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 miércoles, 05 de septiembre de 2007  
“Algunas veces los médicos están demasiado lejos de los pacientes”
Mariana Fina es endocrinóloga y tiene diabetes. Una mirada desde su doble experiencia. Cómo vivir con una enfermedad crónica y encontrar el equilibrio físico y emocional

Florencia O´Keeffe / La Capital

“Estoy de los dos lados. Como médica le digo al paciente: te tenés que cuidar, tenés que tener glicemias casi perfectas; pero también pienso: ¿cómo hacés para tener glicemias casi perfectas las 24 horas los 365 días del año? ¡Es muy difícil!”. Así, con simpleza, Mariana Fina, endocrinóloga, ofrece una mirada sobre la diabetes desde el punto de vista médico y también como paciente, ya que desde hace 20 años convive con la enfermedad. Para ella, los médicos suelen estar demasiado lejos del paciente y por eso, muchas veces, la persona diabética se siente incomprendida.

“No hace falta que el profesional se enferme para saber qué le pasa al otro, pero creo que desde el saber médico se habla con cierta facilidad de cosas que son muy complicadas de llevar a cabo en lo cotidiano”, dice Fina. “Desde la teoría se ve de una manera, pero la persona no es un ente aislado, está sujeta a cambios hormonales, anímicos, nadie vive en una burbuja. Hay gente con diabetes que está estresada, que trabaja 12 horas diarias, y uno como médico qué le va a decir, «¿¡No vayas más a trabajar!?»”, comenta a modo de ejemplo.

Convivir con una enfermedad crónica es “muy difícil”, reconoce, pero al mismo tiempo manifiesta que la diabetes no puede ser un escudo o una excusa para no hacer determinadas cosas: “A mí la enfermedad jamás me limitó. Estudié, me casé, tuve hijos, salgo con mis amigos, hago una vida normal”, señala. ¿La clave? Ser constante y estar comprometido con el tratamiento.

Hay dos tipos de diabetes, la 1 y la 2. La 1 suele presentarse en la niñez, adolescencia o juventud y el paciente se ve obligado a inyectarse insulina varias veces al día. La del tipo 2 es más frecuente luego de los 40 años, está más vinculada a la obesidad, la vida sedentaria y otros factores de riesgo y no siempre requiere insulina inyectable.

Fina descubrió a los 21 años que tenía diabetes. La enfermedad se le presentó de manera abrupta, como suele presentarse este tipo de diabetes. “Tenía un hambre voraz y sin embargo bajaba de peso; la sed me volvía loca, me quería tomar, literalmente, el agua de los floreros; además, empecé a ir mucho al baño y cada vez que orinaba lo hacía en una cantidad impresionante”, recuerda. Justamente a los síntomas de la diabetes los médicos los designan como las cuatro “p”: poliúrea (aumento de la orina); polifagia (aumento del apetito); polidipsia (aumento de la sed) y pérdida de peso.

Cuando comenzó con los síntomas, Mariana Fina cursaba el tercer año de medicina. “Empezábamos a estudiar las distintas patologías, pero como a los estudiantes de medicina nos agarra una época en la que somatizamos, creyeron que era algo de eso”. En un momento la sintomatología fue tan evidente que tuvo que recurrir al médico. “Me internaron y en 48 horas volví a casa con el diagnóstico, la dieta y la insulina; fue un golpe durísimo”, recuerda.

Los comienzos son duros. La médica comenta que los primeros tiempos de la enfermedad son los más complejos. “A los 20 años no deberías estar preocupado por tu salud, pero cuando te toca algo así de un día para el otro, todo cambia. ¿Si me aportó algo bueno la diabetes? No lo sé, pero sí estoy segura que miro la vida con otros ojos”.

Fina decidió dedicarse a la endocrinología. “Me di cuenta que además de conocer más sobre el problema de salud que me tocaba, podía aportar algo a los que viven con la enfermedad. Quizá es un sentimiento un poco egoísta, pero es indudable que ayudar a otros te ayuda a vivir mejor”, dice contundente.

La médica relata que una vez que se empieza a convivir con la diabetes es necesario instalar una rutina cotidiana que permita “no estar todo el tiempo obsesionado con la enfermedad. Si lográs que sea una parte de tu vida y no tu vida entera, se puede estar bien”, destaca.

En su doble rol de médica y paciente pone el acento en lo que le brindó Fradi, la asociación de ayuda a los diabéticos, donde ella aprendió “todo lo necesario sobre mi salud” y donde se formó como educadora en diabetes. Ahora, es asesora médica de la entidad.

Fina dice que la búsqueda de un equilibrio emocional y físico es el gran desafío de quienes conviven con una enfermedad crónica. “Lo digo también por el entorno afectivo y familiar”. Al respecto dice que, como profesional, ve que que para los padres es muy duro aceptar la enfermedad del hijo sin sobreprotegerlo. “Les recomiendo siempre que lo apoyen, que sean firmes con el tratamiento y que pongan límites como a cualquier chico. Este es el mejor consejo para que aprendan a cuidarse solos y a vivir plenamente, más allá de la glicemia”.


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“Convivir con una enfermedad es difícil. Pero no puede ser una excusa para no disfrutar de la vida”.

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