Año CXXXIV
 Nº 49.297
Rosario,
domingo  11 de
noviembre de 2001
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Proteccionismo externo y deficiencias de infraestructura son trabas para exportar
Obstáculos por doquier en el camino para ganar mercados

Proteccionismo internacional, falta de apoyo estatal, burocracia aduanera, inestabilidad impositiva, altos costos de servicio, ausencia de infraestructura y, sobre todo, tasas prohibitivas para la actividad económica conforman la larga lista de obstáculos a los que se enfrentan las empresas de distintos sectores que están o buscan internacionalizarse. Una realidad que tamiza la agenda para el crecimiento que se analizó en el marco del coloquio de Idea. El capítulo más sensible en la materia es, sin duda, el que corresponde a los fabricantes de bienes de capital, un sector que sintió especialmente el impacto, de la apertura primero, y de la ola de devaluaciones competitivas en el mundo, después.
Un escenario que, no obstante, no le impidió a nivel global aumentar las exportaciones en la última década.
Impsa, la empresa del Grupo Pescarmona que llegó a hacer pie en el competitivo mercado asiático, es una de las firmas que explica ese aumento. No sólo eso. Gustavo Fazio, vicepresidente de la compañía, señaló que la empresa está financiando con el producto de las ventas del exterior la posibilidad de seguir produciendo en el mercado interno frente a la imposibilidad de financiamiento local.
En un caso extremo, relató que hace algunos meses tuvo que producir una grúa en Brasil para venderla en Argentina, para aprovechar los créditos del Banco de Desarrollo.
"En la década de los 90 aumentaron las ventas de bienes de capital al exterior pero en el mercado interno siguieron planchadas", señaló y se preguntó: "¿Quiere decir que somos competitivos en el exterior y en Argentina no?". Se respondió: "El tema es que buena parte del mercado de bienes de capital se moviliza con las compras de las compañías de servicio, que trabajan con proveedores que traen de afuera, fundamentalmente porque le pueden vender el producto con excelentes condiciones de financiación".
El empresario señaló que el valor de la producción exportada por la Argentina es de 300 dólares por tonelada, mientras que por el lado de las importaciones esa cifra de es 1.200 dólares por tonelada. "Argentina importa bienes de capital por seis mil millones de dólares, no todas son sustituibles, pero ahí hay un mercado sobre el cual tenemos que trabajar".
Fazio señaló que una de las características de los bienes producidos por este sector es que "constantemente está avanzando en la cadena de valor ya que no sólo tiene que renovar modelos sino avanzar en la provisión de servicios. Empezamos en China vendiendo equipos y terminamos proveyendo el servicio de instalación, mantenimiento y todo lo que tiene que ver con ajustar su funcionamiento".
"Medidos por productividad, nuestros productos están mejor posicionados que los de otros países, como Brasil y China pero no se puede trabajar cuando todos los días cambia el régimen impositivo y sin capital de trabajo", dijo. Y añadió otra consigna: "No existe la exportación absoluta, para ser un país exportador primero hay que tener un mercado interno".

El efecto Brasil
Mercado interno era lo que tenían las maquinarias agrícolas hasta que llegó la apertura, la revolución del sector agropecuario, la devaluación de Brasil y la caída del precio de los granos. La consecuencia, señaló Enrique Bertini, presidente de la Cámara de Fabricantes de Maquinaria Agrícola "es que sólo existe hoy una fábrica de cosechadoras y desaparecieron las cinco fábricas de tractores que había en el país en el año 91".
En ese contexto, el empresario que fabrica sembradoras de alto nivel tecnológico especialmente adaptadas para siembra directa, cargó todas las tintas contra el Mercosur y la convertibilidad. "Hay que salir de la convertibilidad para dejar el dólar a dos pesos y al mismo tiempo congelar los costos, Italia lo hizo y no tuvo un colapso económico", dijo luego de recordar que "hemos mostrado nuestras sembradoras en Sudáfrica, Europa, Australia y Estados Unidos, tienen buen nivel, pero no podemos competir en precios en el mercado interno mientras subsista la sobrevaluación cambiaria", señaló.
En ese sentido, evitó respetar la consigna de proyectar el nivel de exportaciones para el 2010. "La industria de la maquinaria agrícola está en riesgo de extinción, no sé si llegará a esa fecha", dijo.
Héctor Otegui, director de Invap, la empresa del Estado rionegrino que exporta reactores nucleares y participó de la construcción satélite SAC-C, señaló que la Argentina está en condiciones de exportar alta tecnología al resto del mundo con apoyo sostenido del Estado, sobre todo a partir de las embajadas en el exterior.
La empresa factura 40 millones anuales y ganó dos de las tres licitaciones importantes que hubo en la década del 90 para proveer reactores nucleares (vendieron a Egipto y a Australia). "Es un selecto mercado del que participan tres o cuatro países, como Canadá, Alemania y Francia", indicó al mismo tiempo que explicó que la empresa tiene que remontar en cada compulsa "un cálculo de costos mayor derivado de los altos costos en Argentina".
Otegui explicó que Invap es una "empresa de desarrollo" que trabaja en base a proyectos, lo cual le presenta el problema de mantener el flujo de caja entre emprendimiento y emprendimiento, que en la mayoría de los casos son desarrollos de varios años. "Los países competidores, cuando no se trata directamente de compras estatales, tienen mecanismos de licitaciones directas que les permiten moderar esos ciclos", señaló y explicó que "una acción posible y de bajo costo que puede hacer el Estado es hacer un régimen de compras inteligente". La firma quiere participar de licitaciones estatales con proyectos que tiene en carpeta, como un sistema de guardaganado para combatir la evasión en el comercio de carnes y tecnología para la provisión de equipamiento para radares. "Son iniciativas que el Estado hará sí o sí y nosotros queremos tener la posibilidad de participar en la licitación y no ser excluidos porque no tenemos antecedentes en la materia, ya que somos una empresa de alta tecnología, y así como somos los únicos en Latinoamérica que podemos hacer el ciclo completo de la construcción de un satélite, podemos hacer otro tipo de cosas menos complejas", indicó.
Respecto de los satélites, Invap se encontró con otras de las trabas más denunciadas por los exportadores. "Queremos competir en el mercado norteamericano pero no nos dejan entrar, es un tema que probablemente trate el domingo De la Rúa con Bush", señaló.

