Año CXXXIV
 Nº 49.297
Rosario,
domingo  11 de
noviembre de 2001
Min 12º
Máx 24º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






Nos están empujando al abismo
La dirigencia sigue sin obrar honestamente. Sólo los argentinos responsables podrán evitar el derrumbe

Antonio I. Margariti

Los habitantes de este singular país que es la Argentina nos dividimos en tres grupos socialmente diferenciados: los responsables, los desaprensivos y los indiferentes. Por suerte son multitud quienes están enrolados en el primer colectivo, pero por desgracia carecen de influencia en las decisiones de políticas públicas.
El grupo de los desaprensivos en cambio no es tan nutrido, pero forman una asociación sumamente activa e influyente y son hábiles para dominar espacios estratégicos en la dirigencia política, sindical y cultural. Por último, existe otro numeroso contingente de argentinos indiferentes, que no asumen posiciones claras ni manifiestan interés por nada ni nadie y cuyas preocupaciones dominantes consisten en rodearse de buenas ondas y pasarla bien. Sin darse cuenta, por rutina e inercia, los indiferentes constituyen la plataforma de sustento del grupo de los desaprensivos.

Los argentinos responsables
Estos argentinos responsables son mayoría y actúan como puntales que sostienen al país impidiéndole que se desplome como si fuese una covacha carcomida por goteras, filtraciones y cimientos mal construídos. Cumplen con sus obligaciones, respetan las leyes, pagan sus cuentas, forman colas interminables con la ilusión de conseguir un trabajo digno, mantienen una familia estable, se preocupan por la formación moral de sus hijos, exponen su vida para defender a la sociedad de los delincuentes, están orgullosos de sus fábricas y colaboradores, se dedican a educar adolescentes a pesar de las intrigas de pedagogos de escritorio, consuelan a los enfermos, dan de comer a los hambrientos y por misericordia atienden a los necesitados.
Pero estos mismos ciudadanos ejemplares, gracias a los cuales Argentina sigue con vida, están hartos de la incomprensión estatal, de ser gobernados por incompetentes o corruptos, de soportar constantes depredaciones impositivas, de estar sometidos a normas irracionales que se modifican constantemente y de ser engañados miserablemente por quienes dicen ser sus representantes.
Al mismo tiempo estos argentinos responsables, que saben vivir con frugalidad y administrar sus escasos recursos, son ahorristas y depositantes en los bancos nacionales y extranjeros que operan en nuestro país. Y este es un temible poder que pueden utilizar cuando lleguen al límite de la paciencia.

Los argentinos desaprensivos
Por contraste con esos argentinos, los desaprensivos son aquellos dirigentes que no se preocupan por obrar honrada ni justamente. Forman un pequeño pero influyente grupo y tienen una sorprendente habilidad para encaramarse en sitios importantes donde actúan sin pudor, sólo para obtener ventajas personales.
Esta cofradía de desaprensivos con poder político, sindical y cultural, han llevado el país al borde del abismo. Ellos son quienes desean devaluar la moneda nacional para seguir con la fiesta y no ajustarse a vivir austeramente, pretenden apoderarse del dinero depositado en bancos, destruyen el sistema jubilatorio de capitalización y quieren conservar un insoportable nivel de gasto público para mantener un electorado cautivo sin que les importe destruir las empresas locales ni empobrecer a la clase media mediante impuestos inicuos.
Los argentinos desaprensivos que ocupan altos cargos públicos, hablan con locuacidad pero son incapaces de organizar un seguro de desempleo transparente que no sea prostituido por los punteros de comité, no están en condiciones de imponer el orden en los caminos bloqueados por piqueteros clasistas o dirigentes estudiantiles politizados, no han podido gestionar con eficiencia la obra social de los ancianos, ni organizar adecuadamente el sistema jubilatorio de reparto, no saben administrar ni controlar los aranceles de las aduanas o los servicios de recaudación de impuestos. Cualquiera de nosotros podría preguntarse ¿qué es lo que saben hacer?
Esta semana muchos dirigentes se mostraron como argentinos irresponsables. Los legisladores nacionales que quieren manotear los fondos privados mediante una ley que convierte al impuesto de emergencia sobre los movimientos bancarios en el eje de la coparticipación federal hasta el año 2031. Los gobernadores provinciales que exigen al gobierno nacional el pago en efectivo de una deuda impagable porque no hay más crédito público, ni plata, ni recaudación.
Las dirigentes de sindicatos docentes que han hecho abortar el censo demográfico que hubiese servido para conocer en toda su hondura el grave problema social. Los dirigentes camioneros que han subvertido el orden jurídico impidiendo el ingreso y tránsito de camiones con matrículas extranjeras alegando que pueden cargar combustible más barato en Chile y Brasil porque allí no les cobran impuestos que sí se pagan en Argentina. Los sindicalistas de la recolección de residuos que, por extraña solidaridad, han convertido este fin de semana a la Capital Federal en un enorme basural y foco de graves epidemias.
Pero también son irresponsables los funcionarios del gobierno nacional que pretenden imponer ajustes a las provincias sin que se les ocurra comenzar por ellos mismos, que están plagados de reparticiones inútiles, con un Ministerio de Salud sin ningún dispensario a cargo, con un Ministerio de Educación sin un sólo jardín de infantes bajo su mando, con un Ministerio de Justicia que ampara auspicios suicidas para autorizar el consumo de marihuana y dispensar de penas a los delincuentes primerizos, con la triplicación de ministerios en el área social y un ministerio de la coordinación que todavía no se sabe para qué fue creado.
Cuando los argentinos responsables observan este deplorable espectáculo de su dirigencia política y sindical no pueden sino estar convencidos de que estamos gobernados por irresponsables y entonces tratarán de ponerse a salvo antes que la marea los arrastre.

