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viernes,
14 de
septiembre de
2007 |
Génesis de los errores
Las revoluciones de 1890, de 1893 y de 1905, si bien fracasaron en el campo táctico, triunfaron en lo ideológico, pues convencieron a una generación de militares de que las revoluciones eran el medio adecuado para triunfar en las luchas cívicas, concepto que esa generación fue sembrando en subsiguientes camadas de hombres de armas. Esto fue como consecuencia de la propaganda infiltrada en las filas del ejército por Alem, Mitre, Yrigoyen y Del Valle que, arrojada en el Colegio Militar allá por 1889, tuvo su primera cosecha en septiembre de ese año, con la presencia de cadetes en el famoso mítin del Jardín Florida quienes, junto a estudiantes universitarios allí reunidos, conformaron la Unión Cívica de la Juventud. En 1905, los capitanes que se sublevaron en el Colegio Militar fueron aquellos mismos que eran cadetes en el 89. No es de extrañar que Uriburu, conjurado con Yrigoyen en 1890, habiéndose sublevado con el grado de subteniente del 1º de Infantería, haya considerado válido interrumpir un proceso democrático cuarenta años después en "pos de salvar a la Nación de los desquicios de su gobierno". La perdedora de todos estos episodios ha sido la República y de los actores (civiles y militares que los protagonizaron), los más golpeados han sido los militares, que escucharon muchas veces el clamor de un pueblo que pedía a gritos una escala de valores al dictado. Subyacía en esas mentes, como una cuestión genética implantada allá por 1889, que los golpes eran posibles para salvaguarda del bien mayor, la Nación. Saquemos enseñanzas del pasado. Procuremos evitar males en el futuro como consecuencia de las acciones del presente.
Jorge A. Cardoso, LE 7.784.561
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