Año CXXXIV
 Nº 49.269
Rosario,
domingo  14 de
octubre de 2001
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Caminos ocultos y semivírgenes
Una hilera de pueblos mágicos en Traslasierra, rodeados de estancias centenarias

El viajero, que descubre el sol en cada curva, puede trasladarse entre los pueblos que descansan sobre las laderas. La distancia que los separa no es más de 20 kilómetros.
Nono, en el centro del valle, es un viejo poblado, el más antiguo de las sierras altas; lo rodean el Río Chico y el Nono Grande, con su lecho arenoso, ancho y sin peligros para los niños. Desde cualquier lado puede verse el verde eterno y el salvaje murallón de las montañas.
Los hoteles y cabañas son excelentes; el Gran Nono, tan refinado como tradicional y de un gusto exquisito, donde se disfruta del microclima de la zona y del río torrentoso de aguas cálidas que corre laderas abajo. El hostal La Gloria, un antiguo retiro de hermanas enclavado en medio de un inmenso parque con amplios ventanales, será el descanso merecido del peregrino y un excelente lugar para las familias.
Los caminos de Nono se pierden entre los montes. Esperan entre la espesura la hostería Manantial, con sus cabañas de troncos y sus delicadas habitaciones donde cada cuarto impone un ambiente único, y los pájaros se instalan en los balcones al arroyo y al verde intenso.
El hotel del Alto, uno de los más viejos y pintorescos de la región, hasta llegar a La Lejanía, una hostería enclavada entre montañas que tiene en su orilla el Nono Grande, donde pueden verse las truchas típicas de los ríos de montaña en sus piletas naturales.
Todas las posadas son atendidas por sus dueños; europeos extravagantes y familias de otros lugares, instalados en la paz serrana desde hace años.
El pueblo es pequeño y acogedor. En la Pulpería, al lado de la iglesia, se sirven delicatessen, como el cordero asado con ciruelas. Una atracción internacional es el Rocsen, un museo polifacético que aborda diversos temas; desde el hábitat de los indios comechingones hasta autos antiguos.
A los costados del Champaquí
Pero si lo que se pretende es contemplar los lugares donde el cielo acaricia las montañas, el viajero puede llegar hasta Los Hornillos, a 1.100 metros sobre el nivel del mar. El clima, a los costados del Champaquí, el cerro cuyo pico alcanza los 2.790 metros, es seco, cálido y luminoso durante todo el año y entre caminos serranos se accede a lugares fantásticos como Villa de las Rosas, San Javier, Yacanto, Luyaba y La Paz.
En San Javier se encuentran los maestros artesanos de cobre y plata. Patricio Pereyra es uno de los más buscados por la calidad de sus trabajos. Desde el pueblo, por un sinuoso sendero, se llega hasta la Quebrada del Tigre, donde se encuentra la impresionante estancia La Constancia, que perteneció al ex presidente Victorino de la Plaza. La casona, enclavada en un balcón verde, rodeada de castaños y árboles añosos, está decorada en un estilo neo victoriano.
El río San Javier baja en cascada a un costado de la mansión y el aire se cubre de un aroma a hierbas como muña muña, tomillo, menta y peperina. La capilla de la estancia fue construida en 1935 y está ornamentada con estatuas y mayólicas traídas del Vaticano.
Los caminos se continúan por Yacanto. Es imperdible visitar el antiguo hotel construido por los ingleses a fines del siglo XIX. Allí se puede jugar al golf en sus cuidados links y pasear por el parque.
El recorrido continúa por la localidad de La Población, luego Luyaba -donde se hace el desopilante festival del pollo hervido-, hasta llegar a La Paz. La cita es en Morf Art y la anfitriona, Kerry Sullivan, una inglesa que vivió en su Liverpool natal el nacimiento de Los Beatles, ofrecerá exquisiteces de la vieja Irlanda y platos locales.
A la hora de cenar, después de visitar el dique La Viña, la carta dispone de truchas, pejerrey o un cabrito con berro. El sur del valle se habrá abierto para el viajero y ahora los sentidos serán distintos.


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