Año CXXXIV
 Nº 49.297
Rosario,
domingo  11 de
noviembre de 2001
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Los jueces no saben qué hacer con los efectos secuestrados
En depósito hay cosas para ser retiradas por sus dueños, que tienen miedo y no las reclaman

Jorge Salum

Muchos jueces locales no saben qué hacer ni cómo desprenderse de muchos efectos secuestrados en procedimientos policiales que querrían poner en manos de sus dueños. Cientos de esos objetos están en condiciones de ser devueltos a las víctimas de robos, pero sus propietarios no lo saben, no están ubicables o directamente no los van a buscar a los tribunales. Si bien en el subsuelo del edificio del Palacio de Justicia existe un depósito donde se guardan estos bienes, los magistrados lo describen como "una montaña de cosas". Allí, sin mucho orden, se apilan objetos que ya no tienen por qué estar a disposición de la Justicia y que deberían ser devueltos ya mismo a sus propietarios. Sin embargo, entre las autoridades nadie parece preocuparse demasiado por esta situación, que se prolonga en el tiempo y crece como una bola de nieve.
Entre los objetos incautados hay de todo: relojes, aparatos de radio, alguna que otra alhaja, televisores, vehículos, armas y, aunque parezca increíble, hasta dinero en efectivo, aunque las cantidades son casi siempre insignificantes.
La mayor parte de estas cosas pertenece a personas que fueron víctimas de hechos delictivos, pero también hay objetos secuestradas a individuos que en principio fueron acusados de algún robo y terminaron siendo absueltos, bien porque se demostró que eran inocentes o bien por aplicación del beneficio de la dura. "A ellos corresponde devolverles lo que se les sacó en su momento", reconoció ayer un vocero judicial. Sin embargo, muchos lo desconocen y por eso no los reclaman y lo que quieren los jueces es que alguien se ocupe de difundirlo.
Todos estos objetos quedan a disposición del juez de la causa y se guardan en el depósito hasta la resolución final del caso. Luego pueden suceder dos cosas: o deben son devueltos a sus dueños, si corresponde, o directamente se destruyen. Entre estos últimos figuran ganzúas, púas, palos, alambres, tijeras y otros elementos generalmente empleados por los delincuentes para cometer delitos, por ejemplo para abrir puertas de hogares o autos.
También hay prendas, que no se pueden destruir porque constituyen una posible evidencia que puede resultar útil y hasta decisiva para resolver un caso, o bien porque pertenecen a una víctima y pueden ser reclamadas. Y hay aparatos, como radios o televisores, que nadie reclama por la sencilla razón de que están rotos y ya no funcionan.

Trabajo extra
Una fuente judicial contó ayer a La Capital algo que sucedió hace algunos años. "En el juzgado teníamos algo así como 30 pesos en monedas de diez centavos que pertenecían a la víctima de un robo. Un día, cuando ya no sabía que hacer con ellas, el secretario ordenó que llamaran a su propietaria, que era de Villa Constitución, para que pasara a retirarlas. Todo lo que recibió fueron insultos. ¿Usted cree que voy a ir a Rosario sólo para buscar eso?", disparó. Su interlocutor no supo qué responderle.
Otro funcionario recordó que durante mucho tiempo tuvo la intención de devolver una escopeta incautada por la policía durante un atraco frustrado. El caso fue así: alguien entró a una casa a robar y cuando el propietario lo advirtió, amenazó al ladrón con el arma y pidió a su esposa que llamara el Comando Radioeléctrico. Cuando llegaron los efectivos, detuvieron al intruso y secuestraron la escopeta. "El arma no tenía nada que ver con el hecho investigado y tenía que ser devuelta, pero el dueño nunca apareció y terminó en el depósito judicial de armas", contó.
"El problema -dicen quienes tienen a su cargo la responsabilidad de cuidar estas cosas- es que la gente no viene a retirarlo". Y esto, en la mayoría de los casos, sucede por miedo. "Las personas temen venir a tribunales y las cosas se van acumulando". Esto genera un trabajo extra en los juzgados de Instrucción, correccionales y de Sentencia, que agrava aún más su estado de virtual colapso.
Hay, además, otro problema. ¿Qué pasa si alguno de estos elementos desaparece? El secretario de un juzgado recordó el caso de un anillo de oro, que se esfumó hace algunos años y nunca más apareció. "No sabemos dónde se perdió, si fue antes o después de que la policía lo trajera al juzgado. Pero el único responsable es quien tiene a su cargo la causa y su secretario", dijo.
"Lo que queremos es que la gente se ocupe de venir a buscar sus cosas, que pierda el miedo y sepa que cuando se ha incautado algo que le robaron, por poner un ejemplo, tiene todo el derecho de reclamarlo", dijo otra fuente consultada.
Al parecer, en los últimos tiempos hubo algunos intentos por organizar el resguardo y la devolución de estos objetos, aunque habrían fracasado. Mientras tanto, las cosas se acumulan en un subsuelo húmedo que vuelve más inútiles los objetos de escaso valor.



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