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 miércoles, 05 de septiembre de 2007  
Un deportista excepcional

Federico Gronda tiene 33 años. A los 15 se enteró que tenía diabetes tipo 1 y que desde entonces debería convivir con un problema de salud crónico, con las inyecciones de insulina, las mediciones del azúcar en sangre y los controles médicos frecuentes. Esto no le impidió hacer una vida completamente normal. Es más, es posible decir que la vida de Federico es bastante atípica, pero no por su enfermedad, sino porque es un deportista excepcional que entrena duro todos los días y que cada vez que puede participa en triatlones y competencias muy exigentes desde el punto de vista físico.

“La verdad es que ya casi no me acuerdo de mi vida sin diabetes. Me fui habituando y como siempre me gustaron los deportes no quise parar. De hecho, el ser deportista me permite inyectarme menos cantidad de veces porque la actividad física regula el nivel de insulina”, cuenta.

“Desde hace algunos años es mucho más fácil manejar la diabetes. Saco la lapicera (la insulina viene en una especie de birome cargada con la dosis necesaria y con una aguja imperceptible) y me inyecto sin que la gente se dé cuenta. Me mido la glicemia cuatro veces por día y me cuido con las comidas; la voy piloteando, eso sí, con absoluta responsabilidad”, comenta el joven, que está a la cabeza de grupos de jóvenes en Fradi.

Gronda reconoce que a veces el futuro le da un poco de miedo. “No voy a decir que no me preocupa la posibilidad de una complicación, pero peleo para que esas complicaciones —si tienen que llegar— lo hagan lo más tarde posible”.

El deportista, que acaba de regresar del triatlón de Chapelco, es arquitecto, está casado y tiene un bebé. “Soy de los que le dan para adelante; la enfermedad nunca fue una excusa para no ir al colegio o para faltar al trabajo; es más, me molesta la gente que se esconde en su problema y deja de vivir por lo que le pasa”, dice, con cierto enojo, para agregar con una sonrisa: “Si no hay nada más lindo que disfrutar a pleno de la vida”.


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