Año CXXXIV
 Nº 49.150
Rosario,
domingo  17 de
junio de 2001
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Presentación de su reciente libro "Excelencias de la nada" y los cruces de literatura y actualidad
Jorge Asís: "No voy a escribir la novela del menemismo"
El autor de "Flores robadas en los jardines de Quilmes", ex funcionario durante la década menemista, recuerda su paso por la Unesco con una novela donde lo cortés no quita lo burlón

Fernando Chiappussi

Después de varios años de silencio en los que se desempeñó como embajador en Portugal, Jorge Asís ha publicado tres nuevos libros en apenas nueve meses, un suceso nada habitual en la literatura argentina. Se trata de la producción de sus años europeos: "Yo nunca dejé de escribir", suele señalar, orgulloso.
Sin embargo, la salida de "Lesca, el fascista irreductible" (novela de época sobre un argentino que formó parte del colaboracionismo francés hacia los nazis) y "Del Flore a Montparnasse" (dos nouvelles, una de las cuales recuerda sus andanzas en el Partido Comunista local) no llamaron tanto la atención del periodismo como sus burlones comentarios sobre la política argentina, habitualmente en defensa del gobierno de Menem, del que fue embajador y funcionario.
La salida de "Excelencias de la nada", su última novela, es el mejor ejemplo de esta distracción. Mientras el libro llegaba a las librerías, la Unesco _el organismo internacional retratado en la novela con el nombre de Nadacec_ anunciaba el cierre de su sede en la Argentina por motivos presupuestarios. Asís estuvo destacado en la Unesco entre 1989 y 1994, al comienzo de su carrera como embajador. Pero ningún periodista, hasta ahora, le había preguntado sobre el tema.
Lo cierto es que en "Excelencias de la nada" Asís vuelve al recurso de la novela en clave _como hiciera en "Diario de la Argentina"_, lo que le da interés tanto desde el punto de vista literario como desde el político. Es fácil imaginar, por ejemplo, una correspondencia entre Federico Mayor Zaragoza, director general de la Unesco hasta 1999, y un tal Francisco Valencia Menor, que en la novela es secretario general de la Agencia de las Naciones Asociadas para el Desarrollo de la Ciencia, la Educación y la Cultura (Nadacec).
Sospechosamente, uno de los hilos argumentales del libro pasa por un proyecto de reestructuración muy similar al emprendido por el actual director general de la Unesco, proyecto en cuyo nombre se cercenará la oficina local. El funcionario se llama Koichiro Matsuura; el personaje, Tadeo Akimoto; ambos son japoneses, pero Asís asegura que no son la misma persona, aunque admite que "en la práctica, este funcionario es como Akimoto".
_Has dicho varias veces que no querías quemar más puentes con tu literatura. ¿Por qué escribir una novela sobre la Unesco?
_Efectivamente, en el 89 yo había partido de Buenos Aires con la decisión tomada de no volver a este tipo de relatos, quería establecer un corte en mi literatura y de hecho había retirado mi obra anterior de circulación. Pero cuando llego a París y me encuentro con estos personajes, con esos discursos interminables en los que unos se agradecían a los otros sus respectivas intervenciones, y descubro el funcionamiento de este organismo internacional dedicado principalmente a estirar la permanencia de sus miembros _con personajes y situaciones realmente desopilantes_, me di cuenta de que una vez más iba a terminar haciendo lo que no debía. Lo que veía era todo literatura.
_Una vez más primó la moral del escritor...
A mí se me planteaba un dilema ético: ¿yo debo contar esto? Me contesté: ¿y por qué no? Tiene que ver con la coexistencia entre el escritor y el hombre que para vivir puede ser periodista, embajador, político, vendedor... Cuando vos tenés la desdicha involuntaria de ser escritor, no te queda otra alternativa que escribir. Y descubrí que hacía literatura desde el primer día que pisé ese lugar. Este fue el primer libro que empecé a escribir allá, pero el último que terminé: sentía que no quería, o no podía, concluirlo, porque me volvía la pregunta inicial. Pero escribirlo era para mí el momento de distensión después de las sesiones, de escuchar tantos discursos vacíos, y lo que es peor, pronunciarlos. Finalmente le quité unas doscientas páginas, con que el libro ganó mucho en estructura.

