Año CXXXIV
 Nº 49.107
Rosario,
sábado  05 de
mayo de 2001
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La cuestión de las patentes

La prisa por comercializar la información genética ha derivado en una cantidad de patentes y solicitudes. La Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos le concedió la primera patente sobre un organismo vivo a Ananda Chakrarabarty y Scott Kellog por la investigación realizada durante 1972. En 1991, la Oficina de Patentes recibió 4.000 solicitudes para patentes genéticas, y en 1996 el número llegó a la increíble suma de 500.000 solicitudes.
Una sola compañía, Human Geome Sciencies, logró la patente sobre 106 genes humanos completos, incluyendo algunos de los que pueden ser cruciales en el tratamiento de la osteoporosis y la artritis, y también tiene patentes pendientes sobre unos 7.500 genes. No sólo los genes se están patentando, sino también animales completos como el ratón de Harvard. Durante marzo de 1998, se le han concedido patentes a 85 animales y unos 90 más estaban en consideración.
El patentado revela la necesidad de las empresas de actuar rápidamente o de enfrentarse a la posibilidad de quedar afuera de áreas claves en proyectos relacionados con la ciencia al servicio de la vida. En particular, las compañías tratan de crear redes entre asociaciones y afiliaciones las cuales le darán acceso al capital intelectual que se desarrolla día a día. Estas redes deberían cruzar los límites de las antiguas industrias. Ya que miles de compuestos y procedimientos se descubren anualmente, una compañía dentro de una industria podría descubrir y patentar la solución al mismo problema que otra empresa perteneciente a otro tipo de industria, podría haber estado trabajando durante décadas.
Al mismo tiempo, la prisa por patentar los genes suscita cuestiones éticas y sociales profundas. ¿Seguirán compartiéndose los estudios y los avances con toda la comunidad científica? ¿Serán restringidos los avances que pudieren mejorar la calidad de vida de todas las personas a unos pocos? ¿Podrán tener acceso las naciones más pobres a los beneficios de la bioingeniería? La industria de los agroemprendimientos ya está lidiando con tales cuestiones. En el pasado, los semilleros rutinariamente compartían las nuevas tecnologías con instituciones públicas y no lucrativas. Pero dados los altos costos en el desarrollo, es de temer ahora que los conglomerados agroquímicos que dominan el negocio de las semillas estén menos dispuestos a compartir su propiedad.


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