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 viernes, 14 de septiembre de 2007  
Adicción letal. Había cumplido 15 años un día antes de su fallecimiento y tenía problemas de consumo de alcohol
Murió otro adolescente que habría inhalado pegamento en zona oeste
Pablo Maturano fue atendido en un policlínico que destrozaron sus allegados. El juez Juan José Carmona reconoció: “Llegamos tarde, faltan políticas públicas”

Laura Vilche / La Capital

“El tema del pegamento no es nuevo en el barrio, pero dos chicos muertos en la misma semana es demasiado”. La frase sonó casi como un insulto por parte de un médico que trabaja en la zona oeste de la ciudad. El profesional lamentó así la pérdida de Pablo Maturano, de 15 años, quien ayer a las 2 y acompañado por tres adultos, ingresó fallecido al Policlínico San Martín (Guatemala y Chubut) debido a un paro cardiorrespiratorio.

    Así lo confirmó el director de ese centro de salud, Pietro Belletich, antes de agregar que, enterados de la “mala noticia” los allegados de la víctima destrozaron el vidrio de la puerta de entrada del lugar, dañaron el equipo de resucitación y atacaron a los puños al médico de guardia, Juan Buera, y al custodio, Oscar Cordero.

   El deceso de Pablo ocurrió sólo 24 horas después del de Nicolás García, de 14 años, quien anteayer, también a la madrugada, ingresó sin signos vitales al Hospital Carrasco y falleció. Ambos, según sus propios familiares, inhalaban pegamento.

   Las muertes de los jóvenes obligaron a la Justicia a sentar posición. El juez a cargo de Menores Nº 1, Juan José Carmona, reconoció en LT8 que “se llegó tarde” y advirtió que faltan políticas públicas que asistan a los chicos. “Lo que los jueces podemos hacer, frente a los casos penales comprometidos con adicciones, es ordenar que se produzca algún tipo de tratamiento, pero la problemática está tan extendida que no dan abasto cuatro, cuarenta o cien lugares para atenderlos”.

   Los trágicos casos sacudieron también los cajones de los legisladores provinciales quienes desde hace tres años tienen un proyecto que reglamenta la problemática y que aún no se aprueba (ver aparte).

   Pablo Maturano había cumplido años anteayer. Vivía en el pasaje 1.752 Nº 2082 del barrio Santa Lucía, tenía 12 hermanos, una madre ama de casa y un padre changarín. Dicen desde su entorno que habría estado celebrando sus 15 en lo de una amiga que vive cerca de su casa y que luego estuvo de ronda por el barrio. Algunos creen haberlo visto aspirando pegamento en los techos del centro de salud. Su mamá confirmaría más tarde que inhalaba sustancias con solvente. Y fuentes policiales agregarían que el chico “tenía problemas con el alcohol y no iba a la escuela con regularidad”. Tras la autopsia, su familia lo veló en su domicilio.

   Ayer, en las entidades que trabajan con jóvenes en la zona oeste imperaba la indignación. “Acá se trabaja y mucho, pero nada alcanza; hay que aunar esfuerzos”, aclaró la psicóloga Gabriela Gastaldi, del centro de salud municipal de Rouillón al 4300. Según dijo, sus colegas y ella salen a la calle a buscar a los chicos, siguen de cerca sus problemáticas, “pero —agregó— el deterioro de los pibes es permanente”. Es más, se indignó al ver publicado ayer en La Capital que la ordenanza 7.707 que prohíbe la venta de solventes a menores no se hace cumplir. “Nosotros hicimos una campaña en los negocios del barrio con los padres, los jóvenes y profesionales sobre el tema; hace falta más celeridad”, lamentó.

   Desde el centro de salud La Lagunita (bulevar Seguí 6552), el psicólogo Alvaro Lavarrete, describió un panorama similar al de su colega y armó una radiografía de los jóvenes. “Consumen de todo desde los 11: Poxiran, alcohol, cocaína y pastillas. Si sobreviven, cuando se ponen de novios o se plantean un proyecto distinto vienen al centro y piden ayuda, pero no es fácil que mantengan el contacto, no tienen familiares que puedan acompañarlos en este proceso, también ellos son vulnerables”, dijo el psicólogo.

   Y la directora del Centro de Distrito Oeste, Susana Bartolomé, también reconoció que a pesar del “trabajo en marcha, falta más”. Allí hay 100 talleres, de 24 ramas distintas (desde hip hop hasta costura, teatro, y danza) a los que asisten más de mil chicos de 13 a 24 años y son coordinados por 32 jóvenes del barrio. “Los pidieron los propios vecinos para que los chicos no estén en la calle”, remarcó. l
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Dicen que Pablo habría estado celebrando sus 15 años en lo de una amiga cerca de su casa y que luego recorrió el barrio. Creen haberlo visto aspirando pegamento en los techos del centro de salud.

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