No "contra" sino "sobre"
El único antecedente literario que Asís conoce sobre este tema es el de "Bella del señor", la novela de Albert Cohen: "Ese es un libro formidable que tiene un poco que ver con las cuestiones burocráticas, y está situado en la versión anterior de Naciones Unidas, la llamada Unión de las Naciones. Yo me meto más en las situaciones, en cómo se peleaban los espacios", dice. En efecto, los personajes de "Excelencias de la nada" parecen vivir en una burbuja donde la propia organización, sus mecanismos y juegos de poder, les son más importantes que la realidad exterior.
_¿Qué le dirías al que piensa que te metiste en un organismo para después escribir en su contra?
_Que yo no pateo ningún juego: simplemente descubro algunas cartas, algunas maneras de las burocracias que se apoderan de cada uno de estos organismos internacionales y convierten a los países miembros en rehenes. Creo que este sistema es tan inviable como interminable, e irresoluble. Porque todo el tiempo llegan nuevos miembros que reemplazan a otros y tienen que ponerse al día; todos deseosos de dar su discurso y permanecer, que es lo que les conviene a todos. Entonces, a veces los proyectos se engrandecen, se mejoran, para que no se hagan nunca.
_Una constante que remarcás es cómo el medio pasa a ser el fin: la organización pasa a ser su propio tema.
_Esa es la máxima trampa. Yo pasé casi cinco años tratando sobre todo temas inherentes al funcionamiento de la organización (a la "optimización de los mecanismos para el mejoramiento de los trabajos de la organización...") más que el sentido de la organización en sí. Por ejemplo, siempre hay un proyecto de reestructuración como el actual. La carencia de presupuesto se usa para justificar la inoperancia de las personas: por eso en el libro digo que para la Nada, la ausencia de los Estados Unidos (que se retiraron de la Unesco en 1985) termina siendo una justificación. Y esto ocurre tanto en una organización internacional como en cualquier otra repartición. Sirve para disimular la incapacidad de una gestión en adaptarse y conseguir la máxima eficacia dentro de las limitaciones.
_Cuando comprendiste todo esto, ¿no pensaste en renunciar?
_No, lo tomé como una cuestión profesional: era un espacio que tenía que ocupar. Mi trabajo fue aprovechar todo lo posible la presencia argentina, buscar representación importante en los distintos organismos, tratar de conseguir lo mejor para el país, ganar todas las elecciones posibles... Pero mi drama fundamental en la política es que yo soy escritor.
_Sin duda eso debe jugar en contra en el mundo de la política partidaria, donde se le da mucha importancia a la confianza y la lealtad entre pares.
_Puede ser. Pero mis amigos de la política pueden acercarse tranquilos, que no van a tener problemas conmigo en ese sentido. Mi verdadero problema es que algunos tipos no se animan a jugar políticamente conmigo porque saben que estoy peleado con el Grupo Clarín y temen que también les alcance la mano censora. De todos modos, no me interesa esa política como tema literario. No me interesa escribir la novela que muchos me reclaman sobre lo que se ha dado en llamar "la cultura menemista", y que ya ha escrito el periodismo, incluso la televisión. Es imposible que un novelista le pueda ganar a esa realidad ficcional. Igual me interesan más algunos aspectos de la política internacional que se dan en mi novela, como el juego de "dragar al yemenita" ( Nota: así se llama uno de los capítulos), que era un juego literario: inventar la candidatura de un contrincante del embajador yemenita (en una elección interna) para socavar su nominación y ganar espacio para la propia, era una ficción que me parecía apasionante contar.
