Año CXXXV
 Nº 49.305
Rosario,
lunes  19 de
noviembre de 2001
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Saldaña celebró sus 34 con otra actuación para el elogio

Treinta y cuatro años recién cumplidos, ¿quién diría que un jugador a esa edad corra de la manera que lo hace Saldaña? Porque hablar de la ubicuidad, del talento para descargar rápido y bien, y jugar y hacer jugar al resto de sus compañeros, eso sí tiene directo correlato con la maduración que dan los años, pero el estado físico, no. "Me alegra tener esta edad y rendir así". Como para no, que si no fuera por Luque hubiera resultado la figura.
Allí va Saldaña. El mismo huraño que se molestaba (no se enojaba, sólo se molestaba) cuando se dirigían a él como "el veterano jugador". "Experimentado, no veterano", le reprochó alguna vez a este cronista en el estadio Monumental, cuando se había escrito en Ovacion el día anterior algo totalmente cierto: que entre tantos pibes, él, con sus entonces 32 años, era el más veterano del plantel del ex técnico Rebottaro. "Ahora ya no me enojo más. Ya soy veterano, lo tengo que asumir", expresó ayer tras la victoria, como saldando la brecha y mientras se le dibujaba la mejor sonrisa.
Allí va Saldaña. El mismo que aguanta los 90 minutos mientras alguno de sus jóvenes compañeros resopla. El mismo que, pese al trajín de un partido intensísimo, tiene tiempo para pensar en la maniobra decisiva del gol del triunfo, iniciando la jugada tras la recuperación de Ponzio y cediéndole bien la pelota a Elvio Martínez, para que él y Damiani hagan el resto.
Allí va Saldaña. El mismo que contradijo los pronósticos y no sólo no dejó el fútbol tras la última operación de rodilla, como le habían augurado cuando estaba cerca de los 33, sino que brilla al más alto nivel.
Allí va Saldaña. El mismo que no atribuye su gran rendimiento ni su vuelta al equipo a la nueva posición de doble cinco en que lo puso Llop después de colgarlo insólitamente dos partidos antes de River. "Siempre pienso que puedo jugar". A las pruebas hay que remitirse y Llop lo debe saber, al punto que lo palmeó cariñosamente cuando Ñuls saltaba a la cancha en el complemento, en un gesto inusual desde que conviven como DT y jugador.
Allí va Saldaña. El mismo que interrumpió el grito hiriente de la tribuna local de "comegatos", por aquella farsa montada por periodistas inescrupulosos de Buenos Aires en el bajo Ayolas rosarino. En el minuto 40, él fue quien produjo el milagro, pateando desde mitad de cancha para hacer rebotar la pelota en el travesaño. Y no lo aplaudían a Cuenca, que apenas la rozó, sino al talento y la rapidez de haber aprovechado la situación de ver adelantado al arquero.
Allí va Saldaña. El mismo que dijo respecto de su gol a los 31'. "Me hice un buen regalo de cumpleaños". Sin dudas, lo tuvo merecido.


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