dispuso la falta de mérito de Menem (todo un anticipo de lo que estaba por venir).
Pero hubo más. Uno de los ministros de la Corte, Antonio Boggiano, llegó a descalificar el testimonio del ex titular de Fabricaciones Militares Luis Sarlenga, la pieza clave que aceleró los tiempos de la investigación que depositó a Menem en la quinta de Don Torcuato.
La resolución del máximo tribunal abundó en duros cuestionamientos a Urso, al fiscal Carlos Stornelli y a la Sala II de la Cámara Federal. "Nada se resuelve creando delitos de la nada", esgrimieron los ministros, los mismos que, a la luz de sus propios actos, potenciaron un sospechoso tufillo que los acompaña de larga data. Los mismos que compararon este proceso penal con la represión ilegal.
A nadie escapa que la mayoría de los integrantes de la Corte llegaron a la cúspide del Poder Judicial durante la gestión de Menem, o la estrecha vinculación de Augusto Belluscio con Raúl Alfonsín, el mismo que selló el Pacto de Olivos con el riojano.
Y es por demás de elocuente, aunque en la Casa Rosada muchos miren hacia el cielo raso, que el Estado, en su rol de querellante en la causa, nada hizo por recusar a Julio Nazareno y Adolfo Vázquez por su manifiesta amistad con el ex presidente.
Hoy los rostros vuelven a mostrar asombro cuando se habla de un nuevo pacto político, una presunción que el abogado denunciante Ricardo Monner Sans dio por cierta ante una consulta de La Capital: "¿Y ese desayuno clandestino en Olivos entre De la Rúa y Menem antes de la renuncia de Chacho Alvarez, en el 2000?".
Mientras la Justicia se aprestaba a agregarle una nueva mancha a su devaluada fachada, tampoco faltaron gestos de soberbia sobradamente premonitorios: el abogado Oscar Salvi -uno de los defensores de Menem-, prometiendo que Urso y Stornelli iban a "pagar" por haber cimentado la existencia probada de los delitos que conformaron el peor escándalo de corrupción en la era democrática.
Es cierto que la sentencia no implica el cierre de la causa, pero, a esta altura de las circunstancias, avizorar la aparición de nuevas pruebas es, por lo menos, una quimera. Ayer el presidente Fernando de la Rúa trató (vanamente) de exorcisar las sospechas. Detrás de él, silencioso, el fantasma del beneficio de la duda volvió a corporizarse.


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