_¿No creés que muchas de tus novelas tratan de develar los mecanismos del poder, y que es por eso que te piden la novela del menemismo?
_Hoy me interesaría mucho más, por ejemplo, escribir una novela sobre el dictador portugués Zalazar, que fue el hombre fuerte de Portugal durante cuatro décadas. Analizar un período muy interesante de la sociedad portuguesa: cómo se dio paso de un Imperio _que mantuvo sus colonias hasta los años 60_ al país que surtió de conserjes y taxistas a toda la Europa desarrollada. Las transformaciones de Portugal en su proceso de adaptación a la Unión Europea, por ejemplo, me parecen mucho más importantes que lo que pueda escribir (Antonio) Tabucchi. En Portugal, cuando uno va a una casa de la alta sociedad, es común que se descalifique a alguien diciendo "ese tiene dinero, pero lo hizo después de la revolución de los claveles". A mí me interesa escribir sobre esas estructuras, no para criticarlas, sino para contar sus mecanismos: se trate de la Unesco, Portugal o el diario Clarín.
_Has dicho que esta novela va a levantar un escándalo en la Unesco, pero casi con el tono de una expresión de deseo...
_No, en absoluto. En realidad, creo que si allá llegan a leerla lo más probable es que se forme una comisión para analizarla, comisión que después de varias reuniones entregará sus conclusiones, que serán traducidas a los diversos idiomas de los miembros de la asamblea, los que a su vez acercarán sus comentarios y sugerencias... y así. Por otro lado, lo que ocurre en mi país no me sorprende: tiene que ver con un pozo de silencio atroz, por cuya causa si hoy escribiera una novela equiparable al "Ulises", tendría sólo la descalificación de un suplemento y el silencio del resto. En un medio importante alguien quiso escribir sobre mi novela "Lesca" y le dijeron, muy razonablemente: "No le hagamos el juego a Asís". Y bueno: si no me quieren hacer el juego, me lo hago yo solo.
_¿Quién creés que es hoy tu lector?
_Ya no pienso más en eso. En un momento pensaba que era un tipo de mi generación, o el padre de ese tipo (para entenderlo). Hoy me sorprenden jóvenes que conocen mi obra. También hay muchos que me seguían y tomaron distancia de mí por cuestiones extraliterarias. Hoy un lector se entera de la salida de mis libros porque los ve en librerías, o porque se los menciona en espacios que tienen más que ver con la política que con la literatura. "Lesca" vendió 9 mil ejemplares y "Del Flore a Montparnasse" unos 6 mil sin menciones en los medios. No son grandes cifras, pero ésta tampoco es la Argentina de "Flores robadas": hoy los periodistas y sus libros le han ganado espacio a la literatura argentina.
_También se ha dado un avance del libro anglosajón que genera bestsellers en colecciones "de calidad", como pasó con Paul Auster en Anagrama.
_Auster me parece un escritor menor, pero hay otros muy buenos como Hanif Kureishi o Claudio Magris, o el mismo Thomas Bernhard. Otras literaturas están superando en peso, en presencia, a una literatura argentina que padece un raquitismo conceptual bastante fuerte. Hay toda una literatura ombliguista, que yo llamo "de Plan Ovalo" porque circula entre los profesores de literatura. No es lo que yo intento hacer. No estoy en contra de la crítica, y me encantaría que se ocupara de mis libros, pero no escribo para ellos.
_Y entre los jóvenes, ¿quién te interesa?
_Hay algunos muchachos... Me caen hasta simpáticos, tipos como (Daniel) Guebel, (Alan) Pauls... Hace unos años me gustó bastante "El Dock", de Matilde Sánchez. No quiero ser injusto, tal vez haya alguien más. Pero en general no noto desesperación, ganas de contar, de encantar. Me gustaría leer algo equivalente a un Magris en la Argentina.



"No pateo ningún juego: sólo descubro algunas cartas".
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