Efectos de la irresponsabilidad
La irresponsabilidad de que hacen gala los dirigentes nos está empujando hacia el abismo porque el juicio público que los argentinos responsables están haciéndose, en estos momentos, es muy claro y contundente: ¿cómo podemos confiar en estos hombres y en las instituciones que ellos comandan si constantemente nos están agrediendo, si nuestros derechos de propiedad son vulnerados y el fruto de los ahorros e inversiones no reciben adecuada protección ni estímulo?
Entonces nadie puede extrañarse que haya retiros masivos de fondos en los bancos, que el dinero circulante haya caído a la cifra más baja desde la convertibilidad, que ese dinero se cambie por dólares y quede guardado fuera de las manos codiciosas de los gobernantes.
Entre nosotros se están dando tres fenómenos que no ocurren en ningún otro lugar del mundo: 1º) Que estamos soportando una feroz depresión económica mientras que un alto número de quienes la padecen atesoran las divisas suficientes para salirnos de ella; 2º) Que una enorme cantidad de depositantes que confían ciegamente en sus bancos y valoran sus garantías internacionales, sin embargo retiran los fondos porque piensan que el gobierno puede confiscarle los depósitos o cambiarles el signo monetario; 3º) Que el sistema bancario argentino, gracias a las reglas denominadas "Basilea + plus" ha soportado una feroz corrida bancaria de casi 16 mil millones de dólares sin que se haya producido un sólo incidente, protesta o reclamo por falta de fondos.
Esta misma caída de depósitos hubiese producido el colapso del sistema bancario estadounidense. Que aquí no haya ocurrido nada similar es precisamente el verdadero milagro de una Argentina oculta que no alcanzan a descifrar los gurúes económicos extranjeros que nos aconsejan salir de la convertibilidad, devaluar y dolarizar.
Salvo el día jueves de esta semana, los depósitos siguieron cayendo, se evaporaron las reservas de emergencia concedidas hace poco por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para mantener la convertibilidad y el Banco Central (BCRA) acaba de exigir a los bancos locales la repatriación de 1.900 millones de dólares que estaban depositados en el Deutsche Bank de New York como garantía de los depósitos bancarios.
Para culminar con el devastador efecto de la desaprensión, el presidente Fernando de la Rúa ha sorprendido al gobierno norteamericano pidiéndole la mediación del presidente George W. Bush para que el FMI le otorgue un nuevo anticipo de 4.300 millones de dólares.
Es evidente que la acción desaprensiva de nuestros dirigentes políticos y sindicales nos está empujando hacia el abismo, pero los argentinos responsables sabrán anular ese intento.


Diario La Capital todos los derechos reservados