Año CXXXIV
 Nº 49.297
Rosario,
domingo  11 de
noviembre de 2001
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El elegido de la semana
Por las bateas: "Lenny"
En su nuevo disco, Lenny Kravitz mantiene un precario pero astuto equilibrio

Carolina Taffoni

Siempre fue difícil encontrar un término medio para Lenny Kravitz. Sus admiradores se enamoraron de su look retro, de sus baladas sentimentales y de su concepto de hacer rock "a la vieja escuela". Sus detractores, en cambio, lo trataron como a un vulgar estafador, un ladrón de guante blanco que tomaba demasiadas cosas prestadas de la herencia rockera de los 60, 70 y 80 (desde John Lennon hasta Aerosmith, pasando por Led Zeppelin, Jimi Hendrix y Prince). Sin embargo, el verdadero Lenny Kravitz, tal vez se encuentre en algún punto entre estas dos tendencias, en un precario pero astuto equilibrio.
Ya quedó muy lejos aquel 89, cuando Kravitz debutó con "Let Love Rule", y el revival de las décadas de oro estaba a la orden del día. Ahora, con su sexto disco, Lenny sigue explotando el sonido de banda de rock de los años 70, mucho más lejos todavía del presente que en aquel 89. Kravitz sabe que vendió millones de discos gracias a ese sonido, y decidió profundizar en esas raíces en un momento en que todos parecen buscar un espejismo del futuro. Lenny también sabe que es el único que puede llevar un poco del viejo rock a las masas poperas, y estar solo en el mercado siempre es un buen negocio.
"Lenny", un álbum que interpretó, compuso y produjo él solito, suena más duro y despojado que su antecesor, el tibio "5", y también resume todos los brillos y los clisés de la música de Kravitz. "Esto huele a rancio", dirán algunos. "Por fin alguien canta y toca como corresponde, sin recurrir a los productores de Britney Spears y los 'NSync", contestarán otros.
Las canciones de "Lenny", sin embargo, están tan a punto para los rankings como las de Britney Spears. Basta escuchar "Dig In", el corte de difusión, que atrapa desde la intro con su solo de batería y es más pegajoso que dos temas de Roxette y T. Rex juntos. "Stillness of Heart" también es tan irresistible como previsible, y tiene reflejos de hits anteriores. Las power ballads "Yesterday Is Gone" y "A Million Miles Away" no se quedan atrás con el sello de éxito seguro.
El álbum se reparte entre las baladas, los temas rockeros y algún material en el medio. "Battlefield of Love" intenta ser un "Are You Gonna Go My Way", "If You Could Fall in Love" sorprende con sus guitarras sucias y la voz ligeramente distorsionada, "God Save Us All" no puede evitar el estribillo Lennon y "Bank Robber Man" demuestra que Kravitz no perdió la mano para el rock más salvaje.
Para los que buscan comparaciones hay mucha tela para cortar. En "Pay to Play" Kravitz juega a hacerse el Prince y le sale bien. Con "You Were in My Heart" consigue un estribillo pleno de sensualidad, y "Let's Get High" es la "Believe" del disco, un baladón seudopsicodélico. También hay algunos pasos en falso. "Believe in Me", por ejemplo, es un pastiche que intenta combinar la escuela Motown, el maquillaje tecno y una guitarra española totalmente desubicada. Si se trata de Kravitz, cuanto más simple mejor.
A veces se nota demasiado que, cuando intenta ubicarse en el presente, Kravitz suena falso y desinteresado. Su enamoramiento del pasado, en cambio, es tan sentido como genuino. Claro que el que busque originalidad deberá limitarse a revolver las bateas de viejos discos usados.
Calificación: 3 estrellas.



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