Las trabas exportadoras
Javier Finelli, titular de Fabrimaq, una empresa con 10 empleados que produce robots numéricos para palletizar, explicó que tiene en marcha un proyecto exportador a Estados Unidos y Brasil que, con una inversión de 850 mil dólares, apuesta a generar una facturación de 4,5 millones. "En nuestro caso, apoyamos los recursos que el Estado dispone para la promoción de innovaciones tecnológicas. En un año como este, los recursos que ganamos a través de un concurso del Fontar, un programa similar de la Ciudad de Buenos Aires y el reintegro del 14% previsto por el plan de competitividad, constituyen el 30% de nuestros ingresos".
No obstante, cargó contra las trabas burocráticas que "obligan a destinar uno ó dos empleados solamente para seguir el pago de esos reintegros".
Se quejó también de la acumulación de créditos fiscales de IVA, sumándose a una queja generalizada de las empresas vinculadas a la exportación.
Entre los exportadores de alimentos, las críticas por las demoras en la devolución del IVA se transforman casi en un pedido de clemencia. "Es como un bono de corto plazo y sin intereses que emite el Estado, se financia con nuestros fondos y se lleva así entre el 30 y 50% de nuestro capital de trabajo", se quejó Ciro Echesortu, ex directivo de Cresud y ahora director de Dreyfus.
El mismo reclamo salió de boca de Héctor Amado, director de Cargill, y de Juan Forn, CEO de Molinos Río de la Plata. "El incumplimiento de los compromisos del Estado es una carga difícil de sobrellevar para los exportadores", se quejó este último.

El reclamo de la agroalimentación
Entre los empresarios agroalimentarios, un sector que exporta la mitad de lo que vende la Argentina al exterior, las demandas frente a la agenda planteada por Idea reúnen obsesiones recurrentes: negociaciones agresivas para abrir mercados y combatir los subsidios agrícolas (Argentina pierde mil millones al año por causa de estos factores), estabilidad impositiva y tasas de interés normales.
Luis Pagani, de Arcor, le reclamó a los bancos incorporarse al "nuevo contrato social" que plantean los empresarios. "No todo es responsabilidad del Estado, la dirigencia empresaria también debe hacerse cargo, especialmente el sector financiero que debe reducir sus tasas".
Relegados al piso 11 del hotel Sheraton de Mar del Plata (las sesiones del resto de los sectores se hacían en los auditorios de la planta baja), el sector agropecuario se floreó en un terreno, como el de las exportaciones, que siente como propio.
Oscar Alvarado, directivo de la firma El Tejar y miembro de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea), no tuvo contemplaciones: "El mito de que los campos están manejados por rentistas que viven en Buenos Aires o en Europa quedó en la historia, el campo ha desarrollado un gerenciamiento moderno y profesional que otros sectores industriales y de servicios deberían imitar, así como la calidad de las organizaciones empresariales que ha creado y que son muy dinámicas". Y siguió: "Con biotecnología, siembra directa y trabajo en redes, el sector es de lejos el más dinámico de la Argentina, además invierte 8 mil millones de dólares por año para financiar cada campaña, es mucha plata, mucho riesgo y exige mucho compromiso, yo invito a todos los sectores a imitar a los productores", disparó.
Embalado, subrayó que la inundación de cuatro millones de hectáreas por la falta de obras de infraestructura "cuya necesidad es conocida desde principios de siglo" es una muestra de "los costos que puede tener la ineficiencia en el Estado".
Aún así, se animó a proyectar una cosecha de 92 millones de toneladas para el bicentenario, con ingresos por casi 18 mil millones de dólares.
A.T.



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