Gustavo Conti
Quizás algunos jugadores estén alcanzando un grado de maduración importante. Quizás allí radique la explicación de esta buena racha que prolongó Newell's ayer en el Olímpico de Córdoba y que es la mejor hasta ahora de la era Llop. Es que este equipo del Chocho no varió sustancialmente en cuanto a la idea madre que lo mueve desde que comenzó el proceso junto al torneo Apertura, es decir, el respeto por el buen trato de balón y la constante búsqueda ofensiva. Ponzio pensó un segundo antes de dejarlo solo a Pavlovich en la jugada del primer gol que culminó Saldaña. Damiani hizo lo mismo, sin abatatarse, para servirle el segundo a Martínez en pleno festejo de Talleres. Luque fue el arquero que todos los hinchas esperaban, asentado, seguro como nunca. Sí, tal vez esa sea la diferencia desde aquel 5 a 0 contra Banfield a este presente, tras atravesar un período nefasto. Y de allí los buenos resultados de los últimos 4 partidos. No será para descorchar champán, más teniendo en cuenta la situación de convocatoria de acreedores limitante que atraviesa Newell's, pero en la cancha el equipo parece comenzar a dar respuestas. La prueba más concreta de ello fue el segundo gol, el de la victoria, marcado cuando los de Llop parecían para el nocaut. Recuperó Ponzio sin reventarla, la tomó el eterno Saldaña y de él se sabía que la iba a jugar bien, pero no tanto de Martínez y Damiani, quienes le pusieron razón y corazón a la definición de la jugada y del partido. Sin amilanarse por la celebración de todo el estadio, lo volvió a dejar mudo en el penúltimo minuto. Claro, el hecho de que Luque haya jugado de diez es un indicador de que Newell's no transitó un sendero de rosas. Tuvo deficiencias para controlar al único punta Pablo Cuba, Ponzio no alcanzaba a anular el talento de Garay, más cuando las subidas frontales de Carrizo (Zanabria le hizo un favor a Ñuls al sacarlo) lo complicaba, y Grabinski y Vojvoda tuvieron problemas en los envíos aéreos. Tampoco Damiani y el debutante (como titular) Grech estuvieron felices para contener las trepadas de Lillo y Roth, pero sí acertaron en las proyecciones ofensivas, en asociarse al juego de Saldaña y en menor medida al de Maximiliano Rodríguez. Hacia adelante, todo Newell's comprendía de qué se trataba la cosa, tanto cuando estaba Vázquez como cuando entró Rosales, ambos movedizos, ambiciosos, acompañando a un más asentado Pavlovich, quien cuando se serene frente al arco será un delantero de temer. Fue así que contó con varias ocasiones para liquidarlo. Pero después sufrió el partido. Cuando Talleres, con su desorden a cuestas pero haciendo valer la localía, avanzaba, Luque quedaba solo contra el mundo y, aunque muy tarde, el empate por el taco de Manfredi no extrañó demasiado. Y si los rojinegros al cabo se trajeron de Córdoba la victoria fue porque, pese a todo, no abandonó el ansia de querer más siempre. Si por eso mismo expuso tanto a su arquero. En el equilibrio entre el querer y el deber hacer, tal vez Newell's encuentre un mejor campo de acción. En la jerga del ambiente, eso se llama manejar los tiempos del partido, algo que puede lograr en la medida que varios de sus jugadores adquieran la madurez adecuada, y siempre y cuando no los vendan prematuramente. Ayer parece haber mostrado que, pese a hacer gigante la figura de Luque, puede ir camino a ello.
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