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viernes,
14 de
septiembre de
2007 |
Hay que ver más allá
Una vez más, la falta de racionalidad se hace presente en los anuncios del gobierno nacional, con los recientemente acordados subsidios a los productores de papas y supermercadistas. La medida, que según el irreverente secretario de Comercio, Guillermo Moreno, apunta a preservar el poder adquisitivo de la población, ha venido a ensanchar la larga lista de pagos a productores de alimentos con que el gobierno ha intentado contener los precios de la carne, el pan y la leche durante los últimos meses. A simple vista, pareciera ser que la administración K., plagada de buenas intenciones, hace todo lo posible para garantizar el consumo de bienes básicos de aquellos que se encuentran en una situación económica desventajosa. Sin embargo, de ser esta su intención, ¿no sería más acertado aplicar medidas cuyos beneficiarios sean los pobres exclusivamente? Después de todo, los menores precios en las góndolas favorecen a todos los consumidores, cualquiera sea su condición socioeconómica. Aun así, lo más preocupante de este festival de subsidios es el lamentable efecto que su implementación prolongada genera. A la larga, dichas medidas terminan por desincentivar la producción del bien subsidiado, dado que ningún empresario decide invertir cuando la rentabilidad de su negocio queda determinada por la voluntad del gobernante de turno. En conclusión, los resultados a largo plazo de esta maraña de subsidios pueden resumirse en dos palabras: escasez e insatisfacción.
Patricio Lagger, DNI 30.685.181
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